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Reflexiones ante la preocupante situación generada por los 350 trabajadores despedidos en la agencia de noticias TELAM
“Si te vas a ir de casa/ Recordá/ Lo que es tuyo/ De verdad /Y tenelo hasta el final” le canta Vicentico a su hijo.
Estamos en tiempos en los que las cosas que son nuestras de verdad, ésas en las que reconocemos a nuestros viejos, a nuestros hijos, a nuestros hermanos, a nuestros maestros, esas cosas que nos hacen ser un país, están siendo acechadas.
El teatro, donde el diamante de ser nosotros siempre se custodió, ese que es nuestro orgullo en el mundo por su diversidad y su oferta infinita, envidiado por grandes ciudades que quisieran lo mismo para ellas, ahora está en crisis porque las salas no pueden pagar la luz y los fondos de fomento son derivados a “otros destinos”.
Las radios en las que siempre pudimos escuchar nuestras otras tonadas – las del habla y las de nuestra diversidad cultural – ahora están siendo reemplazadas por repetidoras que, copiando y pegando, retransmiten las programaciones de las “tonadas oficiales”.
La ficción nacional que en la tele nos unía con códigos culturales como la amistad, el barrio, hasta nuestros temores como en “Nosotros y los miedos”, “Situación Límite”, “Atreverse”, “Tratame bien”, hoy está siendo sustituida por “latas” turcas, coreanas, brasileras que nos cuentan qué lugar ocupa la mujer en Oriente, qué paisajes se pueden admirar en Estambul, en Rio de Janeiro o en Seúl y nos alejan el horizonte al destruir nuestra industria audiovisual
El cine, ése que logró mirar el mundo con ojos argentinos, hoy, en épocas en que el cíclope multinacional impone su única mirada, está casi sin subsidio estatal, única forma de sobrevivir en una competencia asimétrica que amenaza con silenciarlo definitivamente.
Las nuevas plataformas que suben nuestros contenidos están siendo administradas por empresas internacionales que desconocen nuestras leyes, entre ellas, la de derecho de autor. El Estado no promueve una ley que les exija abrir oficinas en nuestro país y ponerse a derecho y medran en nuestras aguas como los pesqueros que, sin control ni medida, depredan nuestro mar.
En medio de todo ésto, uno de nuestros lugares donde nos reconocemos, un espacio en el que siempre los autores pudimos difundir nuestros libros, nuestras obras de teatro, nuestras películas, nuestras telenovelas, acaba de recibir un duro golpe.
Nos referimos a Télam, que despidió a 350 trabajadores. La frivolidad de Wikipedia indica que Télam es una agencia de noticias, aunque muchos argentinos sabemos que Télam es uno de los espejos donde encontrar retazos de nosotros. Los creadores siempre hallamos en Télam un espacio de difusión generoso que jamás nos pidió nada a cambio y llevó nuestras voces a todos los rincones del país y del mundo. Estrenos, problemáticas, debates del sector, Télam siempre fue un lugar de reunión y una fuente donde encontrar información sobre la cultura nacional. Si esto no fuera suficiente razón, agreguemos que entre sus profesionales – muchos de ellos despedidos – hay decenas de creadores que también han aportado lo suyo a este guiso de ser argentinos.
No es justo que se quiera escribir las nuevas páginas de nuestra historia y de nuestra cultura desde las planillas de Excel; el embrión de nuestro país es la cultura, tanto es así que lleva el nombre de un poema. “La Argentina” de Martín del Barco Centenera. Y es también la cultura la argamasa que nos mantiene unidos y nos permite sobrellevar las peores adversidades. Nuestro país se hizo con el trabajo de mujeres y hombres que se animaron a soñar en voz alta. Por favor, no callen a estos soñadores; por favor, no les quiten los espacios donde reconocer su voz.
En Fahrenheit 451, Ray Bradbury pinta una sociedad tan loca que la única función de los bomberos consiste en quemar libros. Ojalá los que tienen la responsabilidad de administrar el estado comprendan la metáfora. Ojalá que estén a la altura para comprender el consejo que Vicentico le canta a su hijo: “Recordá/ Lo que es tuyo/ De verdad /Y tenelo hasta el final”.
29 / Jun / 2018