Revista Florencio
IDEAS, ARTE Y CULTURA. POR LA SENDA DE CARLOS MUGICA
“Alicia permaneció unos minutos en silencio, paseando su mirada en todas direcciones por la región…Y era una región de lo más extraña…Es increíble, dijo al fin Alicia, está marcada exactamente como un gran tablero de ajedrez…Es una inmensa partida de ajedrez que se está jugando, sobre el mundo entero, si es que esto es el mundo” (Lewis Carroll. Alicia a través del espejo)
Siento que comienzo a escribir estas líneas y que ya el título de la nota lo dice todo. Y que un renglón basta para expresar el camino de lo urgente en un mundo en guerras. Impensable que la humanidad y la existencia estén en riesgo. Se me superponen imágenes. Vivencias. Recorridos. Modelos referenciales. Soy, somos sujetos de la historia, de la política. Y la vida está siendo emboscada, ya que como afirma el filósofo Paul Virilo: “El imaginario científico, no ha cesado de organizarse alrededor del concepto de desaparición, de la puesta en obra inexorable de una desposesión del mundo, de la sustancia del mundo viviente.” (1)
¿Estamos atrapados en una inexorable lógica darwinista traducida como la locura del más fuerte?, se pregunta Virilo. El tema a despejar es siempre el mismo. La exclusión del “otro sobrante”, del “otro invisibilizado”, del “otro excluido” por definición de la reglas del patriarcado, que no resiste maquillaje, por más “reordenamientos manipuladores” del viejo, nuevo orden. La teoría sirve como marco. Para corrernos de adjetivaciones y facilismos. Para incentivar el compromiso con actos que tiendan a restituir el humanismo, tanto desde el pensamiento como desde acciones con sentido de comunidad.
La filosofía inherente a la capacidad de asombro y de interrogación no cesa de provocar alertas, que lejos de situarnos en el terreno transitado de las catarsis momentáneas a la “incomodidad”, nos arrojan a una “intemperie del sentido”, No se trata de tartamudear denuncias. Sino de articular interrogantes sobra la condición humana. Volver al humanismo. Diversos son los abordajes a este regreso. Voy a escoger uno. El de pertenecer o no al campo de lo que hoy se entiende como ciudadanía global. Y deducir si, en verdad, pensarnos como humanos no impone un corrimiento de lo que hoy aparece como “verdad”, el de pertenecer al mundo global de la internet y la digitalización de la vida.

El filósofo surcoreano Buyng Chul Han, nos arroja el guante, no desde una teoría inasible, sino desde la reflexión sobre un cotidiano que nos ha modificado en nuestros comportamientos individuales y sociales. Ser es ser en la red. En la nube informática. Ser es ser manejados de modo casi irremisible por los algoritmos y la inteligencia artificial, como una variable de la red informática. En eso consiste nuestro ser en el mundo, nos dice en su libro Infocracia.
Cuando la Alicia de Carroll (2) atraviesa el espejo, rompe el velo de la realidad y se adentra en la irrealidad; al punto que es advertida de no despertar al Rey Rojo (que encuentra en uno de sus tramos) pues si él se despertase, la propia existencia de Alicia se desvanecería, ya que ella es posible gracias a que el rey la está soñando, en un acto de sincronicidad onírica con la propia capacidad de la niña, de estar soñando a su vez al rey. La vida como la reciprocidad de soñarse. Y esa ensoñación, de imágenes y sucesos que se imaginan, se perciben como reales, nos constituyen. Calderón, Shakespeare y Borges han escrito páginas en el límite de lo consciente y lo inconsciente en un abordaje de la existencia como un espejo a atravesar. Carroll fue el gran incitador a una travesía, que nos permite ir al otro lado de la realidad pero también regresar, despertar y también recordar lo soñado. Así, el final del cuento de referencia nos muestra a una Alicia, que sacude a la Reina Roja para que se transforme en su gata, y así poder despertar y evocar el sueño como una irrealidad (lo inconsciente) de la que formamos parte.
No hay tal espejo parecería decirnos Han. El espejo ha sido reemplazado por una pantalla. Y detrás sólo hay un like tan algorítmico como la inserción en una red que no sueña. No hay otro lado, porque el único otro lado sería salirse de la transparente prisión digital a la que nos autocondenamos y encadenamos. Y los únicos guías en este empoderamiento de lo digital son los “influencers” que ya nos “algoritmearon” y nos “dedoformatearon” y lentamente nos “digitoconformaron” para inducirnos como natural en la caverna de la exclusión de la faz de la existencia individual y colectiva, y sumergirnos en lo que el filósofo llama la eucaristía digital donde el like es el amén. Toda narrativa será un recuento algorítmico. Y Alicia no despertaría. Sería simplemente apagada. Porque su espejo, que ahora es pantalla, dejó de sugerir que hay un otro lado a explorar y una realidad a la que regresar luego de una aventura onírica.
Han es contundente. Ninguna aventura de conocimiento es posible, ahora que ya no somos sujetos soberanos, ahora que toda la soberanía la determina el Gran Hermano de la red. No hay otro lado del espejo a conocer. Hay una pantalla, que ya nos conoce, no como individuos, sino como datos. Consuminos datos, y como datos somos consumidos.
“El dataísmo no imagina otra realidad detrás de lo dado, detrás de los datos, porque es un totalitarismo sin ideología.”(3) Y este totalitarismo digital, es de acuerdo a Han, un régimen de la información que aísla a las personas. “Incluso cuando (las personas) se reúnen, no forman una masa, sino enjambres digitales” (4)
No solamente somos esclavos en nuestra vida, ya sin privacidad, sino que también toda la esfera política está siendo distorsionada al punto que la democracia se ve confundida por la sucesión de innúmeras degeneraciones informáticas que se hacen pasar por verdaderas, transmutando la democracia en infocracia, dice Han.

“Nos creemos libres, mientras nuestras vidas están sometidas a una protocolización para el control de la conducta psicopolítica… La pantalla táctil inteligente hace que todo esté disponible y sea consumible. De este modo, se crea la ilusión de la ‘libertad de la yema de los dedos’. En el régimen de la información ser libre, no significa actuar, sino hacer clic, y dar al like y postear.”(5)
“El tsunami de la información desata fuerzas destructivas. Entretanto, se ha apoderado también de la esfera política y está provocando distorsiones y trastornos masivos en el proceso democrático. La democracia está degenerando en infocracia”(6)
La racionalidad está amenazada, dice Han. La racionalidad se elabora en base a tiempo, conocimiento, experiencia, reflexión, diálogo, comunidad. En la sociedad de la información no tenemos tiempo, todo se reduce a soluciones y éxitos a corto plazo, como un tuit, como un algoritmo oportunista, donde: “Un solo tuit con una noticia falsa o fragmento inteligente de información descontextualizado, puede ser más efectivo que un argumento bien fundado.”(7)

Carroll, era un lógico matemático y el otro lado del espejo, un juego de ajedrez que permitía a Alicia avanzar de acuerdo a precisas reglas y en cada casilla, el juego desplegaba la aventura alucinante de lo desconocido, incitando a preguntarse, pellizcarse, dudar sobre la realidad/irrealidad del sueño, las ensoñaciones, la vigilia… Cada tramo de ese viaje nos plantea interrogantes sobre nuestra existencia. Traspasar el espejo, es encontrarse con una lógica a explorar en el camino de nuestra construcción como sujetos autónomos. Y los sinsentidos con los que Alicia se encuentra tienen todos, correlato con una realidad. Es verdad, Carroll es el maestro de muchos abordajes posteriores tanto literarios del absurdo como de puentes psicoanalíticos o lingüísticos. Y cada lectura implica tomar simbólicamente el hilo de Ariadna para introducirnos en el laberinto de significados de ese otro lado, sabiendo que siempre encontraremos una guía.
En su otro lado, por ejemplo, Alicia es informada por su guía Tweedledee que el Rey Rojo la sueña y que al soñarla la crea en esa sincronicidad recíproca de soñarse el uno al otro como ya dijimos.
-“Ahora (el rey) está soñando -dijo Tweedledee, palmoteando triunfalmente-. ¿Y con quién crees que sueña?
-Eso nadie puede saberlo-, dijo Alicia.
-¡Claro que sí!¡Sueña contigo! -exclamó Tweedledee, palmoteando triunfalmente-. Y si dejara de soñar contigo, ¿dónde se supone que estarías?
-Donde estoy ahora, por supuesto-, dijo Alicia.
-¡No! -replicó desdeñosamente Tweedledee-. No estarías en ningún lado. ¡Sólo eres en su sueño!”(8)
Alicia insistirá en su realidad, apoyándose en la tangibilidad de sus lágrimas y aunque su oponente/guía Tweedledee insista en que sus lágrimas son tan ficcionales como ella misma, Alicia sabe que está atrapada en un bosque, y que debe salir de él. No importan las informaciones sin sentido, su instinto le proporcionará sentido y orientación.
La sociedad de la información, dice Han, en cambio está vacía de sentido y también de orientación. “Hoy estamos bien informados, pero desorientados. La información no tiene capacidad orientativa, sumergiéndonos en una crisis narrativa vacía de sentido, de identidad y de orientación…El discurso es sustituido por la creencia y la adhesión…La comunicación actual es cada vez menos discursiva, puesto que pierde cada vez más la dimensión del otro. La sociedad se está desintegrando en irreconciliables identidades sin alteridad. En lugar de discurso tenemos una guerra de identidades…La comunicación digital como comunicación sin comunidad destruye la política basada en escuchar. Entonces sólo nos escuchamos a nosotros mismos. Eso sería el fin de la acción comunicativa”(9)

Alicia está atrapada en un relato en el que experimentará permanentemente los bordes de los verdadero, lo falso, lo real, lo irreal. Pero en un límite donde el regreso a la realidad siempre es posible. Aún el insufrible personaje huevo de Humpty Dumpty, que se ufana de poseer el significado de todas las palabras, dado que él es el amo de su territorio, sin embargo deja en claro ante Alicia que quizá sea el dueño de sustantivos y adjetivos, pero no de los verbos. Situando con ellos a Carroll en una supremacía indiscutible en el terreno del lenguaje, ya que el verbo es el portador del tiempo, y el ser humano se mide en términos de su temporalidad. Ser es ser en el tiempo. Y el verbo expresa esta dimensión, hasta el origen. El antipático y pedante del señor huevo (Humpty Dumpty) puede decir lo que se le antoje, pero con una conciencia de la temporalidad, y la temporalidad del otro, y todo el juego de poder ante Alicia, será siempre un poder referencial. Y en esa referencialidad la aventura nos atrapa. Y en esa irrealidad onírica hay un sentido de verdad inmenso. Porque Carroll construye universos lógicos. Pueden no ser reales, pero son verdaderos en el universo del cuento. Como los sueños.
La pantalla, dice el filósofo surcoreano, hace estallar todo sentido de verdad, puesto que la libertad es concedida a que todos digan de todo, y que nada conjugue más que en el juego de un hipnótico adictivo. Y citando a Arendt, Han dirá: “Para Arendt, la verdad posee la firmeza del ser. En el orden digital, la verdad, deja paso a la fugacidad de la información.”(10)
Alicia sabe que debe salir del bosque. Y aunque perdida, no pierde autonomía. La pantalla del infodato no da lugar a autonomía alguna, y la caverna digital que nos hace creer que somos libres, nos atrapa en un territorio sin salida, sin posibilidad de darnos vuelta a un exterior que nos arranque de la narrativa mítica, de la que hablaba Platón en el mito de la caverna. No existe un exterior en la caverna de la información, allí, donde afirma el filósofo, la luz de la verdad se apaga por completo.
Alicia sabe que tiene que salir del bosque. Depende de nosotros, encontrar una senda donde recuperar autonomía, sentido de verdad y sentimientos.
Por la senda de Carlos Mugica.
Vuelvo a sentir lo mismo que al comienzo. Que en el enunciado de este subtítulo ya dije todo. Y que explicar la misión por la inclusión social del sacerdote tercermundista asesinado, es una verdad tan de Perogrullo, como afirmar que debemos volver al humanismo, en un mundo en guerras.
Pero aceptado el desafío de Han, apago toda conexión internética posible, y le restituyo al espejo de Alicia la capacidad de devolverme, ya no al otro lado de la realidad, puesto que la realidad ha devenido en “inforeality”, sino a la realidad propiamente dicha, a la realidad de barro y hueso, de carne y hambre, sin posibilidad alguna de algorítmicamente hablar por ejemplo, tal como hablan políticos, sociólogos y hasta pensadores, en términos de “por debajo o por encima de la línea de pobreza”. Es decir en términos de un algoritmo, de un cálculo. La existencia no es un cálculo matemático. Y la vida no es una “infovida”
“…los estudios sobre la pobreza en la Argentina aparecen dominados por las metáforas geométricas (la caída, la rodada, la cuesta abajo). La doxa académica queda así atrapada en una suerte de aritmética de la miseria en el sentido que la discusión siempre gira alrededor de los mismos temas: cuanta gente cayó “por debajo” o trepó “por arriba” de la línea de pobreza, cuántos hogares tienen “necesidades básicas insatisfechas…”(11)

La vida como dato. El “infodato” que al equiparar pobreza con bajos ingresos, reduce la existencia a una “infovida”, como si el conteo en términos de cuánta polenta o proteína o si chapa o si piso de cemento fueran las variables para acercarnos a comprender los procesos que han llevado a la marginación y exclusión. Análisis que merece una mirada profunda.

La acumulación de pobreza, tal como se analiza en Parias urbanos (Wacquant) nos permite analizar que el fenómeno tiene múltiples orígenes, siendo el desplazamiento del campo a la ciudad un factor preponderante en este desequilibrio “marginal” de crecimientos poblacionales sin oportunidades de inserción, con proliferación tanto de economías informales, cuanto de todo tipo de transas. Estos Bronx globales, analiza Javier Auyero, en la introducción al libro citado, nos invitan a una mirada puntual sobre esta vida acorralada a reproducir marginalidad en todos los órdenes. Vida enajenada material y espiritualmente.
Ser en el mundo no es ser un ser larvario. Y esta tarea, la de devolvernos al corazón del ser en el mundo sin enajenaciones ni materiales ni espirituales, tuvo un claro líder en los 70. Carlos Mugica.
“El pecado se da siempre en el interior del hombre…Pecar es rechazar el amor e instalar la injusticia… Y la injusticia la instala el propio hombre, trasladando el pecado a actividades, instituciones, y a las estructuras creadas por él” (12)
El pecado para Mujica, no es una inconducta moral. El pecado es la implementación de la injusticia como inherente a la organización social, que a su vez carece de toda referencia espiritual.
“Humanizar es evangelizar. Viviendo todos los valores humanos, trascendiéndolos. Ascendiendo en un nivel superior, hacia lo divino. Cada ser humano, sea borracho o ladrón, es un ser con potencialidad divina” (13)
Sólo si se adquiere consciencia de sí mismo, del otro, y de la tarea trascendente como co-creadora del universo es como se adquiere dimensión humana, sostiene Mugica. Vivir para crear vida y transformarla. Y para esto tenemos que tener conciencia de nuestras necesidades y de nuestras posibilidades como seres libres y co-creadores.
Mugica fue un apóstol de Jesús. Pescador de almas, no se confundió en la tarea y elevándose hacia la pobreza tal cual palabras de Helder Cámera leyó la pobreza en los términos del Evangelio, e hizo del “amar al prójimo como a ti mismo” un pacto con la fe en Dios y con la existencia. Lejos de cualquier espejización narcisista, de predicar la justicia social sin compromiso real con la labor consciente y amorosa de construir. Existencia implica conciencia, compromiso de evolución. Y sin condiciones materiales y espirituales, tal evolución es una involución en la escala de superación.

No hay dimensión algorítmica para la existencia, hay dimensión de trascendencia. Conciencia de propósito. Conciencia de que estamos para superarnos como individuos, como especie. Como custodios de la conciencia del mundo. Seres que nos complementamos en el otro y en el mundo como totalidad. Y esa es la dimensión metafísica. Y por eso la Teología de la Liberación aparece como el nexo insoslayable para comprendernos en la dimensión humana en un llamado ineludible a este regreso al humanismo. Restituyendo dimensión supra humana a lo humano. No hay dimensión supra humana apelando a la lógica algorítmica. A menos que adjudiquemos humanidad a los robots. Que hoy amenazan establecerse como el orden “superior”.
Mugica centró su labor en restituir red social, tejido social, y no redes sociales, que en su momento llegaban hasta el poder hipnótico y manipulador de la televisión y los grandes medios de prensa y propaganda como la forma suprema de enajenación. La red social, para él, es la red del pescador de almas. Que las “pesca” para transformarlas.
Las redes sociales son espejismos que no restituyen comunidad y a menudo son verdaderas bombas generadoras/multiplicadoras de males sociales como el narco, la prostitución, la venta de niños.
Decía una brillante feminista como Rita Segato, a propósito de la desaparición de mujeres en Ciudad Juárez, que sólo la restitución del tejido social, sería capaz de frenar el avance de las redes del narco y la prostitución y el crimen: “El único Estado capaz de frenar la expansión mafiosa es el que devuelve fuero comunitario y garantiza los mecanismos de deliberación interna, un Estado restituidor de ciudadanía comunitaria” (14)
Y estas palabras nos conectan con Mugica, por cuanto una ciudadanía comunitaria tal como la planteó es la única que posibilita vínculos de solidaridad, de construcción y de fe. Y este es el gran legado de Mugica para este pueblo y para la humanidad.
A menudo se declama “hambre cero”, “mesa del hambre”. Nada más lejos de Mugica este enunciado tramposo. Porque carece de amorosidad hacia una situación, como si fuera una descripción que no nos incluye. Hay un otro que padece hambre, pero yo no me reconozco en ese otro que carece de alimento y simplemente lo consigno como dato en una fotografía que no me involucra para nada. Nada más lejos del amor de Jesús. Amor como acto de unidad y no de separatidad. Mugica sostenía que no estamos lejos ni separados ni del otro como hermano ni de lo divino. Somos lo divino y nuestra voluntad no es otra que la voluntad del Padre. Y esa voluntad es la de abrazarnos en comunidad. Ni hambre cero, ni mesa del hambre. Mesa del amor. Mesa del compartir. Y si somos divinos, somos co-creadores de existencia digna. Y ninguna instancia de indignidad existencial puede dejarme afuera.
Si hay una iglesia de los pobres, decía Mugica, es porque hay una iglesia de los ricos. Y eso no debería existir. Debe haber una sola iglesia. Y en ese sentido, si hablamos de la mesa del hambre, es porque hay una mesa del que no lo tiene. Y eso duele. La red social está dañada, porque los excluidos cada vez son más. Excluidos de ser en comunidad. Y los “dueños de las palabras”, como el narcisista del señor huevo del cuento de Carroll, también estarán excluidos del sentido de comunidad, en tanto no restituyan la plenitud del verbo ser. Lo que yo significo en las palabras, si no está refrendado en la acción, es un discurso arbitrario. Y nosotros, los articuladores de sentido, en tanto no acusemos recibo de nuestra falta de comprensión de la totalidad, del sentido holístico de la vida, que es el de la creación, seremos cómplices indirectos del derrumbe existencial. La realidad no es un clic. No es un like. Es una condición. Condición Humana. Y esa condición implica convivencia. Sólo una organización de comunidad de bienes y valores puede devolvernos escala humana. Allí donde la fuerza del amor se traduzca en restitución de vínculos, familia, afectividad. Sin ellos estamos perdidos en el mundo de las estadísticas y algoritmos.

Alguien podría deducir que es una batalla perdida por romántica y utópica, que el camino está trazado y el futuro ya llegó y se llama “infotiempo”. Pero eso no es más que una lectura lineal de diseño maquínico. Y hoy hace falta una lectura dialéctica capaz de resignificar la utopía rastreando donde se perdió la huella de lo humano. Mugica se me aparece como un faro potente. Su sentido de construir comunidad implica amor. Por la vida. Por el otro como hermano. Por la tierra. Por el mundo. Por Dios. El “infotiempo” estaría convocando una fuerza demoníaca y descalabrante. Mugica, como la figura del Rey Pescador de la mitología celta, está entre nosotros para recordarnos que no esperemos sin conciencia de nuestra herida, la salvación. Mugica nos propone una red de soñarnos en comunidad los unos a los otros para no enredarnos en las redes de los traficantes de almas. El sacerdote pareciera dejarnos en claro que el Cristo ha resucitado para rescatar a la humanidad del pecado de soberbia de creer que la crisis es moral. No. Hay una crisis de verdad.
Citando a Foucault, Byung Chul Han, nos lleva al concepto de isegoría (derecho de todo ciudadano a decir lo que quiera) y al concepto de parresía (derecho de los ciudadanos a decir lo que consideran cierto). La parresía, dice, obliga a las personas que actúan políticamente a decir lo que es verdad, a preocuparse por la comunidad: “Quienes se manifiesten con valentía, a pesar de todos los riegos que ello comporta, están ejercitando la parresía. La parresía crea comunidad. Es esencial para la democracia. Decir la verdad es un acto genuinamente político. La Democracia está viva mientras se ejerce la parresía.” (15)
Y entre “isegoría” y “parresía”, el desafío filosófico de ejercitar la verdad, situándonos en el hoy de los acontecimientos y respondiendo a lo que está sucediendo. Decir lo que se ve, lo que se siente, lo que sucede, poniendo hechos a las dudas, fe en el camino del amor, único capaz de crear desde la conciencia del hoy, una comunidad que nos sostenga.
Es necesario ejercitar nuestra parresía, por la senda que trazó Carlos Mugica.

Hay que volver al humanismo. Sí. Hay un otro lado a atravesar, la barrera del algoritmo de por debajo o por encima de la línea de pobreza y que nos atrapa como ecuación. Ni por encima ni por debajo. Entre. Como comunidad. La alteridad que nos plantea la desigualdad social no es ni un algoritmo ni un espectáculo. Es un llamado a la apertura de consciencia y a la acción. Es una tarea. Y ese es el otro lado del espejo de Alicia. Ser parte del sueño que nos sueña. Como seres humanos capaces de transformarnos transformando la realidad. Y no es una metáfora poética. Es el llamado a reformular el modo de vincularnos en un mundo que amenaza con robotizarnos y disolvernos en una ecuación, lejos de todo humanismo posible.

Por Cristina Escofet
Dramaturga y profesora de Filosofía
1. Virilo, Paul: Lo que viene. Ed. Tiempo al tiempo. Madrid, 2005. Pág. 19.
2.Charles Lutwidge Dogson, cuyo seudónimo fue Lewis Carrol (Reino Unido 1832/1898), fue un diácono anglicano, lógico matemático, fotógrafo y escritor británico. La obra utilizada para este artículo es Alicia a través del espejo.
3. Han, Byung Chul: Infocracia. Taurus, Argentina, 2022, página 21.
4. Op. Cit., pág. 23.
5. Op. Cit., págs. 20/21.
6. Op.Cit., pág. 25.
7. Op. Cit., pág. 35.
8. Carrol, L: Los libros de Alicia. Ediciones de la Flor. Buenos Aires, pág. 160.
9. Han, Byung Chul. Op.Cit. Pàgs. 54/55.
10. Han, Byung Chul. Op.Cit., pág. 91.
11. Auyero, Javier: “Introducción. Claves para pensar la marginación”. En Wacquant Loic: Parias urbanos, marginalidad en la ciudad a comienzos del milenio. Buenos Aires, Manantial, pàgs. 26/27.
12. Mugica, Carlos: Peronismo y cristianismo. E. Merlin, Bs. As., 1973. Págs. 31,32.
13. Op.Cit. Pág. 25.
14. Segato Rita: “La nueva elocuencia del poder” en: Escritura en el cuerpo. Bs. As. Tinta Limón, 2013. Pág. 87.
15. Han, Op.Cit. Pág. 87.
4 / Nov / 2022