En el marco del Tercer Encuentro de Estudiantes de Guion, desde el Consejo Profesional de Televisión armamos una mesa con Dalia Gutman, Ariel Tarico y Peto Menahem que titulamos Humor en serio y moderamos Gabriel Mesa y yo.
A partir de esto y, reflexionando sobre el tema, va esta nota donde intento meditar sobre lo que está pasando con el humor y con los programas de este género, un formato que languidece en las mesas de saldo. Y no porque no haya humoristas ni temas para hacer humor. Para decorar intercalo, casi arbitrariamente, reflexiones de los invitados a la mesa.
Arréglense como puedan.
Los formatos del humor
En este rubro sí que aplica eso de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Es decir: hacer humor era una profesión. Estaban los que hacían llorar, los que prodigaban el HCD (hondo contenido dramático) y estaban los comediantes barra-humoristas. Los bufones del rey entendiendo al rey como su majestad el espectador. Sin abundar en datos duros, me refiero ahora al humor en general y cómo fue mutando desde ayer hasta hoy. No es un tema circunscripto a la TV, ojo, porque el humor como género es uno de los que más metamorfosis tuvo y eso es básicamente porque está estrictamente ligado a lo social. En la telenovela el triángulo amoroso sigue siendo el triángulo amoroso. El villano o la villana empiezan malos y terminan más malos. El obstáculo interno o externo sigue siendo el que tracciona la trama. Los y las confidentes de los protagónicos son el pretexto para repasar… el texto, o sea, lo que viene pasando. Pero, básicamente la receta es la misma y más menos sigue siendo efectiva. Pero la forma del humor y de los humoristas sí que cambió. Tiremos de este hilo.
Los bufones
Los reyes y sus adláteres se aburrían bastante en una época sin redes donde lo único que pasaba era que -excepto guerras- no pasaba nada. A nivel humor, que es de lo que estamos hablando. Las historias de amor las acapararon los isabelinos que también entendieron que el humor era fundamental a la hora de adornar el relato y así trajo el bufón a sus letras. Cómico o tragicómico ese humorista de entonces se volvió una necesidad insoslayable a la hora de contar una historia. Porque ese ser marginal es quién da vuelta el discurso para mostrar la otra cara de la realidad: el absurdo, la revancha, la risa desde la incomodidad, decir lo indecible porque en la forma de pisar la cáscara de banana ellos logran que nos riamos de sus (nuestras) desgracias. Por suerte los poderosos de entonces nunca terminaron de entender que esos hombres (no había bufones mujeres, lo siento de verdad) en su forma de decir, decían la más cruda verdad. Locos, seres marginales, anhelados y prohibidos, héroe de los pícaros, cronista verborrágico de los hechos.
Menahem
“Esto que estamos diciendo contesta desde algún lugar. Podríamos también ver qué pasa con la risa. En El Nombre de la Rosa el abad está en contra de la comedia y entonces esconde los libros referidos al tema. ¿Por qué? Porque la risa nos transforma en monos. Y es verdad. Cuando nos reímos perdemos el control, te arrugás, escupís, te transformás. Y no nos importa, eso es lo bueno. Si vamos a hacer humor, seamos conscientes de eso. Entremos en la zona de ridículo y del absurdo. Los bufones entendieron eso, estaban marginados y recurrían al humor para sobrevivir.”
Como ejemplo, hay muchos, pero elijo el de Sir John Falstaff, creado por Shakespeare, del cual se dijo que sin su presencia muchas obras desalentaban al público. El genio de William entendió que la mejor forma de atraer al espectador es la risa. ¿Los bufones eran locos? Un poco, más o menos igual que los humoristas. Pero tener talento para el humor es una clase de locura tan sutil, tan cuidadosamente asignada que se tiene o no se tiene. No cualquiera, más bien muy pocos, están autorizados a ponerte el pie (metafóricamente) y que te caigas. Y ahí vamos a lo que sigue.
Parece fácil, pero es difícil
Desde el teclado agarrá al espectador, sos el bufón, llevalo por direcciones incorrectas, mostrale costados que no vio, que tome confianza, se relaje y se equivoque y no le dé vergüenza. Si lo hacés reír te compra todo y te perdona que lo hagas llorar. Tranca, que cuando decimos risa no es carcajada desaforada, también hay risa para adentro, como chupar caramelos, la forma en que se te ríe el cuerpo activando áreas alternativas, se te ríen los ojos, las orejas, se te ríen las piernas.
¿Sos o te hacés?
Chan. Se abre un ítem que empezó. Según la RAE el chiste es una ocurrencia aguda, graciosa y breve que se apoya en un juego verbal o conceptual y que genera risa. Se dice que el primer chiste fue de los sumerios: incomprobable. Se pueden hacer muchos chistes sobre este eje. Después vinieron los chistes de salón y esto remite al título. Gente que sabe contar buenos chistes, ¿es humorista? Porque en principio requiere tener buena memoria y una gracia natural para el relato. Pero, en fin, no te lo inventaste vos, “persona que cuenta buenos chistes”. No por eso, son menos efectivos o menos valiosos, hay que saber contar un chiste, acordarse, establecer los espacios y los giros, no reírte antes que tu interlocutor y arruinarlo, no tener que explicar un final porque nada peor que, ¿no lo entendiste? Te explico. No, ya está. El chiste es una pompa de jabón, dura microsegundos y el que la vio, la vio. Pero de verdad que hay buenos chistes de salón y buenos contadores de chistes. Es un rubro, pero reinventan para no decir “no inventan” que suena un poco hostil. Igual, me saco el sombrero, ojo, soy malísima para contar chistes de salón, nunca me los acuerdo. O sea, contadores de chistes de salón cuentan como humoristas porque se preparan para eso, ensayan y en muchos casos lo convierten en un oficio y se asocian a Argentores, jeje.
El comediante
Es un animal precioso y escurridizo como una lagartija. No sabe lo que es actuar, generalmente ni siquiera es gracioso, no está en la lista de almas de la fiesta. Es alguien que entiende los tiempos, que maneja a los personajes como a títeres y en el mejor sentido. No porque los manipule, sino porque escribe frases y acciones que funcionan como un metrónomo. Es un director de orquesta. Si el actor o la actriz tiene talento para entenderlo entran en el texto como en un guante y las cosas funcionan. El comediante o la comediante es un equilibrista que camina sobre una cuerda finísima, tan mágico que el espectador acompaña con un sostenido deseo que de que no se caiga. Y lo que evita que se caiga son las risas. Hay autores y autoras dotados para la comedia, habría que darles abrazos y caramelos cada vez que uno se los cruza. Por suerte muchos de ellos lo convierten en un oficio y son socios de Argentores, jeje.
Belén Wedeltoft
Menahem
“No es tan importante. Yo negocio conmigo mismo. Yo busco hacerlo interesante. Despertá mi interés. Si lográs eso yo voy a estar ahí. Ser lo más genuino posible. Hay técnicas también. No termina igual el pícaro de la comedia que el héroe de la tragedia. Los programas subestiman al espectador. En esa tele yo no quiero estar.”
El humorista como personaje
Esto también es un arte y no voy a nombrar a todos y a todas porque acá estoy analizando el concepto. Ellos y ellas se convierten en objeto de risas. Personas que, antes de abrir la boca ya te hacen reír. Es un don que, en general, no sirve nada menos que para que te inviten a todos lados. El gracioso o la graciosa son requeridos, amados y venerados. En cualquier reunión o lugar de trabajo la gente se acerca como perritos y aguardan su porción de risa. Muchos de ellos no se dieron cuenta de convertir esto en un oficio y otros sí. Peeeeeeeeerooooo… cuidado… ser gracioso y ocurrente, meter buenos remates en una conversación no te convierte en humorista. Es nada más que eso, como ser culto y parafrasear escritores no te convierte en un intelectual. Hay que laburar, hacer de eso un oficio, escribir y escribir en papelitos, servilletas y probar opciones. Estar siempre mirando el lado incorrecto de las cosas. El mundo está lleno de chistes, casi todo lo serio si lo ponés patas para arriba es gracioso. Pero hay que saber hacerlo.
Dalia Gutman
“Yo estudié locución y pienso que si yo hubiera sido una buena locutora no me hubiera dedicado al humor. Yo siempre sentí que no encajaba en determinados parámetros. El humor es eso: lo incómodo. Quien se dedica al humor es raro que esté bien ubicado en la sociedad, que tenga la vida resuelta, más bien todo lo contrario.”
Standaperos
Fueron Café Concert. Devinieron standaperos. Acá nos detenemos porque esta gente sí que construye un oficio. Miran el mundo, miran su mundo, tienen mirada. ¿Qué significa? Que dicen lo mismo, pero de otra manera. Vos contás una anécdota lineal con más o menos gracia, algo que te pasó. Ellos hacen lo mismo, pero se inmolan frente a tus ojos. Fingen ser más tontos, más torpes y más perdedores de lo que son. Cuanto más miserables son sus vivencias, más risas provocan. Vienen de las tinieblas, del humor más negro, tienen la conciencia sucia, no creen en el amor, desprecian toda posibilidad de color y primavera. Son seres de ultratumba, vienen del infierno a decirnos que la vida es una mierda y nos reímos con escalofríos, carcajadas de angustia. Entrenan para eso, se despojan, se miran, tienen perspectiva, construyen desde la destrucción. Pero es difícil que salgan de ese circuito solo salen de sus cuevas para ir a un bar rancio a vender sus miserias. Pero sin duda, son humoristas.
Ariel Tarico
“Es un gran desafío insistir, ver por donde está la grieta para entrar. Está muy desorganizado todo. Antes había elenco, guionistas. Primero un autor, después un actor o una actriz que interpreta. Eso casi no existe, está muy desordenado.”
Llegan las redes
Nunca mejor dicho: las redes. Las que pescarán a todo aquel improvisado que por gracioso y ocurrente deviene humorista. La web: un inmenso océano de dos centímetros de profundidad. Todo lo que reluce es oro. Disney. El imperio de los efectos inmediatos. La enciclopedia del cinismo y la ironía. Lo burdo. Lo obvio. El mundo de los copiones.
Dalia Gutman
“Los tiempos están tan acelerados que no se le da el tiempo a un humorista para que se instale.”
Si cantás sobre una pista, no sos cantante. Si hacés un chiste sobre un prearmado, no sos humorista. Sos ocurrente. La viste, sí, pero no pensaste nada y si te sacan del loop, sos más aburrido que el encargado de tu edificio. Son todos vivos porque se aferran de algo que se le ocurrió a otro, no está mal. Pero eso no los convierte en humoristas, pilline. Hay gente hábil que sabe aprovechar las oportunidades, no es tan fácil, pero no es tan difícil. Los memes son otra cosa, eso requiere de más oficio. Es atrapar chispas en el aire y de verdad hay que saber hacerlo. Hay memes que son una locura de brillantes donde te preguntás cómo hizo para que se le ocurriera esa brillantez. Pero eso no te convierte en humorista tampoco. No es un oficio hasta donde yo sé, es un mall de oportunistas donde lo que se compra barato dura poco.
Los rubros
Twitter: el lugar de la incomodidad. Se pusieron tan ácidos y tan buscadores de aplausos que un poco aburrieron. Hay que distinguir ironía de cinismo, chiques. Descansen un poco que el cinismo no se aguanta por mucho tiempo y los haters menos. Se sabe que criticar es más fácil que construir y que no se requiere de mucha inteligencia para ser cínico. Solo un poco de resentimiento, una grieta, dos opuestos enfrentados y listo. Pan con queso. Twitter es para pasarla mal. Instagram para fingir demencia. TikTok es una mayorista de graciosos que hacen más o menos todos lo mismo.
Dalia Gutman
“Haciendo gira nacional advertí que en las provincias siguen mirando mucho la tele abierta. Siento que el consumo de humor en redes es muy porteño.”
Hay una matriz -inventada seguramente por un humorista- y todas son variantes sobre eso. No digo que no estén bien, todos entramos a TikTok y nos reímos como hienas. Lo poco gracioso es que esta catarata de chistes, ocurrencias y situaciones graciosas terminó, por ahora, con los programas de humor. Con los programas de sketches. Con los sketches y con todos los humoristas de oficio que fueron migrando para hacer lo que pueden. Porque no saben hacer otra cosa y porque no quieren hacer otra cosa. Y no deberían hacer nada más que hacer reir que es un mérito en sí mismo. Sin comediantes no hay comedia.
Peto Menahem
“La tele se convirtió en el lugar del odio. Son programas con un conductor rodeado de odiadores a los que les pagan para ser hirientes. Minimizan al espectador explicándoles todo. Yo en esa tele no quiero estar, tal vez porque no me siento humorista. Yo creo que siempre nos hemos reído de los mismo. Los humoristas somos los bufones que venimos a mostrar esa incomodidad donde vive la gente. El bufón era el único que estaba habilitado para decir las verdades. ¿Para qué sirve el humor? Vivimos muy mal y la risa nos salva. Para eso sirve el humor.”
No hay remate.