En defensa de la Ley de Teatro

La Ley 24.800 no nació espontáneamente, en un escritorio de algún funcionario de turno; fue proponiéndose, elaborándose, debatiéndose, durante varias décadas. Se puede afirmar que cientos de teatristas participaron de su elaboración. Finalmente, se hizo realidad, en 1997. Como todos saben, la ley propició la creación, un año después, del Instituto Nacional del Teatro (INT).

¿Y qué pasó? ¿Se ha modificado la realidad teatral del país desde la existencia de la Ley y del INT? La respuesta es rotundamente sí. Se trabajó constantemente para construir una estructura sociocultural ejemplar en todo el país. En cada ciudad, cada pueblo. Y aún más, porque la Ley Nacional de Teatro es estudiada como ejemplar en distintos países de Iberoamérica, porque no es fácil encontrar, en las estructuras estatales, muchas instituciones basadas en postulados tan representativos, tan federales y tan comunitarios como los de ésta.

Esta estructura, en tanto más federal, resulta también más interesante y su enfoque más complejo, más difícil de abarcar; requiere de verdaderos equipos de trabajo que se fueron formando durante años para enfocar la realidad desde cada punto del país. Las realidades, en plural.

El INT tiene una distribución presupuestaria regional. Esto tiende precisamente a que se detecte en la misma región cuál es su complejidad, su necesidad y cómo atenderla; para eso hace falta una estructura política adecuada. El INT la tiene. O la tenía, hasta ahora.

Una estructura verdaderamente federal, inclusiva, que no sería posible sin el sistema de Representantes que conforman su gobierno. Representantes provinciales, regionales y nacionales, para conformar un cuerpo orgánico de conducción conjunta, más allá de los colores políticos de turno. Porque lo que se les exige a las autoridades del INT, por Ley, principalmente, es una probada trayectoria teatral. Nada menos, pero nada más.

Se puede afirmar que el INT transformó tan profundamente el mapa cultural argentino, que bien puede hablarse de una realidad preINT y otra postINT, con salas, circuitos, elencos, programas de formación, festivales, ediciones y una larga lista de acciones que llevaría mucho tiempo enumerar. Y por supuesto subsidios y ayudas que generan circuitos económicos específicos y colaterales, un mar de proveedores de materia indirectamente ligada al teatro. Esto mueve la economía, contribuye a acrecentar el PBI y genera innumerables puestos de trabajo. Es decir, genera mucho más de lo que invierte.

Antes de la creación del INT, existía una Dirección Nacional, donde, las más de las veces, un director, aunque tuviera las mejores intenciones, terminaba dedicándose casi exclusivamente a la Ciudad de Buenos Aires, desatendiendo las demandas de las provincias y municipios, sobre todo porque esas necesidades ni siquiera llegaban a plantearse.

Para reemplazar a esa mirada reduccionista e impropia de un país como el nuestro, es que terminó generándose una Ley que vino a enmendar décadas de indiferencia y desconocimiento, haciendo Historia, con H mayúscula. Ahora, las circunstancias nos empujan a hacernos una pregunta cargada de angustia: después de décadas de trabajo para construir una página fundamental de la Historia Cultural Argentina, ¿vamos a volver a la Prehistoria?

Porque pensar que tanto esfuerzo, tantas vidas dedicadas a construir esta realidad que es el teatro independiente hoy, pueda ser desaparecida, por un decreto, para nosotros es como volver a la prehistoria.

Para que eso no suceda necesitamos la Ley 24800 funcionando a pleno.

Aunque su presupuesto también está contemplado en la ley, en tanto entidad autárquica, eso le da operatividad, pero no garantiza su funcionamiento pleno, porque su esencia, lo que sí garantiza su funcionamiento plural, es su estructura de gobierno, por su sistema representativo y federal. Eliminar a los Representantes, elegidos legítimamente, sería como pensar la república, pero sin diputados, sin senadores. Es así de simple.

Necesitamos sostener una de las instituciones más inclusivas y fundamentales que existen en nuestro país, en nombre del teatro argentino, en nombre de los próceres de nuestra escena que ya no están entre nosotros y en nombre de todos y todas las y los teatristas argentinos que quieren mirar al futuro con esperanza.

Junta Directiva de Argentores

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