NÉSTOR FRENKEL, UN AUTOR PREMIADO POR ARGENTORES

Un buen día para un documental

Un buen día para un documental

¿Hay alguien que no sepa qué es un oxímoron? Puede que no, pero por las dudas lo aclaramos. Es una combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabas o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido. Por ejemplo: un silencio atronador. Bien, lo que se cuenta en esta nota es lo que ocurrió con una película que produjo un verdadero oxímoron, el de ser un “fracaso exitoso”. El filme es Un buen día, que se estrenó en 2010 y tuvo como director al conocido productor televisivo -hoy fallecido- Nicolás del Boca y como creador de la historia y uno de sus productores a su yerno, el también acreditado autor de guiones de telenovelas como Perla Negra y Celeste, Enrique Torres. El largometraje es una comedia dramática, que cuenta el encuentro de dos argentinos que, huyendo del dolor que en su país les provocó una pérdida, coinciden un día de casualidad en un bar cerca de las playas de Long Beach, en California, y se enamoran. Sus actores fueron Aníbal Silveyra, Lucila Solá -por aquellos años novia de Al Pacino- y Andrea del Boca. Y su productora artística, a su vez, Anabella del Boca, esposa de Enrique Torres y hermana mayor de Andrea.

NIcolás del Boca y Andrea del Boca

La presentación de la película en aquella fecha fue un verdadero fracaso comercial: duró apenas una semana en cartel. Demolida por la crítica especializada, que se ensañó con él y llegó a calificarla como el peor filme argentino de todos los tiempos, el hecho provocó una verdadera desazón en quienes la habían concebido, además de una pérdida en lo económico no menor, aun siendo una producción de bajo costo. Pero no todo quedó allí: luego de ese fracaso, los protagonistas del filme, Aníbal Silveyra y Lucila Solá, fueron, víctimas de un cruel acoso en las redes sociales, que reprodujeron memes y otras burlas con los gestos más fallidos de su actuación. Sorpresas que nos da la vida, unos años más tarde de esa frustración, en 2015, y para reivindicación de sus creadores, se produjo uno hecho poco previsto y compensador: se creó un grupo autodenominado de apreciación, integrado por unos cinco mil seguidores, que transformaron a la película en un verdadero objeto de culto y le dieron una fuerte difusión en distintos lugares, incrementando a su vez el número de sus adeptos. En cada función de Un buen día, los asistentes se reunían para para aplaudir, vitorear o reírse a carcajadas de lo que veían y salían a menudo repitiendo los diálogos que consideraban más significativos.

¿Qué es lo que había suscitado ese vuelco? ¿Por qué ese fenómeno adhesión tan fuerte? ¿Qué razones lo movían? ¿Eran la risa que provocaba en algunos espectadores el filme y sus actos fallidos o también la ternura que también en otros despertaba esa romántica historia y la sinceridad del esfuerzo volcado en su realización? Era difícil definirlo. Y fue por entonces que surgió un documental del cineasta Néstor Frenkel, que decidió explorar el fenómeno, rastrear los distintos factores que habían impulsado esa trama de fracaso y éxito y reconstruir el modo cómo se había gestado la propuesta inicial y su impacto más tarde en la cultura popular, todo a través de testimonios directos de los principales implicados en el proyecto. El registro de este documental -cuyo guion fue distinguido como el mejor de los presentados en el Festival de Cine de Bariloche por un jurado que integraron miembros del Consejo Profesional de Cine de Argentores-comienza con la aparición en primer término de la figura de Magrio González, uno de los principales impulsores del grupo de seguidores de la película y fuente original de la información que le llegó a Frenkel de la existencia de ese trabajo y lo hizo pensar en la posibilidad de investigar ese fenómeno y volcarlo a un documental, titulado al darse a conocer como Después de Un buen día. Al testimonio del joven González, le siguen los de Enrique Torres y Aníbal Silveyra, en interesantes escenas que revelan en los involucrados un distinto nivel de actitud o reacción frente a lo que fue la desilusión del fracaso. La actriz Lucila Solá, prefirió, por su parte, no participar en ese documental debido al recuerdo, aun fresco, que le había la decepción que le produjo el fracaso de Un buen día. El estreno del documental de Frenkel, en 2024, incrementó luego el conocimiento y la difusión de la película original, que se dio durante en septiembre pasado durante un mes en la sala de cine del Centro Cultural San Martín y antes en la sala de El Malba, con asistencia de mucho público.

Poco después de estrenar Después de Un buen día, Frenkel, consultado sobre si en su trabajo quiso explicar lo que intentó hacer el director del filme original, contestó: “No me importa lo que quiso el autor. Lo que me importa es que la película es un objeto único, que conmueve de manera original. Con una idea del cine que tiene como modelo a la televisión antigua, una serie de lenguajes e intenciones inexplicables, que a su manera tienen su humor, es un objeto tan anómalo y corrido de tono, que te deja desnudo, no te podés defender.” El trabajo de Frenkel es el último de una producción que a lo largo de 20 años ha realizado este director y que incluyen unos diez documentales, como Buscando a Reynols, su primer trabajo en 2004; Vida en Marte (2005), Amateur (2011), El simulador (2013), Todo el año es Navidad (2018) y Los visionarios (2021), entre otros títulos. Artista de perfil propio, muy reconocido en el medio y con varios premios, entre ellos el Cóndor y el Martín Fierro en cine al mejor documental. Con la finalidad de ampliar el panorama sobre Después de Un buen día y de aspectos particulares de la carrera de Frenkel, Florencio se juntó con ese cineasta en un bar de Olivos y departió amablemente con él.

Vos dijiste en una entrevista que empezaste a pensar el documental aun antes de ver la película. ¿Fue así?

Néstor Frenkel. Si, así ocurrió, porque sin duda, el primer interés lo despierta la historia, qué es lo que pasó con la película. Era un fracaso comercial, pero por alguna razón no pasó al olvido. Y hay tantas películas malas, regulares y buenas que pasan al olvido. Esta, por alguna razón, ha perdurado. Ha perdurado y generado un montón de hechos, eventos y situaciones a lo largo del tiempo. Eso ya me parece interesante. Estas situaciones son particulares, por lo tanto, ya tenía allí mucho para contar. Por otro lado, veo que hay, en torno a la historia, personajes que me resultan interesantes, que me permitían construir una mirada y un acercamiento posible a un objeto artístico. Entonces, me encontré no solo con una buena historia para contar, sino también buenos personajes para retratar y, además, buenos temas para pensar qué es el éxito, qué es el fracaso, quién determina si una obra de arte es buena o mala. Por lo tanto, tenía como tres niveles de interés y a todos los veía como muy cargados, muy compactos. Tenía mucho material para trabajar en esos tres niveles. Así que me dije: acá hay mucho para hacer.

El documental empieza con Magrio González, que es uno de los promotores de este Grupo de Apreciación de la película que había fracasado, aunque sin duda ha habido otros.

Sí, pero en mi película él aparece como el centro, la voz de ese grupo.

Incluso, en este interés que la película despierta en el Grupo de Apreciación, no todo es un enamoramiento acrítico, sino incluso acercamientos a ella desde el humor, si bien no inspirado en la burla, sino en una especie de ternura por el material. ¿Es así?

Tal cual.

Hay una periodista que dice que en cierto nivel de parodia uno puede detectar también cariño.

Sin duda. El humor no necesariamente tiene que ser despectivo y la risa no tiene por qué ser una burla. La risa es una emoción más y muy genuina. Y tiene que ver con el disfrute y con el amor. Y la película también habla de eso, de las distintas maneras de disfrutar el arte. Hay modos que no tienen que ver necesariamente con una mirada académica, que es  la de mirar y juzgar si algo está bien o mal. Sino que hay algo que no sabemos por qué se produce, precisamente porque hablamos de arte y no de ciencia. Hay algo que es intangible y no se puede medir. Todo esto junto produce algo que te puede emocionar y la risa es válida también como respuesta.

¿Quién crees que es el alma de esa película?

Creo que el alma de esta película es el autor, el creador de la historia, Enrique Torres. Él fue el autor y el productor y el que soñó esa película, que de alguna manera es autobiográfica, tiene que ver con su propia historia de amor. Quien dejó su alma en ese filme es Enrique, sin duda, que es un tipo que se entrega totalmente.

En el documental, es muy rescatable el testimonio de él, que no se pone en la posición de un defensor acérrimo de su producto, sino que admite que algunos de los desaciertos de la película le corresponden.

Por supuesto, los fracasos no se producen porque sí.

Tal vez, con otros actores esa película hubiera sido otra cosa. Nunca se sabe.

Sí, tal vez, pero nunca se sabe, eso es contrafáctico. Las cosas son lo que son. Fue esa película hecha en ese momento, de esa manera y con esa gente. Y todo eso configuró este objeto que es único. Un poco el documental mío lo que hace es desmenuzar lo más posible todos sus elementos, para que uno pueda conocer cómo se fue llegando a esa película. Cómo se llegó a hacer una película así, quienes eran los que la hicieron, de dónde venían, cómo la plasmaron. Me interesaba saber cuál fue la alquimia para producir un objeto tan único. Porque la película es única.

Vos decís también en una entrevista que la película es anómala. ¿Por qué decís?

Porque sí, lo ves y es así. Es difícil explicarlo. Está explicado por la propia película y por todo el fenómeno que generó. Y por el hecho de que haya tenido estos fans y esta reivindicación. Mi propio documental es parte de esa anomalía, porque no se hacen documentales sobre películas fracasadas. Es anómala por lo que es la película y por lo que produce. Y no es solo este grupo de apreciación el que se fascinó con esta película, hay muchas más personas que se han topado por casualidad con ella en la televisión y se han maravillado de alguna manera, se han sentido impactados o asombrados. Y es así porque esta película genera muchas cosas.

Hablando sobre tu trabajo más general en el documental, registré hasta el momento la realización de unos diez. Y hay algunos premiados. ¿Es así?

Sí, todos han tenido su recorrido. Por suerte, todos me han dado alegrías.

¿Tenés algún proyecto actualmente?

Sí, estoy pensando en un nuevo documental, porque es lo que hago y me gusta hacer. Mas allá de las circunstancias y de alguna manera siempre voy a estar haciendo algo en este género.

¿Hace ya 20 años que trabajas en este oficio?

Hace 20 años que estrené mi primera película, que se llamaba Buscando a Reynolds.

¿Has tenido respaldo del INCAA para sus trabajos?

Hay películas que no lo tuve porque no lo solicité. Pero sí, en general, todos mis trabajos, todas mis películas han sido hecho dentro del marco de la ley de cine y con el apoyo del Instituto. Prácticamente todas.

¿Crees que es importante en este momento la defensa del INCAA?

Es vital para mí y para un montón de películas, que no sé de qué modo se van a hacer si no hay apoyo del Instituto. Tampoco sé qué pasará para toda una cantidad de técnicos. Hay toda una comunidad que se creó a partir de que existe el apoyo, lo cual genera trabajo y también divisas. Ayuda a mejorar la imagen de la Argentina en el extranjero y eso genera, por otra parte, inversiones. Hoy están todos muy contentos con que Netflix venga a producir acá y lo hace con técnicos del país. Esos técnicos se formaron en las escuelas argentinas y se formaron haciendo películas argentinas. Hay personas que tienen10, 15 y 20 años de experiencia como técnicos y son excelentes. Y es porque pudieron hacer películas. Si no se hacen películas es difícil que los técnicos existan. Eso también es un beneficio. Y, por otra parte, es importante que haya guionistas y directores, que nosotros podamos contar nuestras propias historias y tener el control y contar. Y a la vez encontrar esas historias, que no sé si las van a encontrar las corporaciones como Netflix, por mencionar una de las tantas multinacionales que existen. Es probable que nunca vengan a buscar esas historias argentinas. E incluso, si las vienen a buscar, toman técnicos argentinos. Pero allí la decisión final la tienen ellos de hecho y los derechos se los quedan ellos. Están tomando nuestra riqueza, pero para beneficiar a otros, no del país.

Néstor Frenkel

¿Hay algún impulso especial que te lleva a meterte con determinados temas y no otros? ¿Y si eso se ha reflejado en tu producción como impronta personal?

Lo que me interesa en general son las tres cosas que te decía: si hay una historia, si hay personajes y si allí aparecen temas. Si existe alguna de esas tres cosas en general me motivan. Y lo que me he ido dando cuenta, a lo largo de estos años, es que me suelen motivar mucho algunas cuestiones que están en los márgenes. O historias en apariencia poco importantes, simples, pero que, si uno las mira bien, puede encontrar allí tela para cortar. Creo que algo de eso es lo que me suele motivar.

Se suele decir que el documental actual apela bastante a la ficción. ¿Vos también lo utilizas?

Es un gran tema. O, mejor dicho: el tema. La pregunta sería: ¿cuánto hay de verdad en el documental y cuánto no? Nunca lo que mostramos es todo verdad ni se trata de la verdad. El recorte, la presencia de una cámara, la conciencia de que uno está haciendo una película ya convierte a todo en una ficción de la vida. Y eso me interesa también: la ficción de la vida. No me interesa inventar historias para meter en el medio de un documental, tampoco que parezca una ficción o generar una ficción a partir de algo. Tampoco siento que allí esté la fuerza del documental. Creo que esa fuerza está, pero en ese límite raro que estamos construyendo con la narración, cuando estamos filmando con la presencia de una cámara. Nunca pretendo que lo que yo hago es la vida misma o la verdad última, sino esa cosa que está basada en la realidad y que utiliza elementos de ella. Pero que siempre está mediatizado por la cámara y por la conciencia de que estamos siendo filmados. Esa realidad, afectada por una cámara que se encuentra allí, me parece a mí que es lo interesante.

Y ¿nunca intentaste hacerlargometrajes de ficción?

Al principio de mi carrera lo hice, pero no es algo que, de verdad, me genera interés. Me interesa mucho más lo que hago hoy y lo que te expliqué. No solamente el lenguaje, sino el sistema de trabajo y también la forma del trabajo, eso de ir metiéndome en algo, en ir investigando y acercándome a algo. No tener todo claro de antemano ni saber qué es exactamente lo que quiero y cómo lo quiero hacer, sino ir siempre negociando con la realidad, abriendo puertas.

Hay documentales que se hacen con una idea previa que se respeta con la mayor fidelidad posible, ¿no?

Si, es cierto, también hay documentales que están hechos desde un saber previo, con seguridad y una idea muy clara. En mi caso, como digo, lo que trato es todo lo contrario: es sorprenderme yo, meterme en algo, descubrir cosas y ver cómo respondo ante esa circunstancia y cuál es mi deseo. Y, finalmente, qué es lo que la realidad me responde. Eso es lo que me gusta hacer en este trabajo.

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