EL FALLECIMIENTO DE TITO COSSA

Un artista emblemático

Un artista emblemático

La madrugada del 6 de junio, el país, pero muy en particular el mundo del teatro y la cultura, despertaron con una dolorosa noticia: la muerte de Roberto “Tito” Cossa, uno de los mayores dramaturgos de la historia argentina, y al mismo tiempo, un verdadero emblema del compromiso de un artista con el destino de su pueblo y la idea de un futuro más justo y humano para él. De inmediato, los medios de comunicación empezaron a transmitir lo ocurrido y el espectro informativo se colmó de notas de valoración sobre la personalidad y la obra del fallecido y múltiples mensajes de dolor por el hecho que no por ser previsible -la salud de Tito se había deteriorado mucho en las últimas semanas-, la esperanza de su recuperación seguía prendida, dispuesta a estirar todo lo que fuera posible el inevitable epílogo. Por lo demás, él iba a cumplir en noviembre los noventa años y todos los que lo querían, que eran muchos, anticipaban ya la posibilidad de un homenaje que, sin duda, merecía, pero que se pensaba también con el deseo de gratificarlo y expresarle todo el cariño y admiración que se le tenía.

Argentores, entidad de la Tito fue su presidente durante varios años y luego presidente honorario, y en cuya sede central fue velado, manifestó también el enorme pesar de la entidad y sus directivos por su muerte y dedicó en su página web una amplia cobertura sobre su trayectoria, su obra y el relevante papel que cumplió en la institución, todos aspectos vastamente conocidos, porque pocos artistas como él han concitado tan fuerte atención a lo largo de su existencia con escritos de distinta naturaleza: biografías, la publicación de sus obras completas, críticas, notas y entrevistas en diarios o revistas, a lo que habría que añadir lo que él mismo produjo como comentarios, notas, columnas o artículos, dado que durante muchos años, y antes de dedicarse por completo a la autoría teatral, se había desempeñado en lo laboral como periodista y nunca hasta el final de su vida abandonó el gusto por seguir expresándose en los medios de comunicación.

Era como queda expuesto, además de un artista superior, una verdadera figura pública, con la ventaja sobre muchas otras de contar con un gran prestigio y un reconocimiento que era virtualmente unánime por su coherencia, hecho del que era consciente, pero del que nunca se aprovechó, salvo para impulsar alguna de las múltiples iniciativas en que estuvo involucrado para mejorar los derechos de la comunidad teatral y de la cultura y también para la sociedad en general. Nada lo incitaba más que la posibilidad de estar y participar en esas actividades destinadas a ampliar los espacios de una convivencia humana mejor y de conquistar derechos para los que no los tenían. “Se metía en los terrenos más aventurados. Más insólitos. Pero con Tito ibas confiado: estaba Tito. Tractor de estéticas. Tractor de proyectos. Tractor de ideas. Talentoso, generoso y ético. Modelo en ese rol que toda comunidad precisa. Chau Tito y gracias”, lo describía en uno de los muchos homenajes que se le hicieron el dramaturgo Mauricio Kartun, un creador que lo calificaba de autor-faro.

Junto a Roberto Perinelli, en la inauguración de la nueva sede del Teatro del Pueblo

Roberto Perinelli, a su vez, señala su rol clave en la normalización hace años de Argentores: “En un momento de crisis de una entidad centenaria que tenía muchos problemas (más personales que de otra índole), él se hizo cargo con su gran capacidad y su sentido de la rectitud, del honor, del compromiso y del no venderse. Tito consiguió encarrilar las cosas y se convirtió en el ejemplo que todos queríamos seguir; gracias a eso Argentores es hoy una entidad que funciona bien. Sin embargo, nada de eso tiene que ocultar su condición de dramaturgo inmenso: él está en la cúspide del canon y, a mi criterio, comparte con Florencio Sánchez y Armando Discépolo el gran trono del teatro argentino o, al menos, de la dramaturgia argentina si queremos ser más modestos. Cossa tuvo una carrera intachable. ¿Es posible pensar el teatro argentino sin pensar en La Nona? Una obra de una capacidad metafórica inabarcable que resume la condición humana de una manera genial. Además, fue uno de los grandes constructores de Teatro Abierto en un momento donde el compromiso era peligroso”.

Hay que destacar que falleció sintiendo una fuerte preocupación por la situación que vive la Argentina en la actualidad, circunstancia que sin embargo no melló su confianza-como no la mellaron la dictadura y otros períodos aciagos que vivió su generación- en que las cosas mejorarían, actitud que siempre ligó a la convicción de que eso podía concretarse, ser así, no por un simple acto de magia, sino por la lucha de quienes se sentían perjudicados por esas injusticias. Por eso, a las múltiples manifestaciones de tristeza y admiración que provocó su muerte, nuestra revista quiere sumar su propio homenaje y el de la Comisión de Cultura que Tito condujo y donde sus integrantes: Stella Matute, Ana Ferrer, Jorge Graciosi, Leonardo Coire y Alberto Catena, tuvieron la fortuna de compartirla con él y de disfrutar de sus cálidos y regulares encuentros.

Como recordó Sergio Vainman en un afectuoso y agudo artículo sobre Tito, que evocaba unas palabras de Ben Jonson al morir Shakespeare, esa clase de gigantes “pertenecen al tiempo, no a su época”. Y, aunque Tito realmente perteneció por deseo propio y prepotencia de trabajo a su época, sin duda su proyección se seguirá sintiendo en el tiempo. No solo porque han sido un artista inmenso, también por ser un modelo de conducta y congruencia en la vida social, un hombre que nunca bajo los brazos en ese imperativo que le había impuesto a su vida, que era el de pelear por una convivencia mejor, más humana, entre las personas. Y si como dice Jacob Burckhardt, el historiador suizo del siglo XIX, que “la historia es lo que una época considera digno de comentario acerca de otra”, es seguro que Tito se proyectará en el tiempo, no solo porque hizo historia, sino porque además escribió obras, historias podríamos decir, como La nona, El viejo criado, Los compadritos, Ya nadie recuerda a Frederic Chopin, Gris de ausencia y tantas más, que merecerán comentarios sobre esta época y sus hombres y mujeres, sobre sus habitantes y sus conductas, entre ellas la de Tito. Tanto sea para reflexionar sobre lo que fueron y sacar conclusiones tal vez provechosas o, si las cosas marchan o se precipitan hacia un futuro de mayor violencia y destrucción en la humanidad, para tener conciencia de que también hubo personas que peleaban por otros valores, por un mundo distinto.

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