“Sin duda, la desaparición de la Biblioteca de Alejandría constituye uno de los desastres culturales más simbólicos de la historia, comparable tan sólo con la quema de libros que siguió a la toma de Constantinopla por los cruzados en 1204, o la que tuvo lugar en 1933 en la Bebelplatz de Berlín a instancias del ministro de propaganda Joseph Goebbels; eso por no hablar del incendio de la biblioteca de Bagdad, en 2003, ante la pasividad de las tropas estadounidenses”.
Estas palabras escritas por David Hernández de la Fuente, parecen estar describiendo, salvando las distancias y las diferencias del caso, lo que está sucediendo en nuestro país. Por un lado, la desfinanciación de las universidades públicas, las bibliotecas populares, el INT, el FNA y el INCAA. Y por otro, la posible privatización de Radio Nacional y de la Televisión Pública y el cierre de TELAM.
El ataque que están recibiendo la cultura y la educación en Argentina, no tiene antecedentes en nuestra historia contemporánea. Pero cuidado: no es posible construir una gran nación dejando de lado a los educadores y a los hacedores de la cultura.
Los cierres indiscriminados, los empleados de distintas áreas que están dejando en la calle, las reducciones drásticas e injustas del presupuesto en áreas sensibles, entre otros efectos, muestran a las claras las intenciones de este gobierno. Intenciones política y fatalmente equivocadas, si se las ve con una perspectiva histórica, ya que es imposible arrasar con la cultura de un país, es impensable, es un sinsentido que siglos de herencia y permanencia cultural demuestran a las claras.
Seguramente hay mucho por mejorar, mucho por reformular, pero no es rompiendo toda la manera. Destruir de un plumazo lo que llevó años edificar tiene un costo altísimo, porque recuperar lo perdido llevará muchos años y demasiado esfuerzo.
Hace 1750 años que la biblioteca de Alejandría no existe, pero el calor de sus cenizas, que permanece atesorado en la memoria colectiva, seguirá alimentando culturas futuras, demostrando que no hay fuego capaz de apagar las mentes, las voces y el alma de los hombres y las mujeres de un país.
JUNTA DIRECTIVA DE ARGENTORES