Responsable del programa Argentores Federal, el secretario de Argentores, Guillermo Hardwick, indicaba hace algún tiempo que el origen de la iniciativa remitía a la imperiosa “necesidad de abrir los vínculos con los autores de las provincias.”Luego, tras recordar que la idea había nacido en el mandato de Miguel AngelDiani, sostenía que la mayoría de autores y autoras de toda la geografía nacional desconocía el universo de susderechos, contenidos en la Ley 11.723 (de Propiedad Intelectual) y en la 20.115, que particulariza el accionar de Argentores.
La aparición de los delegados y las delegadas culturales ha sido clave para ir subsanando esa carencia. Cada uno de ellos, situados en todo el país, de acuerdo a la visión del secretario de nuestra entidad, “es un par. Es un autor, un guionista, un dramaturgo. No es un Concesionario. Y tiene la misión de vincularse con los autores y autoras, pero a través de actividades que tengan estrictamente que ver con el oficio.”
Ideal para ahondar en el día a día de la actividad del consolidado proyecto que reúne a toda la comunidad autoral argentina, es Gonzalo Marull, delegado cultural de Argentores en Córdoba desde 2015, creador de obras como Reconstrucción de una ausencia y La autorización de Madrid, licenciado en Teatro de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba y profesor titular de Dramaturgia de la misma carrera.
¿Cómo definirías tu interacción diaria con autores y autoras de Córdoba, cuáles son las consultas más habituales, los temas complejos a resolver? ¿Hay alguna diferencia entre las inquietudes de los creadores de la capital y del resto de la provincia?
Las consultas más habituales son técnicas y administrativas. Hay que recordar que no sólo hablamos de arte, sino también de derecho y economía, entonces ahí es donde hay que, con amorosidad, contar cómo es el funcionamiento de la institución. También hay una necesidad de equidad en el acceso a los beneficios que te da ser socio o socia de la institución. Los temas más complejos que hay que resolver siempre son “metidas de pata” por desconocimiento, o peleas entre autores y autoras que tienen obras escritas en conjunto y han decidido separarse. En tiempos de crisis económicas (e inflación) las personas piden celeridad con respecto al regreso de su dinero. En Córdoba, hay diferencias entre la Capital y el resto de la provincia, fundamentalmente porque la gran producción se asienta en la primera, y luego en ciudades como Río Cuarto, Villa María, San Francisco o Carlos Paz. Pero, claramente, mientras más chico es el lugar, las autoras y autores sienten que se achican sus posibilidades de vivir de la profesión. Nuestra gran tarea es que eso, justamente, no pase.
¿Cuál es tu mirada acerca de la importancia crucial de que la sociedad de autores tenga delegaciones culturales en el país?
Argentina es un país muy grande, muy creativo y rico culturalmente. La presencia de Argentores en todo el país da equidad (al menos, por ahora, sensación de equidad). Si hablamos de derechos, es primordial que en cada punto del país las autoras y los autores sientan que son defendidos; que, siendo guionistas, dramaturgas, dramaturgos, autoras, autores, observen que pueden aspirar a una obra social, a una jubilación, a un reconocimiento a su esfuerzo, tenacidad, ternura, creatividad (por más que lo que generen en recaudación no se iguale a los grandes teatros de Capital Federal). Nuestra tarea es lograr eso, que la persona que escribe en Tilcara pueda tener los mismos derechos (económicos, morales, mutuales, culturales) que la persona que escribe en Capital Federal y que la persona que escribe en Córdoba Capital tenga los mismos derechos que la que escribe en Villa María.
Hablemos de un hecho central: que el delegado cultural sea un par, alguien que es autor y que, por lo tanto, entienda toda la problemática del oficio desde la cercanía
He realizado todos los talleres y cursos que da la Facultad de Derecho de la UNC sobre Propiedad Intelectual, eso me ha dado un conocimiento mayor para poder dar charlas, en las universidades o instituciones interesadas, sobre el funcionamiento de los derechos de autoría. Creo que allí se potencia mucho la credibilidad, al ser un par el que habla, que tiene los mismos problemas e inquietudes, que no duda en mostrar los claroscuros de la institución, pero que también puede contagiar la pasión por ayudar a mejorar día a día a una sociedad que puede cuidar y bregar por tus derechos. Igualmente, las empleadas y los empleados de la sociedad (cuyas profesiones son diferentes) son fundamentales para que yo esté parado dando esas charlas, porque, como justamente decía antes, es una sociedad que se dedica a administrar y proteger, y se necesitan especialistas que la sostengan desde ese lugar tan complejo.
¿Cómo podría definirse la situación cordobesa en cuanto a su realidad teatral, a su dinámica audiovisual, a su radio, a sus expresiones digitales, coreográficas o musicales, estas últimas volcadas a los escenarios?
El teatro independiente sigue su marcha, alimentado por las carreras de la UNC (Universidad Nacional de Córdoba), la UPC (Universidad Provincial de Córdoba) y el Seminario Jolie Libois. También, cada vez hay más participación en Villa María, Río Cuarto, la zona de San Marcos Sierras/Capilla del Monte y Cruz del Eje. Sufre, por supuesto, la crisis económica, pero se sigue destacando por la diversidad de propuestas, desde la forma y también desde los contenidos. El teatro independiente de Córdoba tiene una gran riqueza. A nivel audiovisual el Polo Audiovisual sigue apostando a las producciones de Córdoba, a nivel animación se ha llegado a un gran nivel; en cuanto al cine y las series seguimos necesitando una escuela de guion, que pueda abarcar todas las particularidades de la escritura audiovisual. Hay una explosión incipiente del universo de los podcast también, y una necesidad de teoría sobre cómo construirlos, crearlos, pensarlos desde el guion y la técnica sonora.
¿Cuánto de tu tarea diaria como delegado le quita tiempo a tu trabajo autoral, cómo se complementan ambas realidades?
Tiempo no quita nunca. Intento complementar todas mis tareas: soy profesor de dramaturgia en la UNC, de guion en la UPC, tengo una columna sobre series en la televisión de Córdoba, una obra en cartel y soy delegado cultural de Argentores. Cada día, en cada uno de esos trabajos, vuelvo transformado, con un conocimiento y aprendizaje nuevo, a veces siento que, aún sin escribir, estoy mejorando mi escritura. Leer textos de mis estudiantes, ver dos series por semana desde hace ya 3 años, resolverle problemas a autoras y autores, escuchar los silencios en las funciones de Reconstrucción de una ausencia, todo eso me hace mejor escritor, dramaturgo, guionista. Soy una persona muy contradictoria, por un lado, creo en la utilidad de lo denominado inútil, y aun así estoy todo el tiempo llevando agua para el molino donde intento perfeccionar mi escritura, que todo me sea útil. Mi querido amigo Guillermo Hardwick me dijo un día: “Gonza, todo el tiempo estás buscando el elixir de la perfección, tené cuidado con eso”,
“Los cordobeses tenemos historias que son increíbles. Lo que a nosotros nos falta es industria. Es el problema que tenemos desde la base mínima de las y los guionistas hasta llegar a la realización, ya que hemos crecido muchísimo en la parte técnica, pero nos está faltando la inversión”, decías en una nota. Ampliemos este concepto.
Bueno, si bien sigo creyendo en lo mismo, le agrego que nos falta una escuela de guion, una donde no sólo se enseñe la técnica (que es importante, pero tal vez no lo más importante), y en donde también se incendien mentes, se lea filosofía, se lea poesía, se analicen novelas, se reflexione sobre la mirada en el siglo XXI, sobre los avances técnicos, sobre el futuro, se haga un recorrido histórico del cine en Córdoba, se recorra toda la provincia conversando con la gente, anotando imágenes en un cuaderno, escuchando diálogos, voces, palabras. Una carrera de guion completa puede hacer que nuestra industria audiovisual sea reconocida en el mundo a través de sus grandes historias.
¿Qué destino tuvo La chica que limpia, la primera serie cordobesa que se vendió a México y que podría tener una versión en Estados Unidos? Indicabas que fue una sola,”como una especie de delfín en medio de un mar infinito”.
Tiene una adaptación mexicana: La muchacha que limpia y una estadounidense, Thecleaning lady, que es a la que mejor le ha ido en los streamings. En 2011 se realizó otra gran serie, La purga, que tuvo su proyección por televisión abierta y que también era policial. Este año se estrenó El brete (sobre la fuga más grande del país en una cárcel de mujeres) y ahora se está terminando de filmar la serie Neuronal, que combina thriller policial con tintes científicos. Todas policiales. Creo que una escuela de guion también ampliaría la mirada del mundo, la posibilidad de bucear en otros géneros y de arriesgar artísticamente.
Vayamos a tu faz creativa, autoral. Me gustaría que te extendieras en algunas frases tuyas efectuadas durante distintos reportajes, que encuentro muy interesantes, para que amplíes la idea: Por ejemplo, “En cine y teatro, necesitamos el final, en las series todo lo contrario: no queremos que terminen”.
Podríamos pensar que en cine y teatro experimentamos la percepción simbólica, que se fomenta y fortalece a través de la práctica ritual, que es intensiva, que permite percibir lo duradero y fijar una atención profunda y que propone un final para luego poder reflexionar sobre la experiencia. En el ritual se recrea lo simbólico, se ordena y se celebra el tiempo. Las series forman parte de la percepción serial, que se caracteriza por la incapacidad de experimentar una duración; es extensiva, por lo tanto, conduce a un visionado bulímico, a un espectador que no puede parar de consumir y termina con una atención plana. Es la captación indefinida de lo nuevo. Se apresura de una información a la siguiente, de una de una vivencia a la siguiente, de una sensación a la siguiente, sin finalizar nunca nada.Tal vez, poreso ahora se buscan equilibrios con miniseries o cortos “vinculados” (como los que acaba de estrenar Wes Anderson en Netflix. Se está intentando encontrar un equilibrio.
Te recuerdo otra: “Que el teatro esté atento al mundo, no para reproducir su ruido, sino su poesía”.
El ruido son las redes sociales, el tiktok, la industria del espectáculo, lo efímero, lo rápido, lo que necesita ser consumido vorazmente, la noticia amarilla, lo pornográfico, lo periódico, lo que fácilmente olvidamos, lo que quiere empequeñecernos para poder dominarnos. La poesía necesita tiempo, espera, imaginación, fracaso, incertidumbre, respeto; practica su propia opacidad, no puede apurarse, punza, cautiva, daña, lastima, transforma, va directo al corazón, necesita un esfuerzo de nuestra parte y puede quedar en la memoria. El teatro te propone mirar, curvar la mirada, sentir, darle un sentido a ese sentir. Es un proceso lento, a veces doloroso y profundo. La sociedad del espectáculo, y las redes sociales proponen emociones violentas, veloces, básicas, y rápidamente olvidables. Buscan personas que la consuman, clientes a quienes venderles lo que desean. El teatro busca a una persona que lo complete, que lo retroalimente, que se le oponga, que reflexione a su par. El teatro busca respetar a sus espectadores manteniendo la distancia justa. Respeto significa etimológicamente “mirar hacia atrás”. Es un mirar de nuevo. En el contacto respetuoso nos guardamos del mirar curioso. El respeto presupone una mirada distanciada. La mirada sin distancias es típica de la sociedad del espectáculo, del escándalo. El verbo latino “spectare” del que toma raíz la palabra espectáculo es un alargar la vista a la manera de un mirón, actitud a la que le falta la consideración distanciada, el respeto (respectare). La poesía respeta. El ruido es eso, ruido. No respeta ni siquiera el tiempo de escucha.
También afirmabas: “La buena suerte que he tenido es que salí en búsqueda de lo que se puede considerar ‘la dramaturgia’, pero encontré la función dramatúrgica, más que el rol del dramaturgo. Al descubrirla, me reuní con docentes que escribían y dirigían: son docentes que me han formado en esos dos caminos que tiene la función dramatúrgica, que es, componer u organizar una obra de teatro, pero también, pensar y reflexionar sobre el traspaso, el traslado, la transferencia de eso a la escena. Esos docentes me enseñaban, no sólo composición de obras o literatura, sino que aprendíamos de los códigos de la escena.”
Me gusta pensar que la dramaturgia tiene varios sentidos. El de componer una obra artística, el de su tránsito a la escena o al rodaje (y a sus códigos de época y región), y el de su llegada a otras personas que pueden completarla (y tal vez quedarse con algo en su interior). Esta función dramatúrgica necesita, en primer lugar, ser ejercida por personas generosas, que saben que todo se transformará en el camino, que pasarán muchas personas que deberán llegar a acuerdos (lo político en el arte), que el sentido no será dado por una única mirada. Todo esto le da una riqueza sin igual al quehacer dramatúrgico.
¿Por qué te interesó la vida de Jorge Barón Biza para llevarla a escena?
Porque fue amigo de mi papá desde su infancia. Me abrió la puerta que más me interesaba: conocer a mi papá de niño, de adolescente, descubrir a mi papá como amigo, sus picardías, sus sueños. Reconstrucción de una ausencia nació con la idea de indagar en el vínculo que Jorge había tenido con mi padre, Alberto Marull, y cómo durante toda mi adolescencia y comienzo de la adultez, Jorge, con toda la historia trágica de su vida sobre sus espaldas, había habitado mi hogar con ternura y mucha bondad. El punctum, el punto de partida, es justamente la dedicatoria que Jorge le escribió a mi padre en el libro El desierto y su semilla, el día que lo presentó allá por 1998: “Para Alberto Marull, amigo desde hace 40 años, él hizo todo bien, yo hice todo mal. Por eso lo admiro”. Con esa base me adentré a la obra de Jorge, sin nunca descuidar que Jorge fue la persona que lo llevó a mi papá al teatro por primera vez a ver una obra donde yo participaba, que Jorge pasó su última navidad en casa, que Jorge era una persona humilde, cálida, muy culta y con mucha ternura; pero que también Jorge estaba habitado y hablado por su padre (Raúl Baron Biza), por su madre (Clotilde Sabatini –hija de gobernador cordobés-), por su hermana Cristina. De allí la idea del monólogo. Jorge, casi como un médium. Narrando su vida antes de tomar la decisión de quitarse la vida. Me encanta pensar que estuvimos dialogando con Jorge para escribir la obra. Como todas las veces que Jorge intentó dialogar conmigo sobre escritura y, como yo era un “joven rebelde”, no le di bolilla. Es más, creo que Jorge emitiría una bella sonrisa al saberse representado por un actor en escena. Todo el tiempo sentí que el fantasma de Jorge acompañó al texto. Tal vez es la mejor forma de que la energía interior de su obra haya llegado al teatro.
¿En qué momento creativo te encontrás ahora?
Una pregunta que me hago constantemente es: ¿qué siento que es urgente abordar en nuestra sociedad actual? Estoy intentando escribir un diario dramatizado sobre mi mamá (74) y mi papá (80), con quien estreché el vínculo muy profundamente durante la pandemia. Ya tiene título: Siento tristeza por el fin. Hoy me urge hablar sobre el tiempo, la belleza, los finales, las personas mayores. También quiero escribir sobre los monstruos, fantasmas, sombras, espectros, zombies, que han acechado a Córdoba históricamente, pero a eso lo estoy pensando más como guion audiovisual de serie (ven, finalmente soy muy contradictorio).
Leonardo Coire