Todos los que estamos en este medio empezamos desde un lugar extraño o por lo menos singular. Salvo excepciones, todos intentamos entrar por la puerta principal y terminamos entrando por una ventana. Creíamos en nuestro talento único lado A y nos mostraron el lado B. Pero queríamos trabajar en esto y lo conseguimos. Cada uno a su manera, con su estilo, su suerte. En algún momento escuchamos la llamada y decidimos emprender el recorrido
En mi caso fue así. Mi profesor de guion decía algo que nos hacía sentir muy importantes y era que la producción se subordinaba al guion. El decía: “Ustedes escriban EXT. CAMPO AMANECER. que después los que se joden y se mueren de frío filmando a las 6 de la mañana son los del aula de al lado”. Se refería a los chicos que estudiaban dirección, fotografía, producción, sonido. No estaba tan en lo cierto, más bien todo lo contrario.
Hace unos años, escribí una novela que ocurría en una estancia, llena de caballos. Era la historia de una familia rica que había nacido y crecido en ese lugar. Pero cuando se hizo el casting para el personaje de la hija menor, la actriz que eligieron tenía fobia a los caballos.
Nosotros teníamos 13 capítulos escritos. En el primero ella galopaba, escribimos unas escenas hermosas en la que ella estaba arriba del caballo, tenía un accidente, el galán la salvaba, se flechaban y todo lo que pasa en una telenovela.
Pero la actriz elegida no solo que no sabía andar a caballo, tenía fobia a los caballos. Cuando se dieron cuenta de eso, ¿cambiaron a la actriz para respetar el guion?
No. Cambiamos el libro de la presentación del personaje, el del accidente y los trece que teníamos escritos, porque había más escenas arriba del caballo, y porque todo lo que pasaba después era consecuencia de ese accidente.
Nosotros le habíamos construido una personalidad al personaje basado en su amor a los caballos. De verdad les digo, era casi estructural esa característica en ella.
Así que tuvimos que reescribir y justificar a través de la trama, por qué alguien nacida y criada en esa estancia, rodeada de caballos, no podía acercarse a un caballo.
Pero el presupuesto no es el único que manda en una ficción, también están los actores que opinan que su personaje no diría tal o cual cosa.
Y así vamos condicionando los diálogos, las tramas y los finales al presupuesto, a los caprichos y al ego de los otros.
Y damos unas razones ridículas por ejemplo para justificar que, aunque ella se muera de amor por él, no va a ir a despedirlo al aeropuerto, sino que lo va a hacer en la vereda de la casa, no cuando él esté subiendo al avión sino cuando se está subiendo al taxi porque es muy caro grabar en el aeropuerto.
Y como no podemos mostrar, lo decimos. Y rompemos otra de las reglas que no enseñaron en la facultad. Que una imagen vale más que mil palabras. Que mejor que contar es mostrar. Que los personajes se definen por sus acciones y no por lo que dicen. Y cuando me pidieron escribir mi vivencia en esta columna, empecé a pensar en qué cosas aprendí realmente mientras estaba estudiando y me acordé de algo que marcó para siempre mi carrera de guionista.
Yo estudié en la Enerc, la carrera de guion y la tesis consistía en escribir un corto, que dirigía un alumno de la carrera de dirección, producía uno de la carrera de producción, y así con cada una de las seis áreas que se estudiaban en la facultad
Escribí el guion, lo aprobó mi profesora y durante el rodaje me di cuenta de que no respetaron el texto tal como yo lo había escrito, de que cambiaron lo que en ese momento yo consideré mucho.
La explicación de director fue que cuando había ensayado con los actores, le quedaban mejor otros textos. Puse el grito en el cielo, hice un escándalo. Todos los integrantes del equipo me dieron la razón. La profesora de guion me dio la razón y dio un discurso frente a toda la clase sobre la injusticia que habían cometido conmigo, que no iba a tener la posibilidad de ver filmado el guión tal como yo lo había imaginado. El rector y la directora de estudios me dieron la razón.Hasta el mismo director que había hecho los cambios, al ver el revuelo que se armó, se arrepintió y me dio la razón. Y me dieron taaaanto la razón que yo les dije, bueno, entonces, que hagan el rodaje de vuelta, que filmen mi guión y me dijeron NO, eso no se puede, es muy caro. La misma razón por la que no se filman amaneceres o los amantes no se casan en registros civiles o la chica no acompaña a su amor al aeropuerto.
Pedí que me sacaran de los títulos y que me devolvieran la plata que había puesto para costearlo y que me evaluaron por lo que estaba escrito y no por lo que habían filmado. Pero año después, en la entrega de diplomas, junto a la proyección de tesis fue toda mi familia, pasaron el corto y la verdad, yo me reconocí. No eran todos los diálogos tal como los había escrito, había algunas pocas diferencias, pero era mi historia, ese corto no se hubiera podido filmar sin mi guion. Era mi relato, con la progresión dramática que yo había construido, y con algunas diferencias en algunos diálogos, que me dolían en el alma, y en el corazón como si me estuvieran apuñalando, pero así y todo seguía siendo mi historia. Fue un corto muy aplaudido.
Pero mi nombre no estaba. Y nadie se atrevía a felicitarme.
Me la perdí. Una profesora trató de consolarme y me dijo:
-Vamos, Jessica, vos pensás que este es el final, pero este es el principio de tu carrera. No te desanimes.
Y tenía razón.
Así es la industria de la tele. Así es esta profesión. El guion no subordina a nadie, pero es el corazón, el motor, la base de una obra colectiva en la que participan muchos jugadores: los egos, el dinero y, también, las posibilidades reales.
En la última tira que escribí, la 1-5/18- Somos uno, en el último capítulo, había un bautismo del hijo de unos de los personajes. Uno de los actores dio Covid positivo, y no pudo ser el padrino que por trama correspondía. En twitter, que es nuestro termómetro, todos se extrañaron, nos insultaron, se enojaron. Y yo me alegré, porque si se sentía la ausencia es porque la trama y el personaje estaban tan bien construidos que cualquier cosa que no fuera lo que habíamos escrito, hacía ruido.
Aunque no salga tal como soñamos, no hay obra, no hay programa de televisión, no hay nada que contar ni manera de conmover si no hay guion, si no estamos nosotros. Y ese es nuestro verdadero poder. Nuestro verdadero superpoder.
En mi caso, la llamada funcionó.