El destacado animador, locutor, libretista y comunicador Marcelo Simón falleció el domingo 10 de septiembre en la ciudad de Buenos Aires a los 82 años. Nacido en Córdoba, a los 16 años tuvo su primera experiencia en la televisión. Desde entonces desarrolló una extensa carrera en nuestro país a lo largo de más de 60 años, tanto en radio como en televisión, siempre abocado a difundir y fortalecer la cultura popular, con recordados ciclos dedicados a la música folklórica argentina y latinoamericana, entre los que se destaca Voces de la patria grande.
Fue director de Radio Municipal, el viejo Canal 7, La Folklórica (FM 98.7), Radio Universidad de Córdoba y editor de la revista Folklore. Durante muchos años fue también maestro de ceremonias del Festival de Cosquín. También fue conductor en las radios Excelsior, América, Libertad, Córdoba, Radio Provincia de Buenos Aires, y en los canales 2, 7, 9 y 11 de televisión, entre otros medios. Gran conocedor de nuestra cultura popular, dio conferencias sobre música argentina y latinoamericana en la Argentina, Estados Unidos, Israel y Francia.
La Fundación Konex le otorgó en 1997 el Diploma al Mérito de Música Popular en la categoría Comunicación–Periodismo. Además, obtuvo una decena de premios Martín Fierro por su labor.Autor de libros como Adiós Neruda y Detrás de la muerte, Marcelo Simón fue homenajeado oportunamente en la sede de Argentores en reconocimiento a su trayectoria, con la presencia de sus familiares, autoridades de nuestra entidad y figuras como Juan Carlos Saravia, Víctor Heredia, Jaime Torres, Ramón Navarro, Sara Mamani, Osvaldo Papaleo, Andrés Percivale, Piero, Alejandro Dolina, Melania Pérez, José Curbelo, Ramón Ayala, Mariana Carrizo, Alicia Petti y Luis Landriscina.
En aquella jornada, el presidente del Consejo Profesional de Radio de Argentores, Pedro Patzer, lo definió a Simón -quien era socio de nuestra entidad además- como “un libro encantador que al tiempo de leerlo te revela las invisibles heridas, un trashumante de la cultura, nómade de la radio, amigo de los que necesitan amigos, enemigo de los que son amigos profesionales. Valiente hasta la locura, matemático del amor, contador de las cosas que la gente guarda en el patio de la memoria, nieto de un cura, sabio a las piñas, tango cordobés, enamorado del acto de enamorar, un hombre que ha plantado varios árboles en jardines ajenos.”
Ahora, tras su muerte, Florencio, volvió a recurrir a Patzer -discípulo, amigo dilecto, testigo de su lucidez, talento y principios- para volver a redefinir a Simón y sus interminables aristas humanas.
Esto fue lo que ahora escribió:
“Amaba el amor de los marineros de Neruda,
habitaba el lado más pájaro del alma de Tejada,
bebía del mismo vino de los mineros de Jaime Dávalos,
era de los puertos de Horacio Guarany,
jugaba al truco con el diablo y Ariel Petrocelli,
amigo del sol y el canto de María Elena Walsh,
peregrino de los jardines de Mercedes Sosa.
Adiós Capitán, gracias Marcelo Simón por enseñarnos a amar la vida.
Algo de Dandy de provincia, de músico del Titanic, de hermano de los huérfanos, de salida de emergencia de lugares donde la gente quiere que la vean salir por la puerta principal.Una copa de vino llena de pájaros, de traje siempre, como los antiguos maestros de ceremonia de la vida.Un libro encantador que al tiempo de leerlo te revela las invisibles heridas, un trashumante de la cultura, nómade de la radio, amigo de los que necesitan amigos, enemigo de los que son amigos profesionales.
Valiente hasta la locura, matemático del amor, contador de las cosas que la gente guarda en el patio de la memoria, nieto de un cura, sabio a las piñas, tango cordobés, enamorado del acto de enamorar, un hombre que ha plantado varios árboles en jardines ajenos, ha escrito libros de incumbencia de todos, menos de los Torquemada de los setenta; ha tenido hijos, biológicos y culturales, ha tropezado muchas veces con él mismo, pero siempre se ha puesto de pie.
Perseguido por opresores, buscado por los señores de la democracia, inteligente hasta el dolor, escorpiano hasta el veneno de la dulzura, generoso hasta pedir un crédito para compartir un vino con amigos. Difícil y fácil, de todos y de nadie, de la Próspero Molina y de la soledad, lector de Borges y conversador de cabaret, ciudadano ilustre de las ciudades que le dieron trabajo cuando estaba prohibido, maestro y aprendiz de la vida, habla en todos los idiomas argentinos, intelectual y boxeador, autodidacta del destino, ajedrecista de los días, mi amigo Marcelo Simón.”