UN ARTE QUE SE REMONTA A LUIS XIV

La danza y su comprensión

La danza y su comprensión

Por algún motivo misterioso, la danza escénica –es decir, aquellas obras de danza pensadas para un público- ocupa un lugar no tan relevante en la apreciación social si se la compara con el teatro y con la música en todos los géneros.Pareciera que la danza exige de los espectadores una mayor necesidad de lo que podríamos llamar “comprensión” (dejemos de lado, por supuesto, a los aficionados consecuentes y los balletómanos). Quizás aquel malentendido surja del hecho de que la danza no es tan abstracta como la música instrumental ni tan literal como el teatro. En este raro límite entre representación y abstracción puede ser que resida la cuestión.

El espacio, el tiempo y las cualidades del movimiento

Si gruesamente podemos decir que la música está hecha de sonidos y el teatro de palabras y acciones, la danza está constituida por tres elementos: tiempo, espacio y energía (también llamada “cualidad de los movimientos). Con estos elementos se construye la danza: atravesar el escenario en una diagonal, recorrerlo en un círculo, ir hacia el suelo, alzar los brazos, girar sobre el propio eje, son ejemplos de cómo el espacio es “diseñado” por la danza. Pero en estas acciones, y en infinitas más, el tiempo también puede asumir muchas variantes: tomando el primer ejemplo, es posible describir ese círculo rápida o lentamente, sobre un compás rítmico determinado, de una manera continua o cortada. Y en cuanto a las cualidades del movimiento: se podría recorrerlo de un modo tenso o liviano o pesado entre otras muchísimas posibilidades.

Resumiendo: los elementos “tiempo-espacio-cualidades del movimiento” están inextricablemente unidos en toda acción de danza y son la base para poder penetrar en su naturaleza; es decir, en cómo está constituida. Este es un primer paso hacia la comprensión.

Analizar una obra de danza, que es lo que yo propongo en mis cursos y talleres, agrega al eventual placer estético una dimensión más profunda. Pero el análisis no enfría el disfrute de una obra, si bien hay ciertos prejuicios al respecto; por el contrario, lo multiplica en la medida en que podemos valorar los elementos que puso en juego el coreógrafo con aquellos recursos, aparentemente tan sencillos, para llegar a transmitir o comunicar emociones.

Pero también lo contrario: si la obra no nos interesa o nos disgusta y podemos dejar de lado los aspectos subjetivos, la fundamentación de ese rechazo será inevitablemente más consistente.

Un poco de historia

La danza escénica lleva casi tres siglos y medio de una historia que comienza en una época y en un lugar precisos y que está asociada al nombre de un rey. Así son, por orden: últimas décadas del siglo XVII, la corte francesa y el monarca absoluto Luis XIV.

Luis XIV de Francia en atuendo de coronación – Hyacinthe Rigaud (Louvre)

Todo indica que la pasión por la danza del llamado Rey Sol lo llevó a crear la Academia Real de Danza en 1661 con la intención de formar bailarines y bailarines profesionales. A partir de sus 13 años de edad, Luis XIV comenzó a participar en fastuosos espectáculos que se presentaban en la corte misma. En 1653 actuó como el Sol Naciente en el famoso Ballet de la Noche, una alegoría en la que una casa en llamas era saqueada por ladrones. La Aurora, acompañada por el Sol y un séquito de seres benéficos, salvaba la casa. No era una alegoría ingenua: dos años antes, una multitud había invadido el Palacio Real para protestar por los altos impuestos y la miseria creciente; el Ballet de la Noche indicaba que Francia no se convertiría en una casa en llamas y que el Sol, su monarca absoluto, reinaría gloriosamente para siempre.

¿Por qué detenerse tanto en la figura de Luis XIV? Porque de su afición o más aún de su amor por la danza –es decir, de una iniciativa singularmente individual- nació esta forma de expresión que fue evolucionando desde el puro entretenimiento hasta alcanzar su lugar como un alto modo de comunicación artística.

No se trata aquí de elogiar a Luis XIV, un monarca que embarcó a Francia en guerras terribles y que llevó, como otros reyes antes y después que él, a tremendas opresiones e injusticias. Solo vale la pena detenerse en el hecho de que una persona por sí misma puede abrir un rumbo nuevo en el camino de la historia, de la historia de las artes al menos.

Y después…

El ballet, como género escénico, nace entonces en ese marco y es en aquel momento cuando se establecen los pasos y posiciones básicas de la llamada danza clásica y que se conservan hasta hoy.

La danza escénica, por supuesto, fue modificándose a lo largo del tiempo: es cierto que durante dos siglos mantuvo, con cambios, la fidelidad al ballet de los orígenes (pasando por la corriente romántica, la postromántica y la neoclásica) hasta que a comienzos del siglo XX se produce una verdadera revolución con el nacimiento de la danza moderna que luego, hacia la década de 1970, derivaría en la danza contemporánea.

Durante el siglo XX surgen otros temas, otras formas de interpretación, otras técnicas de formación de bailarines, en fin, otras maneras de hacer y de pensar la danza escénica. La relativa homogeneidad de las épocas anteriores estalló en mil pedazos.

La danza y la metáfora

Pero si hay algo que le da su carácter distintivo a la danza es su capacidad para crear metáforas con sus propios recursos, es decir, con el espacio, el tiempo y las cualidades del movimiento.

Jiri Kylian

La metáfora es una de las muchas figuras retóricas que se usan en la poesía, en la literatura en general, en los discursos de cualquier tipo y en el habla cotidiana. La metáfora consiste en recurrir a un uso figurado del lenguaje y que refiere a algo sin nombrarlo. Hay, por supuesto, miles de ejemplos; cuando decimos que tienen a alguien “bajo la lupa”, o que “su corazón es de piedra” o que tiene “nervios de acero”, o que tal cosa es “un regalo del cielo”, evidentemente no pensamos que la lupa, la piedra, el acero o el cielo reflejen una realidad concreta. No, sabemos que son figuras retóricas y más específicamente, metáforas.

¿De qué manera funcionaría la metáfora en la danza? No de la misma manera, desde luego, sino utilizando sus elementos básicos para decir algo que no se puede decir literalmente. Un ejemplo: volviendo a aquel bailarín que recorre en un círculo el escenario y dependiendo del contexto, esta escena puede estar hablándonos de una huida o de una búsqueda o de un encierro o de tantas cosas más. Y está solo expresado con el diseño espacial que elige el coreógrafo y con la velocidad y la energía del movimiento.

Pero el relato en la danza nunca es literal; o, mejor dicho, trasciende la literalidad. Hay una preciosa frase del gran coreógrafo checo Jiri Kylian que suelo citar: “La danza nos habla de cosas que no pueden decirse con palabras”.

Laura Falcoff