EL DIRECTOR JORGE GRACIOSI HABLA DE LA NUEVA PUESTA

La vuelta del “Guapo del 900” y el valor de la lealtad

La vuelta del “Guapo del 900” y el valor de la lealtad

En la Argentina de comienzos del siglo veinte, el coraje, la nobleza, la fidelidad son algunos de los firmes valores que Ecuménico López pone a disposición de Alejo Garay. Al descubrir las relaciones de la esposa de este último con Clemente Ordóñez, un dirigente de la oposición, Ecuménico decide actuar por su cuenta.  Quiere “asustarlo”, pero esto termina involuntariamente en un asesinato.

Este, no es otro que el nudo argumental de Un guapo del 900, la gran obra teatral del dramaturgo Samuel Eichelbaum estrenada en 1940 bajo la dirección de Armando Discépolo y, que ahora, con adaptación de Tito Cossa y dirección de Jorge Graciosi, se ha dado a conocer en el Teatro Nacional Cervantes.

El experimentado director, en los días previosal estreno y al fallecimiento del notable e irremplazable Tito Cossa, recordaba que la acción transcurre en Buenos Aires en “tiempos electorales y corruptos, todo esto atravesado por esa grieta sociopolítica de los argentinos. Esa grieta que ya se vislumbraba en 1810 con saavedristas y morenistas, que siguió luego con unitarios y federales y que se desarrolló a lo largo de nuestra historia con muchas versiones, salpicando de sangre nuestro territorio con fusilamientos, bombardeos y desapariciones forzadas.”

Y añadíatambién: “Ecuménico López, nuestro gran personaje, nuestro ‘Guapo’, su dimensión heroica y su grandeza pasa por el reconocimiento de la culpa. El destino y la historia lo ubican en otra grieta: radicales y conservadores. Para, paratodo ciudadano nacido por fuera de la oligarquía o de las clases acomodadas, las únicas posibilidades de subsistencia eran el trabajo esclavo o la servidumbre a personajes políticos. Por otra parte, Ecuménico nació en medio de todas las tormentas políticas y sociales, vivió su vida con muchas carencias, tal vez todas, pero tocado por una varita mágica que lo dotó de una gran cualidad: la lealtad. Esa lealtad tantas veces ausente y, sin embargo, tan necesaria en la vida.

Para ahondar en la recuperación y en el tratamiento de este texto mayor de nuestra dramaturgia, en un alto en un ensayo, Florencio dialogó con el director sobre esta nueva versión.

¿Por qué esta obra, su elección, y por qué cree que no ha perdido vigencia?

La elección fue un poco casual. A Tito le pidieron adaptarla para un radioteatro, hace años. El se entusiasmó mucho, incluso fue premiado. Se convirtió en un verdadero investigador de la obra. Cada tanto, en nuestras charlas, aparecía el tema. “La tendríamos que hacer en el teatro”, decía.  Y llegó la posibilidad de montarla finalmente en el Cervantes. Nos encontramos con muchos problemas, sabíamos que hacerla fielmente ahora era imposible, entre otras cosas por la gran cantidad de personajes. Es que el paisaje que pinta el autor es muy difícil de reproducir: aquella ciudad, con su pobreza, el origen del tango,ese que se bailaba en la calle entre hombres. Al mismo tiempo, no podemos dejar de indicar la importancia de lo que Eichelbaum describe tan bien (la grieta entre radicales y conservadores), en aquel principio de siglo, y, fundamentalmente, la corrupción, que era tremenda. La obra habla de los viejos comités, donde iban a llevar los documentos de toda una familia antes de las elecciones, de las votaciones que se hacían levantando la mano y todo con una mirada de viejo socialista, crítica,muy hecha desde “afuera”. Natividad, la madre de Ecuménico y todos sus hijos eran sencillamente servidores de Don Alejo Garay. Juntaban gente, iban a los actos. Ella iba al almacén y todo iba a la cuenta de Don Alejo. Vivian de eso. En realidad, comían nada más. No eran contratados de alguien. Eran, repito, servidores.

¿Cómo estima que ha sido el trabajo de Tito como adaptador, su “mirada” sobre este clásico y cómo fue el trabajo diario desde el momento en que se decidió hacer la obra?

Tito arrancó y trabajó mucho desde el personaje, desde Ecuménico. Eichelbaum era un gran lector de Ibsen, de O´Neill, era alguien al que le interesaba más que nada la psicología del personaje. Esto era una constante en todas sus obras, no hay más que ver Un tal Servando Gómez. ¿Cuál es el problema central de Ecuménico? La culpa.Él lo dice bien: “Estoy arrastrando una muerte que me quema los pies y no puedo caminar por la calle.” Tito le dio a la pieza una cierta vuelta de tuerca, hablando sobre la lealtad, en este caso en la política, esa que no se encuentra hoy en día. En el personaje de Ecuménico hay una eticidad, aun dentro del hampa, una lógica.

Todo ocurre en un ambiente bravo, marginal.

En la obra queda claro que Don Alejo nunca mandó a matar a nadie; si Ecuménico asesinó a alguien fue en algún entrevero. En la muerte con que se encuentra (la del amante de la mujer de Don Alejo), se nota muy bien la mano del adaptador. Y acá Tito tuvo una idea clave. En la única escena larga de la obra, están en el hotel Edelmira y Clemente Ordoñez. Ella está perdidamente enamorada.Llora por él, le pide estar más tiempo. Y Tito aquíempezó a dar vuelta todo. Pidió que el actor fuera mucho más joven que ella. El pibe está enamorado, es un radical de la época y quiere que se vayan a vivir lejos, en este caso a París. Ella le dice: “No, no me voy a separar de Alejo, es un hombre importante, me quiere, me cuida”. “Pero te maltrata, te ha levantado la mano”, le contesta él.  “No importa, no me voy a separar. Una vez por semana, con vos, es suficiente, dice ella”. Y ahí es cuando aparece la figura del guapo en la habitación.

¿Para un director que dificultades o fortalezas encierra encarar una obra clásica de este tipo?

Me sienta bien; con Tito nos manejamos de memoria a esta altura, nos entendemos. Pero, ojo, no faltaron discusiones. En esta adaptación hubo una fuerte. Él estaba muy focalizado en la “lealtad”, mientras que yo quería marcar a la corrupción política. Y no la tenía, no la venía encontrando en la adaptación. Al final, pude agregar este tema, de la mano de un personaje que está en la obra original,Bravato, un italiano, un verdulero que recauda para el comité, que trae los documentos de los finados, que lleva y que trae, por supuesto, a cambio de un puesto en el mercado. Yo quería poner esa “mugre”.  Eso, dentro de lo dramático que tiene la obra, es un descanso para el público, es una cuota de humor.

¿Cuál es la trascendencia de Eichelbaum, su valor estético autoral permanente?

Tuvo dos etapas, creo que bien marcadas. En la primera, vemos a un autor costumbrista, siempre con su Entre Ríos natal, influido por el teatro universal. Y luego otra, la deUn guapo del 900 y la de Un tal ServandoGómez, ya en los años cuarenta, profunda, dura, muy distinta a la anterior.

¿Cómo fue tu propia relación con la obra como espectador?

No recuerdo a la pieza “radialmente”. Sí, la vi en teatro. La primera, hace mucho, en la clásica versión conMilagros de Vega. También la que dirigió Rodolfo Graciano en los ochenta, primero con Rodolfo Bebán y después con Claudio García Satur. Con respecto al cine, recuerdo la de Torre Nilsson, con Alfredo Alcón, pero, sobre todo otra, la que dirigió Lautaro Murúa, protagonizada por Jorge Salcedo.

“Un guapo del 900” es su puesta del Teatro Nacional Cervantes en 2024

En Radiografía de la pampa, Martínez Estrada destaca el valor del cuchillo que, a diferencia de la espada, es un arma  “íntima”, sin exceso, que obliga a pelear cara a cara, a sentir la sangre de cerca. En varios cuentos y en distintas poesías, Borges resalta lo mismo.

Claro. Eso es muy de Eichelbaum y muy borgeano. En el texto de la obra se ve esto, en la despedida de Don Alejo y Ecuménico. El primero le dice: “Andate de acá, no sé cómo no te quemo de un balazo.” Y Ecuménico le contesta: “Como arma, prefiero un cuchillo, Don Alejo. El revolver mata de lejos. En cambio, el cuchillo… obliga a pelear de cerca. Es masde hombre.”

La puesta en el Cervantes

El elenco está conformado por Juan Manuel Correa, Patricia Durán, Gabriel Fernández, Celeste García Satur, Darío Levy, Miguel Sorrentino y Carla “Char” Vianello como música en escena.

La puesta tiene coreografía de Mecha Fernández, música original y dirección musical de Mariano Cossa, iluminación de Horacio Novelle, vestuario de María Armentano y escenografía de Alejandro Mateo.

L.C.

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