Por Carlos Ulanovsky *
El querido Tito Cossa se fue de gira preocupado por los que quedábamos. Nos lo dejó dicho en el título de su última obra: Solo queda rezar. Pero lo que no imaginó fue que, al paso redoblado que vamos, solo nos permitirán rezar mediante un decreto de necesidad y urgencia.
Tito tuvo una fabulosa trayectoria, empezando por el teatro: 60 años de actividad desde 1964, 50 obras estrenadas, entre propias, adaptaciones, versiones y asesorías. Desde que era socialista de Alfredo Palacios tuvo diversas militancias. La gremial y cultural desde Argentores, entidad que presidió y que posteriormente lo distinguió nombrándolo presidente honorario. La militancia artística, como figura central del Teatro del Pueblo y su grupo creativo y directivo y como impulsor del legendario Teatro Abierto. La militancia política lo tuvo como hombres de ideas nacionales y populares, y en tiempos recientes como defensor de los Derechos Humanos desde la Comisión Provincial de la Memoria. En cualquier caso y tiempo fue alguien interesadísimo por la política. En 2012 escribió, casi en clave confesional en un texto titulado Clase Media: “Sesenta años después estoy arrepentido por no haber llorado aquella aciaga noche del 26 de julio de 1952”. Más adelante, tal vez para exorcizar el gorilismo familiar en el que se crio, escribió: “En fin, pensándolo bien yo me equivoqué: tendría que haber sido peronista”. Un deschave ejemplar y conmovedor.
En 1985 lo entrevisté para Clarín. Le hice muchas preguntas, entre ellas ¿Cómo es la vida de un intelectual, Y entonces, ¿me dijo? “De uno u otro modo, todos los creadores en este país, galgueamos. Yo vivo de mi profesión, correctamente, pero no tengo ningún bien. El mío es el caso de una persona, de un creador, que crece en un país que se achica. Mi primer éxito grande, La Nona, data de 1976. Para mí fue algo providencial porque en ese momento ya había decidido alejarme del periodismo, profesión de la que había vivido en los anteriores 20 años y no sabía cómo iba a hacer para mantenerme. Incluso fui uno de los tantos, que en ese instante, pensó y estuvo a punto de irse de la Argentina. Pero el galgueo no es únicamente económico. El galgueo que todos sufrimos hasta 1983 es el que más me preocupa y el que más huellas dejó.
¿De qué huellas hablaba Cossa?
Esto me lo dije cuando en 1997 lo entrevisté para un libro sobre la prensa impresa en la Argentina. En 1976 Cossa integraba la mesa de redacción del diario El Cronista. Como muchos otros periodistas, también él sabía que el golpe de estado se iba a producir en la madrugada del 24 de marzo. En uno de los días iniciales de la dictadura a él y a Hugo Murno, encargado de la sección Política del diario, les tocó trasladarse hasta una oficina del Comando en jefe del Ejército ubicada en el Edificio Libertador, sobre la avenida Paseo Colón. El diálogo que mantuvieron con el coronel que los atendió fue casi surrealista. El alto oficial les dijo:
– Por orden de la Junta Militar los diarios están obligados a publicar únicamente los cables de la Agencia Nacional Télam.
Cossa atinó a preguntar: ”¿Y qué hacemos con los cables de Noticias Argentinas?”.
– Eso, justamente es lo que les acabo de decir. Es a las noticias argentinas a las que me refiero. Porque, por el momento, sobre la información proveniente de agencias extranjeras no hay limitaciones.
Con mucho cuidado Cossa tuvo necesidad de aclararle: “Disculpe, coronel, me estaba refiriendo a Noticias Argentinas. Es una agencia de noticias, nacional, privada”.
La información que el periodista le acababa de dar desconcertó por un buen rato al oficial de inteligencia.
En mi programa de radio lo entrevisté muchas veces, en especial cada 30 de noviembre, el, día de su cumpleaños casi mágicamente asociado con la celebración del teatro nacional en general y del teatro independiente en particular. La última entrevista radial data del 10 de febrero de este año, cuando tenía 89 años. En el arranque, cuando le pregunté cómo estaba me respondió, con su particular sentido de la ironía: “De las cejas para arriba, impecable. De las cejas para abajo, mejor ni te cuento”. Fue una charla de un cuarto de hora y en varios momentos aportó su mirada lúcida sobre el momento argentino.
Para un libro sobre la picaresca del periodismo argentino, que saldrá en el 2025, incluí esta anécdota que lo alude, ocurrida en 1957. Ya soñaba con su futuro de dramaturgo, pero le tocaba ganarse los garbanzos colaborando en la revista Ruedas, especializada en ciclismo. Eran tiempos en que por la vigencia del decreto 4161, de 1956, estaba prohibido en los medios la mención del apellido Perón, la palabra peronismo y asociaciones derivadas. A Tito le tocó cubrir una jornada en el velódromo municipal. En la prueba de fondo participó un corredor de San Juan de apellido Perón. “Salió último – recordó Cossa en una colaboración periodística en 2014- pero fue la estrella de la competencia. Su apellido fue coreado con entusiasmo por los asistentes, por primera vez desde la veda”.
Tito trabajó en Prensa Latina, en Clarín, en La Opinión, en El Cronista. Aunque busqué no conseguí muestras de su tarea en esos medios. Pero en los últimos años guardé muchas de sus crónicas aguafuertosas publicadas en Página 12 y en El Cohete a la luna, con las que, primero, me deleité leyéndolas. Tenía una mirada sagaz sobre la realidad y una capacidad de observación notable. Estas frases e ideas que leeré enseguida pertenecen a una sección que publicó en estos dos medios recientemente mencionados y a la que tituló Ocurrido y Ocurrencias, pequeñas cápsulas llenas de ingenio, de crítica, de reflexión, de sarcasmo, de descubrimientos costumbristas, de guiños de lenguaje, de sabiduría cultural…y política.
- 1) Estoy convencido que para avanzar en la vida tengo que interpelar. Lo que ocurre es que no sé cómo se interpela ni a quien interpelar. Pero, seguro que, si logro interpelar, me empodero.
- 2) Tiempo atrás cuando se quería echar a alguien de un trabajo se le decía ‘Mandate a mudar’. Ahora se dice: ‘Rajá de acá o te rompo el culo a patadas’. El sentido es el mismo, pero hay que admitir que nosotros éramos más respetuosos.
- 3) (Antes de que tal espanto se volviera realidad)(esto lo digo yo) Tito escribió: Si Milei gana la presidencia, puede ser que conserve el jopo, pero se sentará en la mesa de los poderosos y escuchará que es lo que tiene que hacer.
- Y, más adelante, ya con el oprobio consumado, (también esto lo digo yo) redondeó un interrogante con respuesta en desarrollo, como se dice ahora en los medios digitales: “Son tiempos difíciles y extraños. ¿Cómo es posible que después de los gobiernos de los Kirchner tengamos de presidente a Javier Milei?”.
- 4) Hasta no hace mucho tiempo, políticos, periodistas o politólogos se referían a nuestra ciudadanía como ‘el pueblo’. Últimamente solo los militantes de la izquierda mantienen ese calificativo. Para el resto es ‘la gente’. No es solo un cambio semántico. Tiene que ver con el subconsciente colectivo de un pueblo cuya ignorancia política hoy provoca desconcierto.
- 5 ) Y encima nos endilgan el eufemismo adultos mayores. Cuando llegue el final me iré de este mundo a las puteadas.
- 6 ) Esta ocurrencia se la dedicó al ex jefe de gobierno, Rodríguez Larreta: Se escucha mucho decir que ‘este es un país de mierda’. También hay brotes de generosidad, de vocaciones que no se compran ni se venden. Tome usted conocimiento de lo que significa el movimiento de teatros independientes. Un fenómeno artístico único en el mundo. Unas 300 salas medianas, pequeñas, ubicadas en la habitación de una casa o en un garage desocupado.
- 7 ) ¿Cuáles son mis modelos? En los años 60 estaban De Gaulle, Juan XXIII, Mao, la revolución cubana. En mi adolescencia me conmovía la figura de Alfredo Palacios. En el plano de la escritura mi modelo era Arthur Miller. Ver ‘La muerte de un viajante’ .de Miller, interpretada por Narciso Ibañez Menta a mí me marcó para siempre. Me siguen conmoviendo maestros como Chejov, Florencio Sánchez o Armando Discépolo. Eran modelos románticos, ideológicos, combativos, inconformistas. Es lo que falta ahora.
Y así podría seguir, con muchas más, pero hasta aquí llegué. Es el de hoy y muchos más que vendrán, como se dice, un tiro para el lado de la justicia la evocación y la celebración de la vida y obra de Tito Cossa. Lo último: buena parte de la dramaturgia de Cossa fue editada por Ediciones de la Flor, y por iniciativa de Daniel Divinsky. Pero hay otro libro, que se encuentra entre mis preferidos, llamado Escribo para estrenar, que pertenece al género de la miscelánea vital y existencial. En estos días me fijé que está en oferta en alguna plataforma de venta digital valuado entre 28700 y 31100 pesos. Si Tito viviera lo llamaría por teléfono para informarlo y él se reiría pensando en la rara circulación de los libros.
*Texto leído durante el acto homenaje a Roberto “Tito” Cossa, el 2 de diciembre de 2024, en el Espacio Encuentro de Argentores