Revista Florencio

CINE. RETIROS (IN)VOLUNTARIOS, UN DOCUMENTAL DE SANDRA GUGLIOTTA

La deshumanización del trabajo

La noticia alcanza expansión masiva alrededor del 10 de julio de 2019. La difunde desde París, la Agencia France-Presse y, a través de sus redes, llega a otros centros de información, diarios y publicaciones del mundo. En Buenos Aires, la recoge, entre otros medios, el matutino La Nación de Buenos Aires, que tituló, no sin cierta preocupación en una de sus notas, que en Francia varios jefes de la empresa privada Orange, ex France Telecom, corrían el riesgo de ir a parar con sus huesos a cárcel acusados de haber provocado con su maltrato y hostigamiento el suicidio de 35 trabajadores de la firma. Después de haberse llevado a cabo todas las audiencias y presentados todos los alegatos, en el juicio impulsado por los parientes de las víctimas de los damnificados, un tribunal de primera instancia en la Ciudad Luz se daba tiempo hasta fin de año para dictar sentencia. El cálculo era que los acusados podían ser condenados a una pena de prisión menor y una fuerte indemnización. Los responsables del delito (acoso moral era la figura jurídica) habían ya anticipado que apelarían una sentencia desfavorable a fin de que el caso pudiera ser llevado a un tribunal de alzada. Es probable que el hecho hubiese generado ya información con antelación a 2019, porque, por distintas investigaciones periodísticas, muchos franceses estaban al tanto de los suicidios, que provocaron no poca indignación por esos años, pero la expansión internacional de la noticia tuvo lugar en especial a partir del juicio.

La mayor parte de los suicidios se habían producido, según distintas versiones, entre 2007 y 2011, pero no faltaron otros casos ocurridos más adelante. Las propias evaluaciones sobre el número de personas que se quitaron la vida en esa empresa pueden variar de acuerdo con la fuente donde se haya recogido la información. La cifra de 35 la sostuvo en aquel momento el sindicato de los trabajadores de la empresa telefónica, que afirmaba que eran todos casos registrados. Y es muy probable que ésta sea la más veraz, teniendo en cuenta que el fenómeno de los suicidios en Francia se ha extendido a otras áreas laborales, siempre relacionados con la brusca modificación de las condiciones de trabajo, la desocupación o la falta de perspectiva de futuro. El veredicto prometido por aquel tribunal de primera instancia se dio a conocer dentro de los plazos anticipados y se condenó a la empresa y los ejecutivos que, como lo habían dicho a los diarios, lo apelaron. El juicio en segunda instancia también se llevó a cabo y concluyó cerca de la mitad de 2022, pero como en el anterior, postergó su sentencia definitiva hasta octubre o diciembre de este año. La decisión se espera con mucha ansiedad, sobre todo entre los familiares de las víctimas, pero también en sectores representativos del país francés, porque podría tener un efecto ejemplar, si es que los acusados son castigados como merecen por su comportamiento. Un efecto poco común en una sociedad global que no ha cesado de exhibir entre los poderosos un nivel de insensibilidad y soberbia impunidad hacia los sectores más vulnerables de la población como no se veía desde hace décadas. Pero habrá que ver. La vara de la Justicia, como comprobamos a menudo en la Argentina, y es probable que no sea diferente en muchos otros lugares del planeta, incluido el de los franceses, suele ser a veces muy mezquina con los desamparados.

Sandra Gugliotta

Era difícil que a una cineasta con sensibilidad hacia estos temas se le pudieran pasar por alto un suceso tan conmovedor. Y a Sandra Gugliotta, una directora, guionista y productora de cinematográfica argentina de importante trayectoria y varias películas de excelencia en ficción, documentales y cortometrajes, no se le pasó. En ficción, esta profesional escribió y dirigió a lo largo de su carrera y entre otras cosas los films Arrebato, Las vidas posibles, Un día de suerte, las dos primeras premiadas; en el campo documental Che, un hombre de este mundo; La toma, Las mujeres de Brukman; y en cortometraje Noches áticas, en una lista repetimos que no agota su producción, y a la que habría que sumar además unitarios, novelas y trabajos para televisión. Retiros (in)voluntarios, estrenado en 2020, ha sido el nombre del documental que refleja y aborda el escalofriante drama de trabajadores suicidas de la firma France Telecom, al que le seguirá pronto El proceso, la nueva propuesta sobre ese tema que ya terminó de filmar y todavía no tiene fecha de presentación. Del primero en especial, que se ha presentado y seguirá haciéndolo en distintos lugares y países con muy buena repercusión, nos habló en una charla que mantuvo con Florencio en julio pasado, pero que también enriqueció con comentarios y reflexiones sobre distintos aspectos del segundo documental sobre el tema, su pasión por el cine y su tendencia a involucrarse en las distintas áreas de esta actividad, su experiencia en Francia con la gente que vivió la tragedia de los suicidios laborales y de sus proyectos para el futuro.

Respecto de Retiros (in)voluntarios hay que decir que es una obra que conmueve en todo su desarrollo, manteniendo siempre un elevado nivel de verdad, que no solo convence, sino que permite al espectador pensar hasta que límites de inhumanidad ha llegado la civilización en una época donde el progreso científico y tecnológico desarrolló un nivel de productividad que, si la codicia y el egoísmo de los poderosos no estuvieran de por medio, permitiría dar de comer, alimentar sin problemas a toda la población mundial, cuando, en cambio, extensas y masivas franjas de ella siguen padeciendo terribles hambrunas, marginación constante del sistema, pérdidas de trabajo, crecientes dificultades en distintos territorios por los desajustes del medio ambiente y carencias de todo tipo. La película parecería llevarnos, sin forzarnos ni remarcar nada, solo oyendo y mostrando con fina y atenta sensibilidad los testimonios de esta tragedia, a una pregunta inevitable: ¿En qué mundo hemos decidido vivir? ¿Hasta dónde se puede seguir existiendo de esta manera? ¿No podemos fijar en el horizonte de lo humano un proyecto distinto al actual para el futuro o seguiremos viviendo y precipitándonos cada vez más hacia el abismo?

«La historia, como digo en el documental, puede ocurrir en varios lugares. Pero hay una historia mía, más personal, que empezó acá con Menem y que el film también refleja».

El documental comienza por 2009 mostrando con la cámara algunos de los apacibles paisajes de Saint-Lyé, una población de unos 3 mil habitantes en la región de la Champaña-Ardenas, al este de Francia. De pronto, en la calma que procura esa visión, pasa a toda velocidad por un terraplén un tren de pasajeros, haciendo ruido estridente sobre las vías. Ahí varios vecinos del lugar se referirán al suicidio, no hace mucho tiempo, de Jean-Michel Laurent, un hombre de 53 años, y con tres hijos, que decide arrojarse bajo las ruedas de un ferrocarril luego de ser despedido de France Telecom. Deja varias cartas y en una de ellas dice: “No podía seguir en este infierno pasando horas delante de una pantalla como un títere.” Luego, se precipitan otras imágenes y testimonios de nuevas personas, que describen cada una su propio Averno. En Guyancourt, una comuna en la región de la Isla de Francia, el ingeniero Francis Le Bras cuenta su historia. No hace mucho, y producto del estado de malestar que le provocó su despido de Telecom, sufrió un infarto y pocas semanas más tarde intentó matarse ingiriendo pastillas, situación de la que lo salvó su mujer, que por suerte descubrió lo que había hecho y lo llevó de inmediato al hospital. Francis fue testigo además del suicidio de una compañera suya en la empresa, Stephanie, que se arrojó desde una ventana de un departamento. Ella como él fueron víctimas de presiones, cambios de puesto y hostigamientos de toda clase con la finalidad de que se fueran de sus empleos por agotamiento psicológico, y sin cobrar un peso. Otras de las entrevistas se le hace a Raphael Louvradoux, hijo de un hombre de ese apellido y de nombre Rémy, que, víctima de ambiente tóxico que creó la empresa en torno suyo, tomó la decisión de eliminarse prendiéndose fuego frente a una de las sedes de la empresa. Raphael ha sido uno de los familiares más combativos en la lucha por castigar a los ejecutores de esa política empresaria y dijo, al terminar el primer juicio, que no descansaría hasta ver a todos responsables de ella. En algún momento del documental, las imágenes cambian de geografía: en la Argentina, se ve ingresar a una cancha de basquetball al presidente Carlos Saúl Menem ataviado con ropa deportiva e integrando un equipo que se dispone a jugar un partido. En la referencia a esa época, plena de privatizaciones de empresas públicas, entre ellas Entel, la autora del documental, sugiere un vínculo de la experiencia que viene narrando en Francia con lo ocurrido antes en nuestro país durante los noventa. En la entrevista que sigue, además de referirse a otros tópicos, Sandra Gugliotta explicará cuál la razón, el sentido de ser de esa asociación. Y da detalles también de otros pasajes de su film.

«Me enteré que había un libro de Damián Pierbattisti, que se llamaba ‘La privatización de los cuerpos’, donde se trataba la privatización de Entel en la Argentina», cuenta Gugliotta

¿Cómo nació Sandra la idea de hacer el documental Retiros (in)voluntarios?

Conocí primero la noticia de lo que sucedía por 2019 a través de un colega, Víctor Cruz, que me la acercó. La información venía de los diarios de Francia donde se hablaba sobre los suicidios de personas mayores y otras no tanto por razones vinculadas a la pérdida de trabajo. Y luego, al ponerme a investigar, me enteré que había un libro de Damián Pierbattisti, que se llamaba La privatización de los cuerpos y donde se trataba la privatización de Entel en la Argentina. Allí planteaba la hipótesis, basándose en un estudio de diez años atrás entre la Sorbona y el Conicet, que planteaba que la Argentina había sido en la época de Menem un laboratorio de lo que después sucedió en Francia con Telecom. Ese trabajo al leerlo incentivó mi deseo de hacer un documental sobre el tema.

¿Viajaste a Francia para hacer la película?

Sí, viajamos varias veces y por eso conseguimos hacer una relación muy fuerte con la gente vinculada al caso y pudimos lograr gracias a eso todas las entrevistas que aparecen en la película, que son muchas. Y ahora, recién regreso de ese país donde estuve terminando la segunda parte del primer documental, que refleja la continuidad del juicio que había hecho ya en 2019 a los ejecutivos de Telecom por acoso moral. El primer proceso judicial terminó en primera instancia, en el año mencionado, con un fallo favorable a los parientes de las víctimas que se suicidaron y luego fue apelado por los querellados. El nuevo documental aborda el juicio más reciente

La narradora del documental, Retiros (in)voluntarios ¿sos vos, no?

Sí. La historia, como digo en el documental, puede ocurrir en varios lugares. Pero hay una historia mía, más personal, que empezó acá con Menem y que el film también refleja. Yo lo que busco y encuentro allí es un hilo de conexión con la historia de mi papá, que si bien no fue trabajador telefónico, perdió durante el menemismo uno de esos laburos que desaparecieron como consecuencia de las medidas de ese gobierno. Ahí hay un procedimiento intencionado en el guion y el armado de la película de no revelar la actividad que hacía mi papá a fin de permitir la asociación de su caso con ese fenómeno social que contábamos. Pero, la verdad es que él fue castigado con la misma insensibilidad con que se trató a los telefónicos de la época de Menem. Y aunque el documental comienza contando los casos en Francia, luego retoma ese proceso en la Argentina, que fue anterior y en el que se cerraron distintas industrias y distintos trabajos desaparecieron para siempre. Y como víctima de esa política, mi viejo cayó en una depresión de casi un año, en que se la pasó casi siempre en la cama. Las imágenes que muestro tienen relación con lo que un poco después se narra sobre el caso concreto de Entel. Creo que aquí, el trabajador de una empresa pública como Entel sufrió de un modo diferente el impacto, el shock de quedarse sin trabajo. Y eso porque la pertenencia a una empresa de esas características proporcionaba una sensación de estabilidad, de gran continuidad laboral, que de pronto se quebró abruptamente.

Escena del documental «Retiros (in)voluntarios»

En general, los trabajadores, cuando se encontraban en ese tipo de empresas, sentían la seguridad de que se ocuparían y progresarían en esos lugares hasta jubilarse.

Claro, con el gobierno menemista se produce el comienzo de un quiebre de la imagen de un país previsible, donde una persona tenía un trabajo estable y se compraba su casa o tenía su autito, se pagaba las vacaciones y los hijos podían estudiar, luego de lo cual los esperaba una jubilación que les permitía vivir tranquilos en la vejez. Creo que es el quiebre de esa ilusión lo que empieza a derrumbarse en la década de los noventa. Y esas grandes modificaciones en lo laboral y social son las que infligen el primer gran cimbronazo a la vida de una clase media que, salvo otros momentos de crisis que también existieron, pero que luego parecía podían remediarse, no había sufrido en general una sensación de incertidumbre tan profunda sobre el futuro. Fue una etapa en que ese sector de clase media sintió que sus saberes ya no servían, habían envejecido. Y que la antigua movilidad social se había resquebrajando.

Ese período duró un tiempo largo, ¿no?

Sí, se extendió unos cuantos años más y a pesar de que ese período no fue tan trágico como ahora, esa gente que había nacido y se había desarrollado en un mundo para ellos previsible, de pronto sintió que todo se había transformado. Creo que nosotros tenemos hoy más claro que vivimos en una realidad donde nada es previsible. No es que no sea duro vivir en estas circunstancias, lo es, pero tenemos más conciencia de que el mundo ha cambiado mucho y para mal. Y éste es el destino de muchos países, sobre todo los periféricos.

Francia, sin embargo, no es un país periférico.

Lo que ocurrió con los trabajadores franceses durante la primera década de los 2000 y en especial a partir de 2008, es que empezaron a sentir el mismo vértigo, la misma impresión de que se les agrietaba la tierra bajo sus pies, más tarde que los argentinos. Y, además, venían de vivir en un país que tuvo una larga estabilidad durante años. Y entonces, esa sensación de que pertenecer a una empresa pública garantizaba la seguridad del futuro era muy fuerte. De modo que es posible que la desilusión, al producirse en Telecom el plan de desprendimiento del personal más antiguo, provocó un efecto más intenso y llevó a los suicidios que se describen en la película. A nosotros, esa política también nos dañó, pero nos alcanzó con un grado más alto de entrenamiento emocional, porque, a pesar de que la gestión de Menem inauguró un tiempo distinto, los sobresaltos y sofocones por los trastornos institucionales, económicos y sociales que, como decíamos antes, nunca faltaron en la Argentina, nos habían dado una mayor gimnasia. Una gimnasia que nunca nos privó de dolores y angustias, pero que no llevaron a las víctimas a decisiones tan rotundas como las tomadas por los franceses.

Hoy todo el sistema global neoliberal ha instaurado una modalidad de trabajo con el acento puesto en los cambios permanentes.

Creo que ese es el gran tema, que se percibía en 2019 y durante la pandemia se consolidó: es la desaparición del concepto de trabajo tal como lo conocíamos. Yo hablaba con la gente que sabía del fenómeno y me aseguraban que ese es gran tema: la desaparición del trabajo, al menos en los formatos que históricamente conocimos.

Sí, con el agregado que, con los nuevos formatos, se trabaja mucho más y salvo, en los oficios de mucha demanda, se gana mucho menos.

Si el sistema es el de Rappi, el de los trabajos sin horario y mal pagos, estamos en el horno, muertos. Pero es el que se impone en muchas latitudes del planeta. Yo tenía una imagen recurrente y que iba a estar en el final de la película, pero no fue: era una suerte de paneo por los call center, que todavía existen, y por una circulación de muchos rappi en bicicleta, que llenaban las calles. Esa imagen es la que se está imponiendo hoy, lo que habría que estudiar para ver qué hacemos con eso.

«Creo que ese es el gran tema, que se percibía en 2019 y durante la pandemia se consolidó: es la desaparición del concepto de trabajo tal como lo conocíamos», afirma Gugliotta

¿Cómo se llamará el próximo documental, la segunda parte de Retiros (in)voluntarios? ¿Y cómo fue tu experiencia en este caso?

Se llamará El Proceso. Como dije, la experiencia de haber ido la primera vez me permitió establecer una relación muy fuerte e intensa con la gente que dio testimonios en la película. Eso se repitió en esta segunda vuelta tanto con ellos, como con el sindicato que representa a los trabajadores, con los abogados y el equipo pequeño que ha trabajado conmigo en todo el rodaje. Logramos generar un vínculo realmente hermoso. El documental es sobre el segundo juicio que hicieron los parientes de los suicidas y la cámara está siempre presente en los pasillos de los tribunales. Eso impone a veces un límite, porque una se puede proponer cosas y, sin embargo, la realidad del lugar te impide hacerlas. Y estoy orgullosa del resultado logrado, porque esos límites me proponían como directora desafíos que debía enfrentar y resolver, crear climas que permitieran transmitir lo que deseaba. Y debo reconocer que en ese trabajo fui entendiendo lo realmente doloroso que era para los parientes revivir la experiencia de sus seres queridos. Trabajar con la cámara en ese momento, pedir algo, ser testigo de lo que estaban experimentando esas personas, generaba tantas dificultades y retos que, al abordarlos, me enriquecían como realizador y como ser humano. Pero, claro, es un trabajo delicado. El primer juicio terminaron ganándolo los parientes de las víctimas, después vino la apelación de las empresas, y finalmente advino esta segunda instancia, ya terminada, que capta el documental y cuya sentencia final se conocerá entre octubre y diciembre próximos.

Bueno, esto que decís deja bastante en claro porque te gustan tanto los documentales.

Sí, por eso siempre digo que hacer documentales está ligado en mí con algo que me hace crecer, que me atrae mucho a pesar de la dureza de los temas que se tocan. Y también me atrae mucho en lo productivo. No solo porque me permite estar más con mi hijo. Es un trabajo más intelectual y formal y que lleva más tiempo, pero a la vez permite una búsqueda hacia adentro enriquecedora. Hacer ficción, en cambio, es arduo, hay que manejar presupuestos. Y en mi caso, la entrega emocional es absoluta en horas de trabajo.

¿En cuál de los dos géneros estás trabajando ahora?

En los dos, tengo un proyecto de ficción encaminado y dos proyectos de documentales. Mi costumbre es hacer proyectos que produzco y siempre parto de la idea de estar, dentro de lo que puedo, en varios lugares a la vez, porque me gusta mucho hacerlo. Además creo que la producción me aumenta la cantidad de saberes, me amplía el horizonte de conocimientos útiles para la profesión. Tanto para poder gastar lo menos posible, como para poder indagar más profundamente en lo artístico. Y poder producir algo, hacer que algo tome vida, exista, me moviliza muchísimo.

En casi todos los casos, además de dirigir tus películas escribís tus guiones.

En mis películas sí, a veces compartiendo el guion con algún colaborador, como ocurrió en Retiros (in)voluntarios con Miguel Zeballos. En la Argentina trabajábamos con ese modelo, aunque tal vez en el futuro sea diferente. Hubo en el país la construcción de un cine de autor, del director-guionista. Era el modelo que se seguía.

El documental hablas, al referirte a los casos de acá, al caso de Néstor Quinteros.

Sí, es interesante mencionar eso. Resulta que mi primer documental sobre el tema iba a ser en torno al caso de Quinteros. Yo había investigado mucho sobre lo que le había sucedido a este hombre, pero falleció antes de que me decidiera a empezar el trabajo. Ni siquiera lo había conocido aún. Así que luego tuve que empezar de nuevo, o sea de cero. Y en gran parte del documental usé datos de casos que habían ocurrido en Buenos Aires y en Rosario.

A.C.


4 / Nov / 2022