Revista Florencio
TEATRO. ENTREVISTA A SONIA NOVELLO, AUTORA DE MÁS BELLO QUE LA MUERTE
En el jardín de una casa ubicada en las afueras de la ciudad, poblado por árboles tan añosos como exuberantes, plantas de un verdor intenso y flores de gran colorido, una mujer llamada Arminda y que ha pasado los cincuenta años de edad, observa con hipnótico arrobo la belleza y vitalidad de ese entorno natural. Recostada sobre el césped, aunque con el rostro levemente levantado para poder rotarlo en varias direcciones, disfruta a pleno sol del revoloteo de los pájaros, que alegran con su canto la placidez del lugar. A su lado, también recostados, están su marido, Axel, algo mayor que la esposa, y James, un adolescente que se ha introducido en sus vidas y que, a partir del simple hecho de llevarles los encargos que ellos hacen a una carnicería próxima, se ha ganado con su candor y sensatez sus corazones. Como Arminda, su cónyuge y el joven, son otros dos enamorados de la naturaleza y los pájaros. He aquí la imagen inicial con la que arranca la obra teatral Más bello que la muerte.

Con estos tres personajes y el vínculo afectivo que construyen en el escaso tiempo que va de la presentación de los personajes hasta el esperado final de la vida de Axel, sabiamente sugerido, más esa poderosa sintonía que los une en la devoción por la naturaleza, la autora Sonia Novello, logra construir una historia teatral, en apariencia sencilla en su estructura, pero de una notable sutileza poética, tanto por su capacidad para abrir a través de múltiples vías los poros de la sensibilidad del espectador, como para captar su atención y luego hacerlo pensar mediante la inteligente distribución en el texto de pequeñas gemas que, sin subrayar ideas ni apelar al didactismo, se prenden a su mente y permanecen titilando. Hay que añadir, para ser justos, que en la marcha hacia su definitiva encarnación como espectáculo, el libro ha recibido el apoyo inapreciable de una excelente dirección y puesta en escena (Claudia Mac Auliffe), del muy buen trabajo de los actores (la propia Sonia Novello, Alejandro Vizzotti y Osqui Ferrero) y la contribución que aportó todo el equipo técnico y artístico que intervino en la concreción de la propuesta.
Como el resto de lo que se oye y ve sobre el escenario, el sugestivo título de la obra se instala en nuestra cabeza para alertarnos y tal vez retarnos a que nos preparemos para tener que trabajar con el significado de algunas frases, a introducirnos en ese juego de descifrar las distintas capas de sentido que se pueden esconder tras el leguaje poético. Sonia nos develará luego, durante la charla que mantuvimos con ella a mediados de agosto en un café del centro de la ciudad, dónde se originó esa expresión que ahora identifica a lo que ha sido su primera obra teatral. Pero dejemos para el final de la nota la revelación de ese secreto y hablemos primero de algunos aspectos de su trabajo y trayectoria. Nacida en 1968, Sonia es actriz desde hace varios años y desde 2009 integrante de la compañía De Carencia Virtú (junto a Claudia Mac Auliffe y Alejandro Vizzotti), con la que ha intervenido en obras como El montaplatos, de Harold Pinter; El misterio del ramo de rosas, de Manuel Puig; Casi un feliz encuentro, de Griselda Gambaro o Tiempo atrás ellas habían tropezado, de Susana Tale.

En forma paralela a su rol de actriz, para el que se preparó con algunos de los maestros y directores más conocidos del medio, ha desarrollado una decidida inclinación por la dramaturgia, que la llevó a estudiar con Alejandro Acobino, Ramiro Guggiani, Luz Lassizuk, Mariano Tenconi Blanco, Mauricio Kartun y varios creadores más. Su primera obra fue Más bello que la muerte, que estrenó en 2022 y sigue aún en cartelera en el teatro Anfitrión. Y hace pocas semanas dio a conocer una segunda, Un beso en el vidrio dejó marcado el rouge, que publicó con un prólogo de Andrés Binetti en una edición donde comparte el espacio con otras tres autoras teatrales. Y fue precisamente en una residencia en dramaturgia con el propio Binetti que elaboró este nuevo texto. Novello ha escrito también distintos cuentos, entre ellos Entre el ginkgo y el nogal y Lejos aullidos cerca, y algunos de sus relatos han sido publicados en la revista Damiselas en apuros, que dirige Moira Soto.
La autora cuenta en la entrevista que le hizo nuestra revista, que comenzó a esbozar Más bello que la muerte en un taller que realizó con el dramaturgo y director ya fallecido Alejandro Acobino, en 2010. “Entre otros ejercicios que hacíamos, empecé a escribir un monólogo con este texto –relata-. Me gustan los monólogos, la presentación de personajes y lo narrativo. Así que arranqué allí, pero luego el triste y trágico fallecimiento de Alejandro en 2011, me hizo abandonar el proyecto. No podía abordar sus páginas sin acordarme de él. Y lo pude retomar recién en 2017, en un curso de dramaturgia que hice con Luz Lassizuk, que duró tres años, y donde lo terminé. Ella es una escritora y dramaturga que vive un poco en Holanda y un poco acá. Fue una experiencia muy enriquecedora. Me agrada mucho tomar clases, no solo por lo que se puede incorporar en ellas, sino también porque no me gusta escribir todo sola. Me entusiasma y estimula mucho el proceso con una guía, una mirada desde afuera.”
Le preguntamos cómo surgió en ella la primera idea, o acaso imagen, que impulsó el deseo de escribir la obra y nos respondió: “La única idea previa, o imagen, era que yo quería tomar a la contemplación de la naturaleza como un hecho central de la obra, estar en un parque o un jardín y poder percibir esa belleza que a mí me parece sumamente conmovedora. Lo demás fue ocurriendo a medida que iba escribiendo el texto. Enseguida devino la necesidad de hablar del paso del tiempo, un hecho en el que, me parece, la naturaleza es tan maestra, tan sabia en un punto. Y tenía que poner personajes y así surgió un matrimonio mayor, que tenía tiempo suficiente para contemplar a su alrededor o conversar sobre lo que veían. Y, entre ellos, un muchachito que y se introduce en sus vidas y con el que se van encariñando, como con el hijo que no pudieron tener o también como una metáfora de lo efímero de la belleza, como lo es un adolescente, puro presente.”

De dónde procede ese amor por la naturaleza, inquirimos. “El contacto con la naturaleza hace más bello el pasaje de los humanos por la tierra –afirma Sonia-. Aprendí ese amor de mi madre, que es una mujer de 91 años que vive en una casa con un fondo hermoso, lejos del ruido de la ciudad. Y, si bien ella ve mucha televisión, tiene algo que la lleva siempre a visitar ese fondo con jardín y a sentarse a contemplar largo tiempo lo que allí ocurre. Y frente a eso se le cambia el rostro. La he visto emocionarse ante el canto de un pajarito o el brote de una flor o una plantita que el día anterior no estaba. Descubre en esos pequeños episodios motivos para embelesarse, como una poesía que le endulza el alma. Y para mí, que nací y crecí en esa casa, verla en esa actitud nunca dejó de parecerme hermoso y de emocionarme. De ella aprendí ese amor por la naturaleza, ese hábito de disfrutarla. Y es verdad que la naturaleza tiene algo que nos desacelera la mirada. Vivimos muy enajenados, en una época difícil en la que a menudo no queda otro remedio que vivir así, pero que no por eso deja de dañarnos.”
“Atravesamos de verdad en una era antropocentrista, en la que todo está centrado en el individuo, en el consumo de cosas y nos olvidamos de defender la naturaleza, apreciarla o estar más en contacto con ella, que es un ámbito esencial para nuestra supervivencia –agrega Sonia-. No defenderla como si fuera un simple y bello adorno que nos acompaña, sino como un medio de cuyo equilibrio depende nuestra existencia en el futuro. Hoy está en juego la especie humana, no las individualidades. Y al hablar de la naturaleza es lógico que no se pueda esquivar la mención del impacto del cambio climático y la pérdida de la diversidad. De esto también nos habla también Más bello que la muerte, pero lo hace de una manera poética, porque de verdad no me interesa desde el teatro adoctrinar ni bajar línea. Lo que pretende en todo caso el texto es estimular la observación de ella, de sus ciclos de vida y muerte, de su belleza aún dentro de lo efímero, de todo lo que la conecta con nuestras vidas que, como la suya, corre un peligro mortal por la acción de la propia especie humana, una hija de su existencia que alza su mano para herirla.”

Le pedimos enseguida a Sonia que nos diga si uno de sus cuentos, Entre el ginkgo y el nogal, tenía que ver con la obra teatral de la que venimos hablando, y nos aclara: “Más bello que la muerte, era en el inicio una pieza mucho más larga e incluía algunos microrrelatos, entre ellos el que hace referencia a esos dos árboles, pero en una negociación con la directora del espectáculo decidimos podar el texto, porque la puesta en escena teatral trabaja con una materia que maneja sus propios tiempos, y esos microrrelatos tornaban demasiado extensa la obra. Entonces quedaron como un par de textos afuera que después los quise explotar de otra manera, de capitalizarlos en algún otro lugar. Y así escribí un par de relatos, que fueron luego publicados. Por otra parte, creo realmente que la puesta en escena potencia la escritura, la enriquece y amplía las posibilidades del texto con otros lenguajes, como, por ejemplo, los que aportan el cuerpo del actor con su trabajo o la poética visual. No es que cuentan otra cosa, sino que le encuentran al sentido del relato otras resonancias.”
Por último, la autora nos cuenta un secreto sobre el título de la obra, que hasta ahora no había revelado en ninguna entrevista o nota: “Las obras se construyen con toda la ficción que seamos capaces de lograr, pero siempre aparece en ellas algo de lo referencial del autor. Con frecuencia digo que le robo a mi mamá, a mi papá o a mi pareja. En relación al título de la obra, hay algo que quise contar varias veces, pero no me animaba a hacerlo. Recuerdo que mi padre falleció teniendo 89 años, hace ya unos quince años. Él tenía una cosa muy especial con la vida y con la muerte. Y amaba también a los pájaros, así que de allí vengo, sin duda. Y poco antes de fallecer, estaba en una guardia a la que lo habían trasladado en una ambulancia, y no se hallaba nada cómodo, y al rato lo pasaron a terapia intensiva, porque su cuadro era delicado y requería de mucho cuidado. Y al llegar a ese lugar, y disfrutar de una buena cama, en un momento se sintió más relajado y de pronto afirmó: ‘Ah, esto sí es más bello que la muerte’. Dijo eso y me pareció que era extraordinario que, en medio de una situación tan grave, pudiera rescatar esos segundos de placidez que le concedía la vida. Tenía esas cosas que se valoran con el tiempo. Nosotros dos no teníamos una buena relación, pero ahora, a la distancia, me digo: ‘Qué personaje interesante era mi papá’. Era un tipo con una gran capacidad de asombrarse, mucha sensibilidad por la naturaleza y que le encontraba a todo un costado poético. Y lo hacía sin bajar línea.”

4 / Nov / 2022