Una provocación

Tristes ecos reverberan cuando encabeza un comunicado oficial del gobierno nacional la frase Proceso de reorganización, como es el caso de la orden emanada para silenciar las redes y las páginas de los Medios Públicos. Nunca es casual la elección de las palabras: somos lo que pensamos y lo hacemos a través de palabras, pensamiento verbal ineludible. Y es con esas palabras, y no otras, que expresamos nuestra identidad y nuestros propósitos. Podrían haber elegido “reestructuración”, “replanteo”, “reforma” o cualquier otra que denotara la misma actividad, pero no. Eligieron precisamente la que remite a los años más siniestros de nuestra historia, aquella donde la libertad – la de verdad, la de poder respirar todos los días – en cualesquiera de sus ámbitos fue coartada, cercenada, amputada y muerta de toda muerte.

¿Es una provocación?

¿Un desafío a todos los que luchamos por el fin del horror hasta lograr una democracia estable?

¿O es pura banalidad del mal en cabeza de un torpe funcionario que obedece la orden de cortar, anular, silenciar y volver a cortar y para ello se vale de palabras inspiradoras que reflejen su pensamiento más oscuro y profundo?

Los medios públicos no deben ser silenciados, en ninguna de sus manifestaciones sociales. Son parte indivisible de nuestra identidad, de la historia que vivimos y viviremos, y seguirán con nosotros más allá de los mesianismos de los gobiernos de turno. Quienes tenemos memoria recordamos los delirios de eternidad -mil años soñaron algunos – de déspotas que vieron morir sus ambiciones a manos de los pueblos que decidieron desprenderse de mentiras y sofismas para mirar hacia el futuro, en lugar de abrazarse a esos vanos intentos de retornar a pasados medievales de injusticia y dolor.

Sabemos perfectamente lo que significó el llamado “Proceso de reorganización”. Nada puede ser peor. Y este comunicado, precedido por ese Escudo Nacional tantas veces usado como excusa para las peores represiones, es solo la punta del iceberg que terminará en catástrofe cuando nos encontremos con medios destruidos, años de trabajo desperdiciados, profesionales y artistas sin canal de expresión y público sin identidad.

JUNTA DIRECTIVA DE ARGENTORES