“Honestamente no tenía en mis planes hacer esta película, lo cierto es que me encontré casi por accidente con las protagonistas. Estábamos filmando en medio del campo, cerca de Lobos, y cuando me encuentro con ese castillo, me acerco con toda la intención de conocerlo por dentro y me recibe una señora bajita, muy amable que, al preguntarle por el dueño, me responde: “Yo soy la dueña, pibe, pasá”. Y ahí me contó lo que resultó indiscutiblemente el disparador de la película, su historia”, dice Martín Benchimol durante la entrevista realizada por ARGENTORES, a propósito de El Castillo, película que fue galardonada como Mejor Película en Horizontes Latinos en San Sebastián y distinguida con tres Premios Independientes de la 38ª edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata: Premio Mejor Guion de Película Argentina de todas las Competencias por ARGENTORES, por DAC Premio Mejor Director Argentino de todas las Competencias y por SICA APMA, Premio “Tato Miller” Mejor Realización Técnica y Tratamiento de Temáticas Sociales de la Competencia Latinoamericana.
“Justina, una empleada doméstica, una trabajadora, oriunda de Chaco, hereda la propiedad de quien fue su empleadora toda la vida, bajo la promesa de cuidarla y no venderla. Esto último tenía para mí una contradicción muy grande, y era que se estaba quebrando el sistema de herencia en el plano de lo que define a cierta clase social. Pero por otro lado, lo que me termina motivando, fue lo que me generó poder conocerlas a ellas, me refiero a las protagonistas, Justina y Alexia. Mientras filmábamos la otra película las seguí visitando, de hecho parábamos en el castillo, al punto de que fue nuestra base, digamos. Es decir que hubo durante mucho tiempo una situación de cotidianeidad. Cuando las conocí, Alexia tenía catorce años. La preadolescente se convirtió en adolescente y conjuntamente con la joven, creció el corazón de la película, que es esta madre e hija, viviendo aisladas y teniéndose sólo la una a la otra, pero aun así hay una separación inminente. Para llegara esto que te cuento de manera muy sintética pasaron muchos años de trabajo.
¿Cuántos años?
Entre seis y siete años. Si bien no me daba cuenta, todo ese vínculo que generamos de amistad, de alguna manera ya era proceso de la película. Cuando finalmente llegó el momento de escribir el guion, me resultó bastante abrumadora la tarea. Tenía demasiada cantidad de información y posibles tramas. Hay una historia muy compleja en relación a la vida de Justina y la familia que la emplea como doméstica. Al principio cómo resolver la manera de contarla… ¿Entrevisto a esas personas? ¿Lo hago en pasado? Porque realmente era prácticamente infinito lo que se podía contar sobre su historia. Yo sentía que había algo de todo eso que no se actualizaba, quiero decir que toda esa trama ya había terminado y de alguna manera resuelta. Al irse a vivir al castillo con su hija estaba empezando otro capítulo. Esto pasa mucho en las películas que vienen del género documental: hay un pasado muy poderoso que justifica la película. Pero después, algo que para mi es importante, es cómo actualizar ese pasado al presente de los personajes.
Toda la belleza que tiene la película pone de manifiesto algo muy logrado: el silencio. Me refiero al modo en que te despojaste de toda esa información para poder trabajar con todo aquello no se cuenta de manera directa y lograr así un equilibrio con la tensión de las tramas.
Además, hay otra cosa, Justina es muy silenciosa. Quiero decir que hay algo de su característica que me condujo a ese camino que te referís vos. Y otra cosa, más que nada lo que me interesó plantear fue el vínculo entre ellas dos. En este sentido, la información que yo necesité mostrar era muy poca, que había heredado el castillo de quien fue su empleadora y que había prometido no venderlo. El resto confié que llegara por otros caminos, ya sea su presencia o apariencia, su manera de moverse o relacionarse con los personajes.
Esos detalles son muy interesante. Por ejemplo cuando una de las mujeres quiere hablar con Justina y la invita a sentarse para sacarle información. Justina tiene códigos. El dolor también tiene su ética.
Tal cual, es así. Por una lado una lealtad con la antigua dueña del castillo y por el otro, una manera de poner límites. Esto es algo que Justina aprende progresivamente a lo largo de la película. Ella es la que tiene mayor poder de transformación. Y esto que te digo, el hecho de ponerle límites a esa familia que va los fines de semana como si todavía fueran dueños del castillo, fíjate que Justina al principio los sigue atendiendo como si fuera una empleada… Muchas de estas cuestiones eran para mí mucho más poderosas que ponerme a reconstruir su pasado. Apostar a que ese pasado aparezca, en acciones más que con información. Esto también me permitió que se detone la contradicción en los personajes durante la película.
En relación al guion, ¿algunas de estas cuestiones surgieron durante el rodaje?
En la película hay algunas escenas que son de observación, pero la gran mayoría surgen del guión. Esto no significa que Justina y Alexia tenían diálogos escritos, sino que yo les proponía un disparador de escena y ahí ellas seguían la acción según lo que sentían o les parecía. Estas escenas surgieron de situaciones que habíamos vivido en los años previos, o que eran parte de su universo cotidiano. Lo que yo quería era que la película sea un escenario donde ellas actúen su propia vida, y el desafío era que la película construya un relato de sus vidas, pero con el espacio para que aparezcan en pantalla Justina y Alexia, con sus matices, su expresión, su forma de vínculo genuino.
Por ejemplo, hay una escena en que Alexia le propone a Justina irse a vivir con ella a Buenos Aires. Esto es algo que estaba rondando en la cabeza de Alexia y yo quería filmarlo. En la escena ellas estaban mirando televisión y yo, antes de empezar a filmar, le dije a Alexia que en algún momento le proponga a Justina irse a Buenos Aires. Y allí Justina respondió con total honestidad, y desde su deseo genuino: “Ni loca!”. Ahí Justina está tomando una decisión que no fue guionada, pero sí fue guionada la oportunidad para que ella manifieste su decisión
La contingencia cotidiana como vender vacas para poder pagar los impuestos, por ejemplo, resultaba importante. Entonces nace la cuestión del dinero. Y esto es algo que está permanentemente en juego entre la madre y la hija. El dinero, como vehículo para sostener la casa, o para huir de la casa.
Todo lo que hace Justina para no cambiar su posición inicial es finalmente su transformación. Es Alexia la que le muestra a la madre la idea de que la vida así ya no va más y deberían irse. Esto detona la contradicción en Justina y la conduce a conservar dinero, negar que la hija se quiere ir, y luego aceptarlo. Ese viaje de Justina es interno, su propio proceso de aprendizaje. Podría repetir con Alexia lo que la antigua patrona hizo con ella, pero finalmente elige otra cosa.
Te referí la cuestión del silencio y vos hiciste hincapié en los detalles, y ahora lo ligo al modo en que trabajás el tiempo. El paso del tiempo se puede ver a partir de las roturas en los techos y lo que naturalmente sucede al llover.
Las goteras en los techos, además de polarizarse con lo glamoroso del lugar, también me permitieron plantear quién lleva las riendas en esa casa. Eso se está disputando entre Justina y la familia de la antigua dueña. Porque si bien Justina es la dueña legal de la casa, lo que está en juego es que ella se apropie simbólicamente.
Por otro lado está Alexia y todos los impedimentos que le genera el aislamiento en términos sociales. Hay una sola escena donde ella interactúa con una chica, no sé si la recordás, que yo sé que es una especie de callejón sin salida en el guión, pero la verdad es que era muy emocionante ver a Alexia interactuar con una chica. Y también tenía la función de que el plan de irse a Buenos Aires no fuera un ideal perfecto, en el sentido de que también tiene un trabajo interno por hacer.
Es una gran escena, además permite reflexionar sobre esta idea de que somos hijos e hijas de nuestro propio tiempo. Alexia lleva a cabo todas las cosas propias de su edad, sí, pero sola.
Exacto, sí. El aislamiento genera un montón de límites que para mí era muy importante plantear en la película. Frente a la insinuación de una chica, Alexia prefiere seguir jugando con la computadora. Mi vocación no era un retrato, asumí que eso iba a pasar por estar contando su historia. En ese sentido decidí que toda la película debía suceder dentro del castillo, porque ese es el punto de vista de Justina, que no sale de la casa.
También está presente la cuestión de la música, lo que disfruté no te podés imaginar. Grabamos con una orquesta, ahí tenés violines, chelo, contrabajo, oboe, flauta traversa, arpa, piano…y un montón más. Todo se grabó en Chile.
Hace un rato me preguntaste si surgió algo durante el rodaje, en la anteúltima escena que filmamos, yo le pedí a Justina que mande un mensaje respondiendo de una manera ante una situación que sabía que le iba a costar mucho. La habría hecho cien veces esa escena si hubiera sido necesario… Duda… Justina manda tres veces el mensaje porque realmente le costaba ¿Dónde? En la realidad. Después de muchos años de conocerla, yo lo sabía. Quizá esto te parezca mentira, pero te juro que a partir de ahí ella comenzó modificar el vínculo con esa familia en la vida real.
¿Qué significó para vos que la película fuera premiada en el Festival de Mar del Plata?
El Castillo se estrenó en Berlín, en febrero de 2023 y yo no aguantaba más, quería que se pasara en Argentina. Y esperé el estreno en Mar del Plata desesperadamente, en serio te lo digo, La película viajaba y mi gente no la podía ver acá. Sinceramente superó todas mis expectativas. Fue un festival muy emotivo y a sala llena todos los días. Mi propósito, y fue exactamente lo que hice, fue disfrutar del festival. Que la premiaran en guion fue una hermosa sorpresa