CONVERSAMOS CON LA COREÓGRAFA JOHANA COPES

Herencia de tango 

Herencia de tango 

Heredera de un apellido -Copes-, que compendia en sí mismo al mejor tango como total expresión artística popular de altisímo rango, Johana lleva adelante una múltiple tarea docente, coreográfica y continúa el legado de su padre en la formación de nuevas camadas de bailarines y bailarinas y en el entramado de espectáculos enfocados en nuestra música ciudadana. 

Juan Carlos Copes (1931-2021), recordamos fue, y acaso como nadie, el verdadero generador del primer método de enseñanza del llamado tango-danza, el hacedor del ballet de tango tal cual lo entendemos hoy y el constructor de la “profesión” de bailarín de tango. Johana, su hija, hoy continúa las banderas estéticas del gran Copes. Y las refuerza con una especial mirada “de género”, traducida en la creación y mantenimiento del primer festival dedicado al rol femenino en el mundo dentro de la actividad: el “Ladys Tango Festival Internacional”.  

Asimismo, lidera su propia compañía artística, como también es gestora de eventos culturales en la Argentina y el mundo, tiene su productora (“Grupo Copes”) y coordina en Almagro el espacio “Copes Tango Estudio”, donde se realizan clases grupales y privadas para todos los niveles con diferentes temáticas y entrenamiento para baile social, escénico y de campeonato. 

El tango, fenómeno argentino incomparable, mirado a través de la condición coreográfica, es un buen punto de partida para conversar con ella, durante una visita al espacio Encuentro de nuestra entidad. 

“El coreógrafo o la coreógrafa, y especialmente en el tango, es un autor o una autora que maneja una especie de lápiz para armar un boceto. Después aparecen los colores, la intención. En nuestro género, el rol tradicional del hombre era el de conductor, era el que manejaba ese “lápiz” y al mismo tiempo estaba la mujer, en otro plano, dando el color, la pincelada, el toque, la decoración, la terminación. Nosotros tenemos que conectarnos con lo que escuchamos musicalmente, dejamos que los sentimientos aparezcan y luego ya dentro, hacer que nuestros lenguajes fluyan”, advierte. 

Consultada acerca de qué es lo esencial, qué es lo primero que tiene que comprender profundamente alguien que esté armando un espectáculo coreográfico tanguero, contesta: “Lo primero es escuchar una y otra vez la música y entender en profundidad a partir de ahí cuál es la historia que se quiere contar.”  

Agrega, entonces: “Cuidado. No todo debe ser movimiento y técnica; si nos quedamos en lo externo, en el “afuera”, y se percibe que eso está vacío de sentimiento, no transmite. Y por lo tanto no sirve. Debemos estar, claro, atentos al piecito, a la figura, al detalle finísimo, pero si se pasa por alto al corazón, el espectador se da cuenta al instante.” 

Y el tango, “esa diablura”, en definición borgeana, ¿qué paleta maneja y qué lo hace tan distinto a todo?  

Johana avanza: “Es una manera de ser, de bailar, de cantar que nos conecta con el origen que todos tenemos. Aunque a veces no se advierta, siempre está allí. Si sos de Buenos Aires, más, todavía. Eso aparece cuando uno ve bailar a alguien; todo el mundo lo puede hacer bien, pero cuando lo hacer alguien de acá, se nota.” 

La huella de su padre es demasiado amplia. La bailarina nos hablará de las influencias que sobre él ejercieron bailarines del cine clásico de Hollywood como Fred Astaire o Gene Kelly, de su múltiple capacidad para trabajar con comodidad en conceptos distintos y tan variados como el gran show for export o el espectáculo tradicional.  

También se habrá de referir a su visión estratégica (“él creyó siempre que la danza sería el gran anzuelo que traería de nuevo al género al primer plano, tal como ocurriría en los años ochenta con Tango Argentino en Broadway”) o a su huella en cada paso de baile, aún hoy (“cuando bailo con mis compañeros, cada uno con su propio estilo, es muy común que al final de alguna pieza se revele con naturalidad que estamos haciendo una figura típicamente suya”). 

Johana cree que, a pesar de que los dos módulos centrales de la actividad (el tango social, ese que se baila llanamente en las milongas y el otro, que se celebra en los escenarios de modo profesional) se han acercado bastante estos años, contienen formas que aún difieren.  “El descansar bien, el alimentarse con sobriedad, el estudio como forma de superación, los horarios respetados, cierta disciplina,  son bases que un bailarín de escenario no puede dejar de respetar. El otro permite libertades que están muy bien, pero que no se pueden trasladarse, porque las normas suelen ser muy específicas y no hay que salirse de lo establecido.”) 

Cuenta que en 2000 le propuso a su padre hacer hincapié en la mirada inclusiva de lo femenino en el tango y que, desde allí, sobre todo desde la puesta en marcha del “Ladys Tango Festival Internacional”, ese tema fue un eje fundamental en su vida profesional. También que es el sonido de la orquesta de Aníbal Troilo es el que más le llega (“lo mismo le pasaba a mi viejo”), que la fusión con nuevos sonidos como el trap o como el eterno jazz le disparan necesidades creativas, que espera que la Ley de Danza se pueda llevar adelante, ya que “estamos invisibilizados, no tenemos defensa ni reconocimiento” y que espera que el egreso de las primeras camadas de docentes egresados de UNA puedan producir la tan soñada llegada del tango a la educación regular. 

L.C. 

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