Revista Florencio
“YO NENA, YO PRINCESA”, OTRO FILM GALARDONADO POR NUESTRA ENTIDAD
En el año 2014, Gabriela Mansilla publicó su libro Yo nena, yo princesa. Luana, la niña que eligió su propio nombre, donde contaba sus memorias y con ellas la historia de su hija, que, apoyada por ella y su entorno familiar, había luchado con valentía hasta lograr ser la primera niña argentina trans en obtener, sin pasar por la justicia, su DNI reconociendo la identidad de género con que ella se autopercibía. Por ese entonces, Mansilla fundó también la asociación civil Infancias Libres, que promueve la igualdad de los derechos de niños, niñas y adolescentes trans, la no discriminación por identidad de género u orientación sexual, la inserción en la sociedad, la comunidad educativa y el sistema de salud para una mejor calidad de vida. Esa labor en esta etapa se ha robustecido con la escritura de nuevos libros y el desarrollo de una fuerte actividad de difusión de sus ideas y las de su asociación civil en entrevistas, talleres, y conferencias en varias de nuestras provincias y en distintos países de América Latina.
Tomando como base aquel libro, pero también una experiencia de largas conversaciones con Gabriela Mansilla, Luana, su hermano mellizo, su abuela y otros miembros de la familia, el director Federico Palazzo escribió el guion de su película Yo nena, yo princesa, una historia conmovedora que ha llegado al corazón de muchos espectadores argentinos y extranjeros de todas las edades y ha cosechado varias nominaciones durante su recorrido por diversos encuentros cinematográficos en el mundo y el primer premio en el festival El Cine a la Vista, realizado en San Martín de los Andes y el de Argentores al mejor guion adaptado. Estrenada en 2021, durante el tiempo de la pandemia, fue el film más visto aquí ese año. Lo que continúa a estas líneas de introducción, es una entrevista a Federico Palazzo, que en una minuciosa descripción de los objetivos estéticos y humanos que se propuso el trabajo y otros aspectos de su labor en la industria del cine, el teatro y la televisión desde hace varias décadas –incluidos los de algunos proyectos actuales-, nos ofreció un lúcido testimonio de la importancia que la ficción puede tener en la vida de la sociedad.
Los prejuicios contra las minorías y diferencias han envenenado a la humanidad desde tiempos remotos. La homosexualidad era castigada ya en la antigüedad. ¿Vos crees que también ocurrió lo mismo con la experiencia de los trans?

Desde luego. Sin duda, la homosexualidad fue castigada siempre y culturalmente lo sigue siendo, pero las personas trans mucho más. A las personas y trans les va la vida en esto. Solo el 1% llegan a la adultez. El tratamiento peyorativo para esa condición humana lo dice todo. Los llamados “diferentes” y las minorías fueron castigadas desde siempre. La Organización Mundial de la Salud, liberó a la homosexualidad de ser enfermedad en mayo de 1990 y la transexualidad –más allá de que la película Yo nena, yo princesa trata un problema de género, no de sexo-, fue tratada como trastorno de la identidad sexual hasta el 2010. Es decir, que las personas trans se las trataba científicamente como perversos. Eso terminó en 2010. En 2012 en nuestro país se sancionó una ley que protege e incluye, pero aún sigue siendo culturalmente un sector maltratado, discriminado y lastimado, que merece nuestro trabajo en la industria audiovisual para hacer un aporte y no mirar para otro lado. Si miramos para otro lado somos cómplices.
¿Quiere decir que la autopercepción de pertenecer a otro sexo existió siempre?
La autopercepción humana siempre existió, lo que pasa es algo que culturalmente y antropológicamente no estábamos preparados para poder entenderlo, aceptarlo, transitarlo y así poder abrazarlo. La inclusión a través de la mirada, de un abrazo, que es lo que más esperan las personas trans. Estamos en la misma sopa, por qué negarme a abrazar si también es lo que más necesito.
¿Quién es, desde la familia de Luana, la niña trans de la película, que refleja el punto de vista de la sociedad más tradicional?
Desde el punto vista de la estructura dramática, el personaje del padre es el que hace pie en la sociedad más tradicional. Y lo hace para tomar el caso de su conducta como el vector de por donde se mueve el inconsciente colectivo que anula la oportunidad de ser diferente. Yo me tomo de ese personaje para poder construir ese arco dramático y poder lograr la emoción, porque mi convicción –pero mi subjetividad también- es que los seres humanos somos más interesantes cuando somos flexibles. Y somos flexibles cuando nos conmovemos. Por lo tanto, utilizo el personaje del padre, pero principalmente la ternura de la niña, como una herramienta para conmover al espectador. Porque la búsqueda de la película no es aleccionar a nadie, tampoco persigue un fin didáctico, su objetivo es iluminar lo que no está iluminado u omitido culturalmente, pero en ese proceso de conseguir iluminar me tracé, con la anuencia de la producción, porque lo conversamos de manera abierta, la pregunta de a quienes íbamos a dirigirnos en la búsqueda de la mirada del público, hacia dónde iba orientada nuestra expectativa de observación. Y yo, para no borrar con el codo lo que escribimos con la mano, quise ir por todo. Y, por suerte, lo logramos, porque conseguí que la película fuera calificada por el Instituto Nacional de Cinematografía como Apta para Todo Público. Eso trajo muchos beneficios, y también trajo la posibilidad de estar en el filo de caer en el riesgo de ser didácticos.

Hubo documental sobre este caso, ¿no? A mí me parece que el valor de esta película, además de estar bien hecha, está en la historia humana que cuenta y cómo emociona con ella, cosa que con el mero registro documental hubiera sido más difícil.
Esta historia comienza como punta de lanza con un libro escrito por Gabriela Mansilla, la madre de la niña, que son sus memorias, lo vivido en la experiencia familiar y de su hija; y se lo publica la Universidad de General Sarmiento. Yo tomo este libro, sin duda, pero para escribir el guion no me basé solamente en el libro sino en una experiencia presencial de compartir muchas horas de conversaciones y de encuentros con Gabriela, con Luana y con su hermano mellizo, Elías, con los tres, con su abuela, su tío, etc. He ido a su casa muchas horas y he llevado a actores, una vez que el guion fue aprobados por Gabriela y su familia. Yo me tomo de ese libro, que se transformó poco después en un documental, que es un registro, una entrevista que le hacen a ella para que cuente la historia. Allí está Gabriela, frente a cámara narrando la experiencia de su vida. Nuestra película de ficción, Yo nena, yo princesa, es la primera película en el mundo que toca la temática de las infancias trans y está protagonizada por primera vez también en la historia de la cinematografía mundial por una niña trans real, que es la niña chiquita llamada Isabela G.C. Ella es una niña trans, que se autopercibió como tal de la misma manera que Luana (la historia real de la película); y como todos los seres humanos, desde el punto de vista del género, se autopercibió así entre los dos y los cuatro años. La niña actriz trans lo hizo a los tres años y Luana a los dos, pero gran parte del recorrido, que tiene que ver con la experiencia de vida, es el mismo. Quiero usar la palabra “experiencia” y no “caso”, porque decir el término caso es patologizante. Aquí no hay ninguna patología, pese a que nuestra cultura nos indique lo contrario. Yo soy un varón heterosexual cis género, una posición cómoda y hegemónica, pero desde ese lugar, y mi vocación de ponerme en el lugar del otro, tuve la oportunidad de observar esta condición humana e intentar, a través de la ficción, pelear por un mundo un poco más Justo.
Ese mundo que nos parece cada vez más lejos.
Pareciera que sí, pero todavía nos queda la ficción. Yo la esperanza la pongo mucho ahí, porque es una herramienta poderosísima. Desde los griegos para acá, pueden cambiar los formatos, puede ser el teatro, televisión, plataformas, cine –que ojalá nunca muera-, pero no hay nada más verdadero que la ficción para espejarnos como sociedad.
La ficción nos hace pensar, nos emociona.
Nos espeja. El arte es un salvataje.

¿Cómo trabajaste el guion? ¿Solo?
El guion lo trabajé solo unos cuatro meses trabajando de manera directa con Gabriela Mansilla, con su familia, interviniendo en todo el material vastísimo que hay en Internet, porque además Gabriela se transformó en una oradora importantísima. En este momento está dando conferencias en México y toda América. Y sin duda la herramienta de ese time-line de la vida que ofrece el libro es el grito identitario de una niña y también esencialmente de un cuenco de familia. Siempre lo digo en las entrevistas que me hacen: yo registro una razón muy poderosa detrás de todo esto, de sincronicidad, no de causalidad, aquí hubo una niña que, pese al mandato familiar, pese a la conducta correctiva de meses y meses que le quisieron instalar con la psicóloga y su padre, siguió sosteniendo lo que sentía ser. Eso generó una segunda etapa con una madre que supo entender y una abuela que supo ser el cuenco que explicaba “qué era el amor en verdad” y es allí, en ese cóctel, es donde el proceso represivo típico que le sucede a muchas criaturas de cualquier estrato social fracasó. No triunfó la corrección, triunfó la autopercepción, triunfó el amor. Hay experiencias trans en familias de alto poder adquisitivo, no quiero dar nombres, que, cuando hicieron su transición de género, fueron expulsados de la familia: se quedaron solas para siempre. En esta historia, hubo un enorme condimento de cadena de valentías. Y debo decir que no puedo definir mi labor de otra manera que diciendo que, en realidad, fue sencilla, porque consistió en aglutinar los elementos sensoriales que estaban presentes en la historia y permitirme algunas adaptaciones para lograr que los puntos de giro funcionaran en los tres actos de la estructura dramática de la película, sin desvirtuar la historia, pero con las licencias poéticas que merece y necesita una adaptación cinematográfica. Adaptar es adoptar. Para darte un ejemplo: en la historia real nunca sucedió una conversación que ocurre entre la madre y la hija estando en la terraza y donde la niña le dice: “Quiero tener angina como vos”. La niña confunde angina con vagina. Eso no sucedió, pero conté con la anuencia de Gabriela, porque esa escena tiene como objetivo que la niña aprenda a amar su propio cuerpo que es síndrome más importante que transitan las personas trans: pensar o sentir que han nacido en el cuerpo equivocado. Al transitar esa premisa, lo que hay que traer, como silogismo fundamental, es que no se nació en el cuerpo equivocado ni tampoco en el momento equivocado, y que el cuerpo, el lugar y el momento en que nacimos es lo que tenemos que aprender a amar. La madre en la historia real, en vez de acudir a esta apelación dialéctica, que yo ejercí con un cierto dejo poético en esa terraza entre sábanas y contraluces, y con el humor de haber instalado allí una confusión entre angina y vagina, lo que ella hacía en su casa era hacerle penes con porcelana fría a las muñecas. Si yo contaba esa escena, con esas precisiones, no hubiera tenido el “Apto para Todo Público.” Porque el Instituto Nacional de Cinematografía ante la presencia de la genitalidad hubiera calificado la película como mínimo para mayores de 13 años. Y nos hubiéramos perdido, entre otras tantas cosas, que la película perdiera esa posibilidad de llegar a la totalidad del público. Eso no es un hecho menor. Y no por el viaje del ego, que es tan mediocre, sino por el viaje de oportunidad que permitió que la película la vieran también los adolescentes. Y al respecto es oportuno señalar que la película ganó el primer premio al único festival donde el jurado está formado por 100 adolescentes de toda la Argentina, un festival federal que se llama El Cine a la Vista. Allí ganamos el primer premio porque los adolescentes entre 13 y 16 años se aquerenciaron del film. Y muchos de ellos no la hubieran podido ver con una calificación distinta. Eso se logró gracias a que todos dijimos: vamos por todos. Y eso funcionó.
Es una demostración del buen criterio que tuvo la película de acudir a determinados recursos poéticos para ampliar su horizonte de expectación.
Es que la poética es ahí donde nos rescata. Puede rescatar cualquier cosa la poética. En este sentido, Gabriela entendió rápidamente cuál era el objetivo dramático de convertir unos hechos en otros. Ella, que había tenido la capacidad de escuchar a su hija, cómo no iba a poder escucharme a mí. Entendió con celeridad que podíamos transformar una cosa en otra y que eso no era necesario que ocurriera en la progresión del tiempo en que ella lo vivió, sino que eso podía cambiar. Que la modificación del orden de los factores, a veces, no altera el producto. Menos aún con el compromiso que todas las partes adquirimos.
Me llamó mucho la atención cómo el mellizo de la niña no se desorientó en ningún momento frente a la situación y se acopló a la posición de la madre, la acompañó en su experiencia.
Es como un factor común que sucede en la juventud. También lo percibí debatiendo con los adolescentes, tanto en Nueva York como en Toronto, como en Buenos Aires en este festival que mencioné. Son adolescentes esponjas, que vienen conformados, seteados, de una manera más amplia, algunos tal vez no y mantienen el modelo que proviene de sus casas. Y por eso la importancia de buscar a los adolescentes para que lleven, reproduzcan y transmitan en sus casas las dificultades que tenemos frente a los factores hegemónicos de la sociedad a la que pertenecemos, para que culturalmente empecemos a animarnos a perder el miedo de que nada va a pasar y que no tenemos por qué, no tenemos derecho de meternos en lo que cada persona es. En ese sentido, el recorrido de la película comienza con el hermetismo lógico y el estupor que transitaría, a mi entender, cualquier ser humano que le toque esta experiencia. Ir a recorrer este lugar con una mirada de público que vaya caminando junto con el padre en esta contradicción, esta dificultad, que lo lleva en algunos momentos, a ser capaz de regalarle una peluca a su niña y al mismo tiempo decir: “No quiero un hijo maricón. No le cortes más el pelo y vos sos una hija de puta porque estás queriendo tener una niña trans”. Entonces, en ese camino, llevar al público entre algodones para poder entender que aquí no hubo manipulación. Y entonces ahí aparece esa mezcla, ¿no?, donde a veces se da el pequeño milagro de tener en la oportunidad laboral de entretener, que es nuestra tarea en la industria, sea cinematográfica, teatral, o de plataformas, y al mismo tiempo ser útiles al tiempo en que estamos viviendo y no haber pasado en vano por este espacio. Poder lograr que sucedan cosas como, por ejemplo, recibir un mensaje, de los cientos que he recibido, que me dice: “Federico, estamos aquí con el padre y mi hijo abrazados llorando porque mañana temprano vamos a comenzar, después de ver tu película, el cambio registral de nuestro hijo, que tiene 9 años y ahora se siente una persona.” ¿Para qué tenemos esta profesión? La diferencia siempre va a ser sentirse útil. Yo creo que estamos para producir cosas como esas.

Federico, ¿y en cuanto a la producción se organizó bien, hubo dificultades?
La producción se organizó muy bien, mi inclusión se produjo a partir de la idea de Fernando Sokolowicz, productor general de la película, junto con José Paquez. Ellos me convocan y me ofrecen este recorrido de la película en todas sus formas y la principal dificultad que hemos transitado estuvo relacionada con la pandemia. Filmamos en plena pandemia, con muchas restricciones, a las ocho de la noche todo el equipo técnico tenía que estar en sus casas, con lo cual hice en el guion bastantes modificaciones para lograr que fuera una película “a giorno”, porque no podíamos filmar de noche, las pocas situaciones que hay nocturnas son en una habitación iluminada para ello, dominando la luz. A más tardar a las seis y media o siete había que terminar el rodaje para que la gente estuviera en sus casas a las ocho de la noche. Estábamos con doble barbijo. Yo me ponía como a cinco metros de los actores para sacarme el barbijo y poder transmitirles los estremecimientos. Tuve muchísima colaboración por parte de la producción, tuvimos la suerte de encontrar esta niña trans que interpreta el papel de Luana, que se llama Isabela, y entonces nos apuramos porque no queríamos que crezca, queríamos lograr que la niña tuviera la misma edad que tuvo el personaje cuando le otorgaron el DNI. Así que hicimos la curva dramática de su evolución etaria con pelucas y con un equipo al cuál conocía en su enorme mayoría, porque trabajo siempre con sus integrantes. Pero todo el mundo se aquerenció del proyecto de una manera emocionante, poco común. Siempre los directores hablan del equipo y a veces hasta se escapan demagogias, pero en mi caso, en esta oportunidad, yo levantaba la cabeza cuando iba con el cameraman arriba de un carro de travelling y veía a todo el equipo emocionado. Entonces entendía que estábamos todos en el mismo camino. Logramos hacer la película en un tiempo muy breve, porque se filmó en cuatro semanas y un poco más, casi cinco semanas de rodaje. Se filmó en abril de 2021 y se estrenó en octubre del mismo año. Y la producción me acompaño mucho en algo que para mí era fundamental y que me iba a llevar a que la película tuviera la honestidad interpretativa actoral que necesitaba: eso fue haber podido ensayar con los actores y con la construcción de los vínculos. Se trataba de un elenco muy nutrido. Fueron 28 actores.
Es difícil mantener un nivel parejo de calidad entre tantos actores. Y la película lo logra.
Creo que la misma responsabilidad que tuvimos nosotros, la sintieron también los actores y entramos todos en el mismo canal de información que tuvo un elemento valiosísimo en común: acá el ego queda en casa. Acá estamos al servicio de una acción dramática y vamos a dejar el alma para que toda condición humana tenga la misma oportunidad. Y entonces los actores se entregaron a un funcionamiento de relojería, que conectó, funcionó. Tuve una cabeza de elenco valiosísima, Eleonora Wexler, una actriz que mete los pies en el barro, que se compromete y no resuelve desde el oficio, que tiene la capacidad de tener brillo en los ojos y opacarlos cuando los tiene que opacar. Esta sinapsis neuronal que tiene con su alma y con su cuerpo es poco común y es una actriz completa desde el punto de vista sensorial, intelectual. Y, como muchas veces he trabajado con Héctor Alterio, allá por mis orígenes, cuando empecé a trabajar allá por el año 1995, recuerdo que él decía algo que siempre lo retomo: “De una buena persona, siempre se logra un buen actor.” Ergo: las malas personas se terminan por repetir, pueden sorprendernos alguna vez, pero en general se repiten. Eleonora no se repite.
Alterio qué gran actor. ¿Cuándo tuviste la oportunidad de dirigirlo?
Yo tuve la suerte de dirigir en 1996 una serie que se hizo en La Patagonia, en San Martín de los Andes precisamente, y él formaba parte con Gustavo Bermúdez del elenco protagónico. Se llamaba, Alén, luz de luna. Hace ya 26 años.
¿Cuándo empezaste en la industria Federico?
Fue en 1988. Y antes tenía en radio un programa de literatura y política, a los 16 años. Y leía poesía erótica y me quejaba de las injusticias. Pero en la industria audiovisual empecé a los 19 años, luego de hacer la colimba en Villa Martelli, en una época de pleno quilombo. Y empecé a trabajar como asistente de dirección y producción en teatro y televisión. Así que llevo ya unos 34 años de profesión. Y a dirigir comencé en el año 1994, con un emprendimiento de amigos en el que estaba Ana María Picchio, Betiana Blum, Julieta Ortega, Manolo Callau, Juan Carlos Puppo y muchas otras personas. En esa oportunidad hicimos un trabajo piloto que luego no lo vendimos a ningún lado, pero que les dio trabajo a todos, inclusive a mí mismo porque me contrataron en el canal 9 en 1995 para dirigir La Nena. Un poco antes había dirigido una tira que no salió al aire. Mi inicio profesional con recibo de sueldo fue en 1995 como director.
¿Cuántas películas has hecho hasta el momento?
Con estreno comercial tres, casi cuatro te diría, porque hice una como co-director. Estoy empezando mi camino de director cinematográfico. Después algún telefilm, alguna película para televisión que justamente fue premiada en Argentores y también en el Ministerio de Cultura, en una época en que se premiaban en una época la mejor producción trianual de ficción. En el año 2019, una película llamada Cuatro metros, también con un elenco grande, en el año 2007 dirigí también en San Luis otra con un elenco numeroso que se llamó El cine de Maite, un road movie, y después Bienvenido Brian, una película para televisión, ahora Yo nena, yo princesa, y después alguna que otra participación menor colaborando con algún colega para que pueda ser director.
¿Por cuántos lugares se ha estrenado Yo nena, yo princesa?
Se estrenó en la Argentina en salas comerciales y fue la película más vista de 2021, con poca audiencia en comparación con lo que se está dando ahora con algunos films en la vuelta al cine luego de la pandemia, gracias fundamentalmente a la película Argentina, 1985 que llegó al millón de espectadores. Nosotros tuvimos alrededor de 60 mil espectadores en 2021. Para esa época fue un montón, estuvo como cuatro meses en cartel. Fue repetida en el cine Gaumont, porque fue la más vista en esa sala. La volvieron a pasar en enero y en marzo de este 2022 en el Mes de las Feminidades. Después pasamos a la plataforma Star Plus de Disney, donde aproximadamente fue durante tres meses la película más vista en ese sitio de Latinoamérica. A pesar de no haber sido estrenada en España, la película fue elegida entre otras 700 películas de Iberoamérica y llegó a la final y fue candidata al premio mayor, como mejor película en Educación y Valores en el Festival Latino en Madrid. Ganamos el festival de los adolescentes, El Cine a la Vista; fuimos nominados para el Festival del Cine Latinoamericano de Nueva York. Y estuvimos en el Festival de Cine de Toronto. Por ahora eso. Todavía no está estrenada en Estados Unidos, más allá del festival en Nueva York, ni en Europa. Disney tiene la exclusividad en el territorio de Latinoamérica.

¿Quiénes fueron las productoras de esta película?
Fueron Arco Libre, Tronera Producciones, la Universidad Nacional de la Matanza, que puso todo el predio a disposición para filmar (un lugar valiosísimo), el Grupo Octubre, hay otras productoras como HSBG, también Aleph Media y el Instituto Nacional de Cinematografía de la Argentina.
¿Y en qué producción estás ahora?
Estoy con varios proyectos, pero el más tangible, para mencionarte aquí y ahora es una miniserie de ocho episodios, que es una creación mía, es un formato argentino, mío, lo digo porque muchas veces aquí compramos formatos extranjeros. Digo que es argentino no solamente por cómo es la historia, sino también por la forma en la que se cuenta. Es una miniserie que tiene la particularidad de tener 70 actores, digamos que podría ser el récord de la historia audiovisual argentina en un producto. Es un formato de cámara negra, 360 grados de cámara negra, en blanco y negro, donde adentro suceden 24 historias de amor autoconclusivas, que se distribuyen de manera temática en cada episodio, con una cámara muy invasiva, muy intrusiva, muy presente, muy cercana e intimista, no es una mirada exterior, sino más interna, con toques de color en algunas escenas, con elementos que le permite una construcción estética. Son historias de amor en los tiempos de la diversidad con sus bellezas y mezquindades, sin distinción de género y con todo el mundo adentro. Son ocho episodios de una hora cada uno, que saldrán al aire seguramente en una plataforma. Se llama Revelados en blanco y negro. Ya se filmó toda, y en estos días se termina la edición.
¿Y otras cosas?
Sí, pero todavía no se pueden revelar. Si te puedo decir que estoy armando un documental a nivel de toda América y hay también una película dando vuelta de una historia que estamos armando en equipo y una miniserie de seis episodios en el ámbito de la Península de Valdés. Pero, ahora, lo tangible por el momento es Revelados en Blanco y Negro.
¿En documental has tenido experiencias?
Si en algunos. Yo soy director de actores, escritor de toda mi vida. Escribo desde muy joven poesía y otras cuestiones. En escritura he colaborado con todos productos en que participé, en teatro también, allí está mi origen. He trabajado con muchos directores y he dirigido algunos espectáculos también en teatro. Y en documentales me suscribo a participar en aquellos donde se dé la posibilidad de ser útil, que es algo que consagra mi vida. Ser útil a mi entorno cercano, a mis amigos, a la sociedad en la que vivo. El documental te da una posibilidad mucho más directa, que carece de la condición interpretativa del público porque está servida la observación directa que éste género te proporciona, si bien se le puede añadir algo de poesía o incluso algo de ficción. En ese sentido hice algunos documentales, uno de ellos premiado en La Habana, Cuba, que se llama Tramas del plan Cóndor, que se puede ver en la plataforma Contar, porque durante el gobierno anterior todos los contenidos de derechos humanos fueron removidos de sus espacios originales y hoy se está recuperando esa visibilidad, que esperemos perdure. Es un documental que habla del asesinato de dos chicos cubanos que estaban queriendo volver a Cuba desde Argentina, porque aquí había comenzado la dictadura, y fueron detenidos y asesinados en el centro clandestino de detención y exterminio Automotores Orletti en el barrio de Flores. Allí estuve con integrantes de la producción como Pedro Luis Nadal García, en el momento en se recuperaron sus cuerpos, se identificaron y viajé a Cuba en el marco de la exhibición de este documental en la Isla. También hice algunos otros contenidos de documentales sobre subsistencia humana sin dañar la naturaleza, algunas cosas en la Patagonia, que es un espacio escénico que deberíamos capitalizarlo más en nuestra industria. Yo voy mucho allí para escribir y sacar la cabeza a pasear.

Y, recordando lo que me contabas de tu trabajo juvenil en la radio, has mantenido la coherencia de un pensamiento que rechaza las injusticias y pelea por un mundo más humano, más enfrentado a esa codicia insaciable de ganar y ganar plata como sea.
Reflexionando esto que me decís, te cuento que una de las cosas más interesantes que transité hace poco cuando fui a Toronto, Canadá, fue descubrir que el sistema de salud en Canadá es público, libre y gratuito, pero con una pequeña salvedad, porque para eso ves cómo puede funcionar la ley, qué prohíbe y permite la ley: la ley prohíbe en todo el territorio de Canadá la medicina prepaga y privada, con lo cual desde el obrero de la construcción pasando por el maestro, por el aparato judicial o los políticos y el primer ministro de Canadá, todos se atienden en el mismo lugar. Y entonces, los políticos presionan para que el sistema funcione, y el beneficio propio termina siendo el colectivo. Me encontré con una persona en Toronto que tenía que hacerse una cirugía de altísimo riesgo en la columna vertebral. La queja del ciudadano medio en Toronto es que a veces hay tiempo de espera, porque es muy probable que en ocasiones el sistema falle. Bueno, le pregunté: ¿Y cuánto tiempo esperaste? Cinco días, me contestó. Un poco después fui a Nueva York, por otro Festival, y ves los resultados de un sistema totalmente distinto en las imágenes de la calle, con muchísimos homeless, los marginados y otras personas durmiendo en las calles.
A.C.
9 / Ene / 2023