CON EL AUTOR CUBANO JUAN CARLOS ROQUE GARCÍA

El documental sonoro y sus virtudes

El documental sonoro y sus virtudes

Juan Carlos Roque García, autor y realizador sonoro cubano, estuvo de visita en la Argentina y compartió una mesa de trabajo con el Consejo Profesional de Radio de Argentores. Aquí reproducimos algunas pinceladas de una carrera profesional nacida en el Caribe, donde los ecos radiofónicos de la Revolución se fusionan con las frecuencias de onda corta que lo animaron a contar historias por el mundo.

Como la historia de Cuba, la biografía de Juan Carlos Roque García está atravesada por los sonidos de la radio. Para contar a este documentalista sonoro nacido en Güira de Melena el año posterior a la Revolución, se puede acudir a múltiples escenas. Una de ellas podría transcurrir en el inmenso galpón de una tabaquería donde decenas de personas arman artesanalmente habanos de exportación. Otra podría ocurrir en la habitación infantil de Juan Carlos, en la que un niño con vocación de mundo sintoniza en un aparato de radio señales de onda corta procedentes de diversas latitudes.

También podríamos situarnos en Ámsterdam, donde reside desde hace 30 años, y contemplar la diaria búsqueda personal por ofrecer a la audiencia viajes al oído, un impulso creativo que no frenó ni siquiera durante el tiempo detenido de la pandemia. Todas estas pinceladas han marcado el camino profesional de un periodista que pudo encontrar en el universo radiofónico su hábitat más propicio para contar su época.

Estuvo de visita en Argentina recientemente y, entre compromisos radiofónicos y literarios (algunos de sus libros: Cómo Cuba puso a bailar al mundo, Veinte años del Buena Vista Social Club, Cartas de una madre, Nunca me fui, Lady Tabares: Amo mi soledad, Entre habanos), compartió una mesa de trabajo con el Consejo Profesional de Radio de la entidad. Lo acompañó su colega argentino Francisco Godínez Galay, con quien integra el grupo fundador del Foro de Documental Sonoro en Español Sonodoc.

“Si con un documental sonoro cada persona imagina algo diferente es porque le diste la libertad al oyente para que se ponga en la piel del personaje, que pueda sentir la historia, identificarse con lo que está contando o no, porque puede no identificarse, pero que al menos haya una conexión entre el emisor y el receptor. Yo intento poner en sonidos lo que ven mis ojos y oyen mis oídos. A veces elijo ponerle voz a la narración, otras veces no. Mi tarea como creador es ir trazando la ruta para contar la historia”.

Las palabras de Juan Carlos Roque García hay que imaginarlas con la cadencia de su tonada natal. La isla caribeña que lo vio nacer, envuelta en sonoridades entrañables, le ha regalado al continente americano obras emblemáticas como El derecho de nacer, radioteatro escrito por Félix Benjamín Caignet Salomón, que ocupa el privilegiado sitio de los clásicos fundacionales dentro de un género floreciente en gran parte del territorio hispanohablante, sobre todo en las décadas del siglo XX previas a la llegada de la televisión.

La presencia multiplicada de la radio en Cuba le ofreció a Juan Carlos la posibilidad de cultivar el oído con historias y músicas y, también, una ventana a otros paisajes sonoros: “Yo viajaba desde mi islita en el Caribe alrededor del mundo por la radio”. Tenía 12 años, un dispositivo que captaba frecuencias de onda corta y mucha curiosidad. La distancia entre su casa caribeña y las calles de Praga, Madrid, Moscú, París o Ámsterdam era ínfima gracias a la magia del éter.

Un periodismo con historias y sonidos

Radio Nederland, la emisora pública holandesa, era una de las frecuencias que captaba el inquieto Juan Carlos y sería, años después, el destino profesional donde consolidar la vocación. Se había recibido de periodista en la Universidad de La Habana en 1985 y tenía recorrido laboral en algunas de las radios más populares de su país. Como Radio Rebelde, célebre por haber sido gestada en las sierras, mientras las columnas guerrilleras de Fidel Castro, Ernesto “Che” Guevara y tantísimos milicianos más fortalecían su estrategia para sacar del poder al dictador Fulgencio Batista, lo que ocurrió el primer día de 1959.

Promediando la década de 1990, Juan Carlos salió de la isla convocado por Radio Nederland para trabajar en su sede central. Allí estuvo hasta 2012, cuando la radio cerró por decisiones políticas. Fueron 65 años de vida en los que la emisora llegó a tener 400 personas trabajando y creando programas y formatos en 11 idiomas. El cubano que se inició como redactor fue ganando lugar hasta convertirse en el coordinador de Programación en español. Lo ayudó su capacidad profesional y el manejo de tres idiomas (español, inglés y holandés).Fue en Ámsterdam que este creador afinó su búsqueda periodística más allá de los hechos noticiosos cotidianos. “En Radio Nederland trabajaba a diario en un noticiero presentando noticias y en paralelo realizaba documentales sonoros. Creo que un periodista debe explorar todos los caminos posibles para contar historias. El documental sonoro te da la posibilidad de contar historias con recursos diferentes a los que tú le das todos los días a la audiencia, que son entrevistas, comentarios, noticias. Esto es un lujo, el día que uno hace un documental sonoro ya no quiere dejar de hacerlo”.

-¿Por qué eligió el documental sonoro como género?

–El documental es el todo, porque no se llega a hacer un documental sin utilizar los otros recursos periodísticos. Para poder contar una historia partimos de la entrevista. La entrevista no solo cuenta la historia, sino que la historia viene dada por la fusión de la voz, todo lo que gira alrededor de esa voz y el contexto al que pertenece el entrevistado o la persona que testimonia. No siempre necesitas hacer una entrevista para poder desnudar frente al micrófono a la persona que quieres conocer. ¿Por qué? Porque muchas veces la presencia de un periodista puede espantar, asustar, limitar que la persona se muestre como es, y que quiera asumir otra pose, ser otra persona. No se trata solamente de descubrir a la persona, hay que ver lo que la rodea y cuáles son los factores que pudieran desencadenar esa historia que quieres contar.

–¿Por dónde comienza el proceso autoral de un documental sonoro?

–El punto de partida es la investigación previa que uno puede hacer sobre esa persona. Yo elijo conocer a la persona poco a poco, ir descubriéndola y no sacar el micrófono y empezar a grabar desde el comienzo. Es bueno conocerla, generar empatía, ganarte a la persona, enamorarla. No todas las personas tienen la capacidad de expresarse o decir lo que sienten tan abiertamente. En algunos casos hay que ir escarbando en las personas y pensando qué elementos sirven para retratarla. El documental es eso, un retrato sonoro al detalle, pero al detalle sonoro de la historia que quieres contar. Ese retrato yo lo puedo hacer en blanco y negro o darle color. ¿Cómo le doy color a un documental que no es visual y donde yo quiero mostrar el alma y los colores de la persona? Con los sonidos.

–¿Qué le suma a la tarea periodística hacer documentales, trabajar con temáticas y personajes que escapan a la noticia del momento?

–El documental sonoro me permite hacer un periodismo que no es efímero, que perdura. Porque la mayor parte del tiempo hacemos un periodismo efímero, que sale al éter y se pierde salvo que esté guardado en un podcast. El periodismo diario no deja huellas. Lo que tú escuchas hoy lo borra lo que escuchas mañana, las noticias de hoy ya no son relevantes mañana. Si uno quiere perpetuarse como periodista y con el placer de contar historias, entonces hay que explorar el documental sonoro.

Cómo suena la vida

Una de las series que más orgullo le producen a Juan Carlos es América entretejida, que lo llevó a documentar experiencias latinoamericanas vinculadas con el tejido. En el libro Historias, terrenos y aulas: la narrativa sonora en español desde dentro (Universidad de los Andes, Ediciones Uniandes, Bogotá, 2018), el autor cuenta la trama sonora del episodio grabado en Oaxaca, México, y protagonizado por el maestro tejedor Isaac Vásquez: “Los pájaros, presentes en muchas de sus obras, se aparecen como arte de magia y traen su canto hasta los naranjos del amplio patio interior donde la familia tiene el taller. Ya son parte de la historia que estoy contando, se apoderan del ambiente del lugar, van y vienen mientras el micrófono se convierte en elemento omnipresente y graba ese momento mágico. Se posan y hacen el concierto homenaje a un humilde tejedor que lleva toda su vida entregado al arte de tejer, el cual aprendió de su padre y de su abuelo y que, con orgullo, ha transmitido a sus ocho hijos y nietos; quienes, juntos, han logrado establecerse como diestros tejedores.”

Con Radio Nederland, Juan Carlos recorrió distintas regiones del planeta, siempre con la premisa de buscar historias para llenarlas de sonidos y hacer viajar a la audiencia, como le sucedía a él de niño en su habitación caribeña. Ya adulto, a sus 52 años, tuvo que tomar un nuevo camino en su carrera. “Cuando en 2012 Radio Nederland dejó de existir, gracias al documental sonoro me reinventé. Yo lo único que sabía hacer era contar historias con sonidos y hacer periodismo”. En esa reconversión se volcó también a la escritura y comenzó a publicar libros, en muchos casos ligados a historias que había desarrollado antes como documentalista sonoro.

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