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EFEMÉRIDESA 25 años del fallecimiento de Marina Esther Traverso “Niní Marshall”, guionista, actriz y comediante. Creadora de una gran variedad de personajes donde el humor era un puente tendido para reflexionar sobre la importancia del lenguaje como un modo de comprender la realidad.

“Nuestra Cervanta”, así definió María Elena Walsh a Niní Marshall. “La primera escritora de humor o, al menos, la primera reconocida, que alcanzó una popularidad inusitada en el medio masivo que fue la radio, en la década de los años 30 y 40; pasó a ser una estrella por la que rivalizaban los empresarios radiales que, en un hecho nuevo entonces, le permitieron escribir sus propios libretos, en una etapa cultural en que las mujeres podían actuar y cantar, pero no escribir, y menos aun, escribir humor, que era algo que sólo los hombres podían hacer”, señala Eduardo Balestena, citando a la prestigiosa crítica Silvina Marsimian que plantea no sólo la apertura a un espacio nuevo siendo mujer, sino que lo hizo por sí misma, sin apoyo de personas influyentes, ni cediendo en sus creaciones, ni ante las presiones o la censura. “Al hacerlo, no sólo tuvo en vilo al país, pendiente de sus programas y películas, sino que aportó elementos que explotaron generaciones futuras de humoristas. La inmigración sería una de las temáticas que habría de cultivar intentando, con éxito, la caracterización de la mujer inmigrante italiana, española, judía, alemana, y su capacidad de adaptación en un nuevo país”, y agrega que, desde el punto de vista sociológico, Marshall hizo un estudio muy agudo de las maneras de pensar y sentir de las que serán las madres de la futura población argentina, compuesta por la inmigración (recordemos personajes como Doña Caterina, Doña Pola, Mónica Bedoya Hueyo de Picos Pardos Sunsuet Crostón, Niña Jovita, Gladys Minerva Pedantoni, Don Cosme, Bárbara Mc Adam y Belarmina Cueio, entre otros)”.
Niní Marshall fue una mujer adelantada a su época. A veinticinco años de su fallecimiento, la reivindicación de su aporte cultural es cada vez mayor y desde diferentes sectores, tanto artísticos como académicos, consolidándose, paradójicamente, a partir de un hecho que también señala Marsimian, recordando la censura que sufrió Niní Marshall en 1943. «Sus personajes de Cándida, Catita, y el Mingo, sufrieron censura porque hablaban mal, en un incorrecto castellano, y lo hacían por la radio, el medio masivo por excelencia, cuando la revolución nacionalista de 1943 constituyó una política cultural que velaba por la pulcritud del lenguaje. Éste debía ser lo más hispánico posible y con las menores marcas rioplatenses, consideradas chabacanas. Además, el hablar con los modismos del lunfardo, o desviaciones del castellano debidas a la influencia de las voces de los inmigrantes, sobre todo los italianos (el cocoliche), era asociado además a conductas bastardas e inmorales».
La lengua crea el comportamiento nacional, diría Durrell. O mejor: el habla popular con sus cruces y mestizajes. Algo similar intuyó Dante cuando decidió escribir La Divina Comedia en dialecto toscano, es decir luego haber entendido que no iba por el lado del riguroso latín, a lo Petrarca, la composición artística sino desde cómo hablaba la gente en las calles. Y esto estuvo en Niní Marshall desde un comienzo, tal como lo refleja el libro “Días de Radio” de Carlos Ulanovsky –en colaboración con otros autores–. “ ‘En la broadcasting Municipal viene destacando su actuación la cancionista Niní Marshal (sic), discreta intérprete cuyo nombre va adquiriendo sólido prestigio’, dice el suelto de un diario del 24 de noviembre de 1934. La por entonces “discreta intérprete y que luego llenaría toda una época en la radio no era, sin embargo, una desconocida en el medio.
Había empezado como periodista e ilustradora en la revista La Novela Semanal y de allí, con el seudónimo Mitzi, pasó a Sintonía, en donde escribía la sección `Alfilerazos`, breves e incisivos brochazos, nunca de más de diez líneas, referidos a la actualidad”. Al ganar el concurso que buscaba cantantes para radio por la emisora La Voz del Aire, la chica con voz de tiple que cantaba en tres idiomas se convierte en Ivonne D`Arcy. “Con su variado repertorio de vocalista internacional pasó por varias radios hasta que le llegó la primera e importante oportunidad como actriz cómica. Sería la última ocasión en que Marina Esther Traveso cambiara su nombre de nacimiento por un seudónimo artístico”.
En el libro “Artesana de la risa” se cuenta que Niní es un diminutivo de Marina; y que Marshall estuvo inspirado en la identidad de su segundo marido, Marcelo Salcedo. “Entre canción y canción, en la radio, me hacía la graciosa, imitando por ejemplo, a una española que había trabajado en casa cuando yo era chica que se llamaba Francisca” contó la actriz en el libro “La risa de la radio”. Y en otra oportunidad, refiriéndose a la construcción de sus personajes, dijo:
“Creo mis personajes observando a la gente, prestando atención a los pequeños defectos que pueden causar risa. Voy a la peluquería y paro la oreja para ver que hablan los clientes. Las mujeres están en los secadores y deben gritar para escucharse. A gritos cuentan la vida y milagros de todo el barrio. Yo caricaturizo lo que allí se dice. En los transportes públicos me pongo los anteojos negros y doy una vuelta para escuchar a la gente. Parece mentira lo indiscretos que son. Otra fuente muy jugosa es la placita Vicente López frente a mi casa; ahí espío a las mucamitas con sus novios y obtengo expresiones, dichos y situaciones que causan gracia”. Así nacen Catita y Cándida Loureiro Ramallada, dos de sus personajes más memorables que luego llevaría al cine en Cándida (1939), Los celos de Cándida (1940), Cándida millonaria (1941) y Catita es una dama (1956), entre otras.

Desde su inicio como actriz en la película Mujeres que trabajan (1938) trabajó en treinta y ocho películas, de las cuales veintiocho fueron en argentina, entre ellas Hay que educar a Niní (1940), Yo quiero ser bataclana (1941), pasando por Santa Cándida (1945), Mujeres que bailan (1949) y Qué linda es mi familia (1980) , nueve en México en películas como Una gallega en México (1949), La alegre casada (1952) y Una gallega en la Habana (1955) y una en España Yo no soy la Mata-Hari (1949). En televisión, Niní Marshall (1958) o El humor Niní Marshall (1977) dentro del ciclo “El mundo del espectáculo”, donde la actriz recreaba a «Cándida» con Juan Carlos Thorry, Ana María Campoy, Enrique Pinti, Claudia Lapacó, Ana María Picchio, Amelita Baltar, Daniel Guerrero hasta su participación en El mundo de Antonio Gasalla (1988). En teatro, Pablo Lancone, recuerda tres obras en las que trabajó Niní Marshall al regreso de México, Un lío de millones (1946), Carrousel de estrellas y Pepe volvió con música (1948) .
“En 1961, fue convocada por Manolo Fábregas para actuar en el Teatro de los Insurgentes de México con Cosas de mamá y papá, labor por la que obtuvo el premio a la mejor actriz del año de la Asociación de Cronistas Teatrales Mexicanos. A su regreso, presentó la obra adaptada para el público argentino en el Teatro Odeón, que significó su retorno a los escenarios después de catorce años. En junio de 1992, Marshall cedió los derechos de sus guiones para ser representados en París en el espectáculo Mortadela y a pesar de su avanzada edad, se encargó personalmente de supervisar la traducción de los mismos al francés. Marilú Marini fue la encargada de recrear sus personajes y la obra recibió el Premio Molière a la mejor comedia musical”.
A lo largo de sus cincuenta años de carrera profesional Niní Marshall recibió innumerables premios y distinciones, entre los que se destacan el haber sido declarada Ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por la Legislatura porteña (1989 y el Premio Martín Fierro como reconocimiento a la trayectoria artística de APTRA (1989).
Niní Marshall nació el 1 de junio de 1903 y falleció a los 92 años el 18 de marzo de 1996. ARGENTORES le rinde su homenaje y reconocimiento.
18 / Mar / 2021