Hugo del Carril y su compromiso con lo social

Un grande delante y detrás de la cámara

Un grande delante y detrás de la cámara

El de Hugo del Carril es un caso infrecuente. Porque habiendo sido uno de los cantantes más dotados y personales -rubro que ya le bastaba para el rango estelar- dejó una marca indeleble en la pantalla grande. Primero como actor. Del Carril nunca se limitó a brillar entonando tangos en las películas que protagonizó. Lo hacía, claro, pero además los directores sabían que defendía sus papeles con una certeza interior de hombría y honestidad que terminaba imponiéndose muchas veces sobre los temas -casi siempre de fuerte trazo melodrámatico- y liderando el reparto con nítida autoridad. Tenía a su favor la calidad moral de los personajes a su cargo, hombres cabales que jamás traicionaban la palabra empeñada. De sus títulos como intérprete fuera de la impronta tanguera cabe mencionar Amalio Reyes, un hombre de Enrique Carreras (1970).

Pero sin duda, fue en su carácter de realizador que el cine nacional le debe muchísimo. Debutó con Historia del 900, estampa orillera de trazo vigoroso, pero convencional, donde se asomó al oficio y afiló su instinto de narrador. Llegaron después Surcos de sangre y El negro que tenía el alma blanca (un éxito merecido), para arribar a su título fundamental, Las aguas bajan turbias. La filmó en 1951 y parte del 52, estrenándola en el cine Gran Rex el 9 de octubre de este año. Es una obra capital de nuestra filmografía por el hondo compromiso social que la sustenta, por el coraje de su denuncia -el sometimiento sexual es una metáfora de la explotación- y por el vigor de sus imágenes.

“Historia del 900”

Dos años después, Hugo Del Carril ratifica todas estas virtudes con La quintrala, otro drama lleno de fuerza que no alcanza tal vez la excelencia deLas aguasbajan turbias, pero presenta -como compensación- una historia estupenda de Eduardo Borrás: unos amores prohibidos que resucitan, además con grandes licencias argumentales, a un cruel personaje femenino inspirado en una chilena de existencia real, Catalina de Los Ríos y Lisperguer. La gran ambientación de Gori Muñoz, la belleza extraordinaria de Ana María Lynch y un tratamiento cinematográfico de notable inteligencia contribuyeron también al impacto que logró este material. Llega enseguida otro título no siempre ponderado con la justicia que merece: Más allá del olvido (1955). Estupenda película romántica -muchos le encontraron huellas de Rebecca, de Hitchcock- incursiona en el terreno de los dos personajes opuestos asumidos por la misma actriz, que fue Laura Hidalgo. Aquí, Del Carril demuestra su estatura de director cambiando bruscamente de temática y estilo, cincelando una obra rara, distinta, con una atmósfera lírica del todo inusual, que reluce -acaso solitaria- en toda la historia de nuestro cine. 

“Mas allá del olvido”

Una cita con la vida(1957), le sirve a Hugo para afianzar el giro argumental y cronológico, haciendo debutar a su nueva actriz -y nuevo amor- Gilda Lousek. Es notable el interés que despierta todavía cuando se emite por televisión. Lo mejor de su creación culmina con Culpable(1959), versión de una obra teatral de Borrás donde volvió a demostrar una gran sensibilidad y pericia en el manejo del relato, esta vez dentro del género policial-psicológico. Y también de ese año fue Las tierras blancas, película sobre la novela homónima de Juan José Manauta (y guion de Eduardo Borrás), que refleja el éxodo y el desarraigo de los campesinos del interior corridos por el latifundio y la miseria, otro símbolo de su compromiso con lo social. En ese filme actúan el propio del Carril, Ricardo Trigo, Amanda Silva, Carlos Olivieri, Raúl del Valle y el autor de la novela.

Los demás fueron filmes menos comprometidos con búsquedas de estilo y más previsibles (Esta tierra es mía, Amorina, La calesita, La sentencia, Buenas noches, Buenos Aires) para despedirse en 1974 con Yo maté a Facundo, evocación histórica del célebre asesinato de Barranca Yaco donde las intenciones superan a los resultados.

Durante el rodaje de “Las aguas bajan turbias”

Hugo Del Carril fue un gran hombre de cine. Pero también un defensor insobornable de su ideología social, un peronista convencido, pero no obsecuente. Por lo cual tuvo problemas del todo inmerecidos con el régimen cuando pudo haberlo aprovechado y persecuciones cuando Perón cayó. Porque era de una sola pieza, como sus personajes. Hugo Del Carril nació el 30 de noviembre de 1912 y nos dejó el 13 de agosto de 1989.

Rómulo Berruti