En funciones desde 1990, el Ballet Folklórico Nacional debutó esa temporada en el Teatro Colón, bajo la dirección de esos dos notables artistas que fueron Santiago Ayala y Norma Viola, con un repertorio integrado por cuadros coreográficos basados en paisajes nacionales, mitos, costumbres, historias y leyendas. Estas creaciones, de acuerdo con sus fundadores, debían ser el fiel reflejo “de las expresiones de las culturas regionales y tradicionales argentinas.” Desde agosto de 2023, el ballet está conducido por Glenda Gasaretto, su directora y por Fernando Muñoz como subdirector, quienes están secundados por dos asistentes coreográficos: Soledad Buss y Juan Paulo Horvath.
Con sede en el Teatro Cervantes y con el firme deseo de tener pronto un sitio propio y definitivo, el elenco del BFN está integrado por cuarenta y dos bailarines provenientes de diferentes provincias y por un equipo artístico-técnico propio de profesionales en iluminación, escenario, vestuario, sonido, utilería, multimedia y administración. Todos ellos planifican y contribuyen con la labor del cuerpo para llevar adelante las propuestas artísticas, que incluyen obras emblemáticas del repertorio como Aquí me pongo a cantar… basado en El gaucho Martin Fierro de José Hernández; Juan Moreira sobre el relato de Eduardo Gutiérrez, y la Misa Criolla, inspirada en la obra musical creada por Ariel Ramírez y también nuevas creaciones que se han ido incorporando estos años.
Desde su fundación hasta hoy, la compañía continúa realizando presentaciones y actividades didácticas por toda la Argentina y por el exterior (el ballet ya ha estado, entre otras plazas, en Colombia, Brasil, Paraguay, Chile, México, España, Portugal, Bulgaria, Albania, Francia, Suiza y Japón). La cordobesa Glenda y el bonaerense Fernando, ambos coreógrafos y bailarines -y egresados, además, del Profesorado Nacional Superior de Danzas Nativas y Folklore-, dialogaron con Florencio en un alto de un ensayo, en el onceavo piso del Teatro Cervantes. La imponente sombra, la gravitación del “Chúcaro” (Santiago Ayala, 1918-1994, acaso el bailarín y coreógrafo nativista más relevante) habrá de sobrevolar una y otra vez la charla con sus continuadores, como se observará aquí.
La esencial condición autoral de un coreógrafo o de una coreógrafa es un buen punto de partida para empezar a hablar, ¿no?
Glenda. Claro. Uno es un investigador, un trabajador, que no solo pone énfasis en plasmar una coreografía, sino antes en el estudio de un cuerpo y en las posibilidades de los distintos lenguajes que existen para poder poner en ese cuerpo del que hablo un material cinético que pueda hablar, decir, construir un mensaje. Además, un coreógrafo de folklore es un investigador no solamente de la parte cinética, sino de la teoría, es un creador que quiere dejar algo. Para eso tiene que haber investigado mucho del tema del cual quiere hablar. En síntesis: un coreógrafo es claramente un autor de un mensaje de alto impacto, aunque sea de un minuto o dos. Es un creador, que debe resumir un montón de conocimiento e ideas y expresarlas luego a través de un movimiento.
¿Qué características especiales debe tener un coreógrafo o una coreógrafa “folklórica”?
Fernando. Más allá del avance de la composición folklórica en la escena, el género tiene una espiritualidad eterna, tan fuerte como variada. Por lo tanto, hay nuestra función es descubrirla, revelarla. Existe un abanico de regiones con características muy claras. Cada región tiene una música, un paisaje, en definitiva, una forma de moverse. Todo esto te da una información que te permite luego utilizarla como disparador para la escena. Por citar una obra, del Chúcaro en este caso, El sueño de la pastora, ella resume el paisaje del noroeste de una forma maravillosa y el espectador no solo “ve” su música y su movimiento, sino un relieve, un paisaje total…porque con poner en escena ese cactus y esa pastora, ya te pinta un mundo.
¿Cuál es el puntual objetivo artístico del ballet?
Glenda. Tiene que ver con la función cultural y el poder transmitir y hacer llegar la cultura de nuestro país a todos lados. También la obligación de mantener viva su tradición y poder reflejarla a través de un acto artístico. Nos hace recordar quiénes somos, de dónde vinimos. El ballet transmite, mediante obras, la sabiduría de un pueblo.
Llevar las obras creadas en las que el país real se refleja sobre el escenario a todo el territorio, nos imaginamos, es un hecho central de la gestión, es decir no dedicar toda la atención al público porteño.
Fernando. La capital, donde estamos haciendo muchas cosas, tiene gente que siempre nos acompaña. Pero, llevar este material al interior es uno de los puntos principales. Esto es alcanzar a todos lados. Es un compromiso. Y no dejar a nadie ni a nada afuera: si vamos a Jujuy, tendremos un cuadro del Sur, si llegamos a Cuyo, uno del Litoral o del Norte… y siempre así.
¿Cuál es el legado de Santiago Ayala, cómo podemos definirlo de cara a las nuevas camadas que no lo conocieron?
Glenda. Le dio a estas danzas y a la escena un grado máximo de profesionalismo, un lugar de valor supremo. La sacó de su lugar, las puso en contexto y las llevó del mejor modo al escenario. Hizo de cada uno de los bailarines y bailarinas un gran artista integral.
Fernando. También resalto su poder de síntesis. Tomaba el hecho folklórico puro y lo transpolaba a la escena. Una de sus obras que me ha marcado, La chacarera de la luna, tiene una potencia escénica superior con muy poco; el espectador lo único que ve es… un paisano santiagueño hablando con la Luna. ¿Cómo eso no te a conmover, a plantarte en el monte santiagueño?
¿Cómo se manejan ante la elección del repertorio, con esa tensión en donde deben convivir los clásicos -que todos esperan- con las nuevas creaciones, a conocer?
Glenda. Es complejo. Ellos -hablo de Santiago Ayala, de Norma Viola- han dejado un legado, obras maravillosas, las han puesto en una vara muy alta. Ponerse a esa altura no es fácil y al mismo tiempo no debemos hacer oídos sordos a lo nuevo. Todo arte es dinámico, se mueve y no podemos quedarnos afuera. Hay que permitir que nuevas corrientes tengan una mirada distinta, que creen nuevos elementos. Las obras deben mantener la esencia, pero con dinámicas de hoy.
Fernando. El folklore es un ámbito de la cultura que a nivel escénico ha evolucionado. El Maestro tenía una manera de investigar, de abordar un tema de una manera única.
Glenda. Hoy tenemos un contexto nuevo. Nuestra nueva realidad debe ser contada también y ese es un gran reto.
Los colores, los matices de nuestras regiones son muy variados. Conviven la sobriedad de lo sureño, la alegría del Litoral, los matices de Cuyo, la intensidad del Norte, etc. ¿Cómo se manejan con esta paleta de temas?
Glenda. A ver. Al público, seguramente, lo que más le llama la atención son los ritmos más alegres: Centro, Norte, Litoral. Son más visuales, coloridos. Pero nos encanta recorrer todas las regiones. El desafío es tener obras de todas porque cada una de ellas es tan genuina y particular…
Fernando. Yo soy cordobés, ella es bonaerense y acá, en el ballet, hay un montón de gente talentosa de todo el país. Uno de los objetivos que nos pusimos es que un bailarín folklórico debe manejar todos los ritmos. Y debe ser representativo de cada habitante del país. No debe quedarse solo con el ritmo de “su” zona. Tiene que entender con profundidad las claves de la cultura de una zona lejana a la suya de origen.
¿Qué condiciones hay que tener para formar parte del ballet?
Glenda. Tenemos que encontrar la esencia, antes que la técnica. Uno advierte enseguida al realizar una audición cuando el bailarín o la bailarina es artista, aunque no haga cien piruetas. Por supuesto, para el nivel que aspiramos, obviamente, tiene que tener conocimientos técnicos que ayuden. Pero, sin esa previa condición de ser sensible, “artista”, se complica.
Fernando. En todas las disciplinas, en todas las ramas de la danza, el bailarín que siempre se busca, es el folklórico. En el ámbito del tango, hay muchos bailarines folklóricos. Lo mismo en el contemporáneo. Sin desmerecer, creo que es porque el bailarín de nuestro género tiene una espiritualidad que otros no. Lo que buscamos es la mezcla de la impronta personal con la disciplina corporal y estética. Yo puedo ser muy buen bailarín desde el punto de vista técnico, pero si no conozco la espiritualidad, si no me traspasa el alma un carnavalito, un chamamé, seré un reproductor de formas, pero no un artista.
Glenda. Un bailarín popular, viene con su tierra, con su gente y paisajes, con su cultura, eso no se aprende en una clase de técnica. Eso le da poder, una rítmica, le da un temple sobre el escenario que otros no tienen. Ese bailarín folklórico, que por ahí va a una clase de clásico, tiene una rítmica diferente, una gran potencialidad y una escenificación distinta.
Ustedes resaltan a menudo la importancia de no dejar de lado lo que han llamado la “historia social”.
Fernando. Veamos nuestros cantores: Horacio Guarany, Mercedes Sosa, más acá Raúl Carnota, Alfredo Abalos. No le cantaban a un paisaje, sino a los sufrimientos y la alegría de los pueblos, para al minero, al hachero, al islero, al peón. Ayala, con La chacarera de la Luna contó como nadie la soledad de un gaucho en el monte santiagueño. Es muy fuerte. Entonces, al procesar, hay que dejar un mensaje. Hoy la sociedad tiene la necesidad de que le sigamos contando cosas, es un reto. Estamos trabajando sobre los incendios en la tierra, en los montes, que han hecho desastres. Esto forma parte de lo que estamos preparando y pronto presentaremos. Todo esto tiene que estar reflejado en la escena, sino nos convertimos en un fenómeno paisajista, pintoresco, turístico.
¿Recomiendan que los bailarines y las bailarinas del ballet, como espectadores, se nutran estéticamente de otros géneros, como el teatro, hip hop, el jazz, el clásico, el tango, lo contemporáneo?
Glenda. Sí, un artista no es solo un intérprete, sino un creador, tiene que estar involucrado con todo, porque conocer otros géneros lo hace crecer, lo lleva a pensar mejor lo que tiene que transmitir, conocer ideas, posibilidades, nuevas herramientas para hacer una propia mini investigación. Y porque amplía tu universo. Le abre la cabeza.
Fernando. Ayala, recalcaba en todos sus reportajes salir, investigar, ver “otras” cosas. ¡Leer!
Muchos de sus bailarines son coreógrafos consumados.
Glenda. Nuestro plantel ronda entre los 36 y 50 años. Son bailarines y bailarinas que están en su mejor momento y que han pasado por millones de situaciones, son muy formados. Además, muchos tienen obras realizadas, grupos de danza, Con ellos, hoy trabajamos muy bien en la creación de nuevos sueños.