Periodista de amplio registro profesional y escritor por añadidura, la curiosidad intelectual de Víctor Hugo Morales por los temas políticos y sociales y el arte parecería no agotarse nunca. Y eso porque siempre ofrece a sus seguidores o admiradores, en las distintas actividades que aborda, alguna grata novedad. Desde hace muchos años, la labor de Víctor Hugo como relator deportivo y comentarista de la actualidad o la cultura en la radio -sin duda el medio que más contribuyó a su merecida popularidad-, pero también en sus programas o apariciones en televisión, medio en el que es lamentable hoy no esté, ha sido ha sido complementada en forma regular por una tarea de difusión constante de su pensamiento a través de distintas ediciones de libros donde ha podido expresarse en forma más extensa y mayor nivel de elaboración e investigación que los que permite un espacio audiovisual. Ese hábito de meditar a través de la escritura sobre los problemas del país y el mundo que lo preocupan o conmueven viene, como dijimos, de lejos. Y ha dejado ya una valiosa producción, una memoria de temas que, aunque alguno podría suponer que atañen solo al pasado, siguen siendo testimonios vivos de las mismas penurias y desdichas que desde hace años persiguen a nuestra sociedad.
A todos esas actividades, el conocido periodista ha sumado en los años más recientes una más, aunque ella ya no sea exactamente una novedad: la de escribir teatro. No es un secreto para nadie, que Víctor Hugo Morales, además de un ciudadano preocupado e inquieto por los temas de carácter social y humano, es un gran admirador del teatro y de la música clásica y la ópera. De estas dos últimas disciplinas tuvo un programa radial, que era realmente encantador y entretenido, pero que hoy ya no sale al aire. Sobre su amor al teatro, del cual es un espectador militante, su programa La mañana en FM750 ofrece continua prueba a través de sus comentarios de las obras que va a ver. Pero, de ver mucho teatro a decidir escribir teatro puede haber, sino un abismo, por lo menos una aceptable distancia. Una distancia que Víctor Hubo ha superado y lo ha hecho con mucha soltura y eficacia, como lo demuestran las dos obras que ha estrenado: la primera estrenada en marzo de 2022 y que se llamó El reproche, y la siguiente en 2024: Alma Mahler. Sinfonía de vida, arte y seducción.
De ese impulso y la sensibilidad que lo llevó a escribir también teatro -una medalla más entre los muchos logros que obtuvo en su prolífica y valiosa carrera profesión gracias a su talento y calidad de persona- se hablará en la entrevista siguiente, como también de su trabajo de escritura y sus libros más recientes.
¿Qué lecturas o circunstancias te entusiasmaron para volcarte a escribir la obra teatral sobre Alma Mahler? ¿Y cómo fue su proceso de creación?
Esencialmente, la lectura de Alma Mahler, un carácter apasionado, de Cate Haste. Hace ya cerca de 30 años empecé a realizar programas de música clásica y ópera y eso fue un disparador formidable en mi curiosidad. Yo no puedo hacer música, no sé una nota, y quizás por eso me lancé a las historias de los personajes. De muchos músicos he leído intensamente sus vidas. Me apasionan Schuman, Chopin, no hablo de la música, sino de sus vidas. Si hubiese un mercado libre de vidas, compraría esas vidas. Sus sufrimientos incluidos, conociéndolos de antemano. Con mi amigo Adrián Paenza hemos charlado del viaje al pasado o al futuro. Él quiere ir para adelante. A mí no me interesa en absoluto. Quisiera ser contemporáneo de los personajes que amo. Asomarme por una ventana una fría noche de Viena y verlo a Beethoven escribiendo, fastidiado con algo, golpeando con el lápiz el papel.
Cuando empecé a leer sobre Alma, cosas sueltas, fui componiendo un personaje de película. Hay ahí, talento, belleza, injusticia, amor, sexualidad, muerte. En un tiempo histórico que me apasiona. En su momento el libro de Haste, lo leí como una novela muy bien escrita. Y todo eso quedó ahí. Estando en Nueva York en diciembre pasado, y por segunda vez con covid, pero leve, empecé a escribir lo que estaba incorporado a mi memoria. Y sucedió que la historia me habitaba más de lo que hubiera pensado. Después, hice algunos chequeos de las fechas, y terminé trabajando muchísimo en todo lo que finalmente quedó fuera de la obra. Porque comprendí que es imposible darle el debido tratamiento a cada una de las figuras a las que Alma enamoró. Dejé afuera además notorios personajes de su época, como el sacerdote Johannes Hollnsteiner, o el biólogo Paul Kammerer, otro capo en lo suyo referido a aspectos de la descendencia si mal no recuerdo. Hubo encuentros pasajeros con algunos hombres de valor, porque mi idea era que Alma estaba enamorada de sí misma y lo convertía en amor de los hombres. De verdad, hubo un momento en el que podía escribir 10 obras diferentes. Cada hombre, cada etapa del imperio, los héroes de la guerra, como Walter Gropius, el segundo marido, ella y Mahler y el amor que perdura por encima de las traiciones sexuales, aventuras que no alejan a las personas del eje del amor más profundo.
Alma Mahler. Sinfonía de vida, arte y seducción es tu segunda obra teatral. La primera fue El Reproche, que se dio en El Picadero. ¿Cómo ocurrió este impulso de hacer tu debut en la escritura de teatro?
Sí, la de Alma es la segunda. En el 2020 estando en pandemia, me lancé a un texto sobre la carga que significa para los hombres el patriarcado, en el escenario del amor. Cuando se ve El Reproche, que efectivamente así se denomina mi primera pieza, se piensa que es una obra feminista, lo cual es posible, pero el eje íntimo de ese relato somos los hombres. El Reproche fue gracias a la actriz y directora Marina Glezer, un radioteatro. Ella tenía un programa de radioteatros en una emisora y cuando conoció el texto le gustó tanto que, de inmediato, llamó a Cecilia Roth, Marcelo Subiotto y Divina Gloria y a la directora Julieta Otero para hacerlo en radio. Y salió muy bien, tanto que Julieta Otero me invitó a darle mayor carnadura teatral y me ayudó con las correcciones necesarias, porque al principio era un texto que por radio funcionó, pero en teatro es bastante más que eso. Así que fui un alumno aplicado y como en un taller, la obra salió. Estuvo varios meses en El Picadero en 2022, dirigida por Julieta con el inolvidable Claudio Da Passano, Malena Figo y Mayra Homar.
Más allá de tu reconocido gusto y cariño por el teatro, ¿en qué momento dirías se te despertó el deseo de volcarte a la escritura teatral?
No se me había ocurrido hasta que sucedió. Solía definir la calidad de las obras preguntándome si yo era capaz de escribir eso. Si la respuesta era que sí, me bastaba para saber que la obra no era buena. Parece gracioso, pero funcionaba de esa forma. Como espectador quiero ver algo que me supere, me enseñe o me deslumbre. Algo que no esté a mi alcance.
Por lo trascendido, la obra sobre Alma Mahler ha tenido muy buena repercusión desde su estreno, tanto en la crítica como en la asistencia de público. ¿Cuánto tiempo lleva ya en cartelera desde su estreno y qué comentarios has recogido de quienes la han visto?
Llevamos meses representándola, desde mayo. Y hemos atravesado bien ahora los meses de agosto y septiembre. La sala Raúl González Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación estuvo siempre con localidades agotadas y son casi cien las localidades en esa sala. Así que ha superado cualquier fantasía que me permitiese al respecto. Es fundamental el comentario de la gente en Alternativa Teatral y lo que han dicho todos los colegas que la vieron. Me parece que la fascinación que provoca la actriz Raquel Ameri, su demostración sublime de talento ha sido fundamental y la música de Juan Ignacio López, un aporte también decisivo. Hace unas semanas estuvimos grabando las tres breves canciones de Alma con la música de Juan Ignacio para pasarlas algunas veces en mi programa de radio. Contamos para eso con la generosidad proverbial de Lito Vitale, que puso su fabuloso estudio y su sabiduría para los registros.
Desde 2014 a 2020, y sin contar sus trabajos previos en los años anteriores, has venido escribiendo y publicando a un ritmo febril. De esos escritos el último ha sido La casta de la crueldad. Miseria y entrega en la Argentina de Milei, al que nos referimos enseguida. ¿Esta inclinación y práctica de la escritura, se vincula desde un principio, desde los inicios, a tu actividad como periodista radial y comentarista deportivo? ¿Y en qué medida una ha ayudado o no a la otra?
En 1979 escribí mi primer libro El intruso. Y recomencé en 1997 con Un grito en el desierto, junto a Audiencia con el Diablo, Casta de la Crueldad, Papel Prensa, el Grupo de tareas, los que más reconocimiento han tenido. También siento aprecio por mi libro de poemas La Herida Azul. Y cuando digo que los quiero, es porque no hay mayor felicidad para mí que encontrar un tema que me ocupe la vida. La aventura y el desafío de escribir te llevan a profundizar lecturas, a relacionar hechos que se hacen parte de tu vida. Mi pequeño arte es el relato deportivo porque intento escribir en el aire, pero la oralidad no puede compararse con la palabra escrita. Tiene mérito inventar una frase sobre la marcha, pero hay mucha más belleza en la frase elaborada, en la música de las palabras encadenadas. Es otro ritmo, otro género.
¿Cómo surge la idea de escribir La casta de la crueldad? ¿Tiene alguna relación con lo que vas desgranando de la realidad en tu trabajo diario radial en el programa La Mañana en FM750 o nació como una idea independiente de ella? ¿O son crónicas y apuntes que ibas elaborando sobre distintos temas, que se fueron luego redondeando en una publicación unitaria?
Lo escribí en tiempo presente. Empecé en enero, cuando creí entender que lo de Milei era, desde el primer día, una insolencia de la historia y un dolor muy profundo para la mayoría de la gente, exceptuando solamente a la elite. Así que, sin necesidad de la perspectiva siempre aconsejable, acompañe el día a día de los padecimientos del presente y futuro, procurando diferenciarme del día a día en la radio. Hacer mejor literatura que la que el periodismo, con sus reglas, exige.
Uno de los aspectos relevantes de tu libro, según mi opinión, es la descripción, a través de citas de autores importantes o de tus propias meditaciones, acerca de ese funesto fenómeno logrado por la derecha en tantos países de hacer votar a las clases populares contra sus propios intereses, fenómeno del cual la Argentina es un ejemplo claro. ¿Qué factores, en tu opinión, han generado en líneas generales este fenómeno?
Una larga predica contra los que han intentado políticas que humanicen el capitalismo, ha sido exitosa. Poniendo énfasis en valores que la gente aprecia, aunque no las practique, destrozaron la credibilidad de los sectores políticos comprometidos con la igualdad social, profundamente despreciada por la derecha. El valor de lo colectivo que viene siendo atacado desde hace 250 años por libertarios como John Stuart Mill, Herbert Spencer o más cercanamente Ortega y Gasset, tuvo un auge excepcional con Friedrich Hayek, Milton Friedman o Gary Becker, entre otros. Todos ellos centralizan sus obras en la lucha contra el Estado. Los intereses de los ganadores del sistema fueron creciendo, la avaricia los carcome, el poder lo construyeron con las herramientas más precisas y se metieron en la cabeza, también, de muchos trabajadores. En nombre de esos “principios” votaron contra sus intereses, como señala el diputado español Gabriel Rufian. La ignorancia, la individualidad, las redes y su simpleza bestial fueron logros sobre los que estructuraron su dominio. Solo el diablo podría asumirse como partero de ese sistema.
En medio de tanta tristeza por lo que ocurre acá y en el mundo, de nostalgia y rabia a la vez, tu mensaje, sin embargo, es siempre un llamado a la esperanza, a la resistencia. ¿Pensás realmente que, en medio de tanta crueldad y codicia, el mundo puede recuperar alguna cuota de sensatez que nos impida caer definitivamente en el abismo y lograr un contrato social más justo y humano entre las personas?
En el presente, el poder político siempre es recuperable. La derecha hace tal daño en su gestión, que ellos mismos empujan el retorno de los colectivistas. Pero el poder real siento, con imperiosa necesidad de equivocarme, es definitivo. Es de Ellos. ¿Para qué el poder político, entonces? Para ponerle un dique al monstruo. Para juntar como los pertrechos de una batalla perdida, lo que nos permite soñar de nuevo.
A.C.