Revista Florencio

CON CARLOS MARÍA ALSINA, PREMIO FEDERAL HUGO SACCOCCIA 2021

Itinerario de una pasión

Carlos Alsina

     “Ni por la gloria, ni por la vanidad, solo por la certeza de la pasión”. La frase, debida a la pluma de ese pensador irrepetible que fue Macedonio Fernández, luce orgullosa y visible en la puerta de ingreso a la sala del teatro El Pulmón y fue elegida hace ya 20 años al inaugurarlo en la ciudad de Tucumán por su creador, el talentoso dramaturgo Carlos María Alsina, para señalar el espíritu del ideario que regiría la actividad de ese espacio de allí en adelante. No fue una elección al azar: Alsina es uno de los tantos herederos de una larga tradición que, en su provincia y en todo el país, ha hecho honor a una pasión argentina semejante a la que alude Macedonio, en este caso la que genera el teatro independiente. Ese movimiento, surgido en el inicio de los años treinta del siglo pasado por inspiración de Leónidas Barletta, ha luchado desde entonces y en distintas condiciones históricas por defender un perfil propio, el de un teatro alejado de la mera especulación comercial, atento a priorizar lo artístico como valor intransferible de sus búsquedas y preocupado por hacer de la actividad un vehículo del desarrollo humano y social. Ese perfil ha atravesado todas las épocas, tanto las primeras décadas de su existencia, en que se sostuvo sin ayudas estatales y solo gracias al aporte desinteresado de sus artistas (mediante la autogestión y la asociación cooperativa, que todavía existe pero es tan difícil de llevar adelante en el mundo actual), como en los años posteriores a esa etapa que culminó entre los sesenta y setenta, en que la aspiración de poder vivir de lo que se hacía y profesionalizarse se fue extendiendo y se empezaron a buscar nuevas formas de sostenimiento hasta desembocar en 1997 en la aprobación de la ley 24.800, que creo el Instituto Nacional de Teatro como organismo responsable del tan necesario como indispensable apoyo y promoción del Estado la actividad teatral. Ley que ha permitido al quehacer teatral independiente convertirse, como todos sabemos, en esa realidad artística indiscutible y floreciente que es hoy en todo el país, no sin dificultades y escollos en su camino, pero siempre pujante y apasionada, consciente de su legado, de la necesidad de que esa joya singular de la cultura del país que es el teatro independiente se mantenga y siga contra viento y marea.

Ese espíritu –esa ética podríamos decir sin equivocarnos- reconoce a través del tiempo muchos e inolvidables nombres, imposibles de recordar en una sola nota. Solo mencionaremos dos que, por circunstancias ligadas a las noticias del presente, han sido evocados en estos días: Onofre Lovero y Hugo Saccoccia, dos gigantes cada uno en su espacio específico de trabajo. El primero, actor, director y militante fervoroso del movimiento independiente, fue homenajeado hace pocas semanas al cumplirse el 1° de diciembre de 2022 diez años de su fallecimiento, además de verificarse también en ese año las primeras siete décadas de existencia del actual Teatro Payró, que Onofre construyó (ayudado en lo económico por su padre) y fundó como Teatro de los Independientes y que luego pasó a manos de Jaime Kogan con el nombre actual. La legislatura de la ciudad de Buenos Aires colocó dos placas en el teatro con en el nombre de Onofre Lovero y de Teatro Payró.

En cuanto a Hugo Saccoccia ha sido una de las figuras autorales propulsoras de la divulgación y el estímulo a la actividad teatral independiente más relevantes del país en las últimas décadas. Y es por eso que Argentores ha instituido hace ya algunos años el Premio Federal Hugo Saccoccia destinado a recordarlo y distinguir a personalidades que como la suya se han caracterizado por impulsar el desarrollo del teatro en las diversas provincias del país. En setiembre de este año, el mes en que se cumplió un nuevo día del autor, y luego de un trienio sin otorgar las distinciones anuales correspondientes a 2019, 2020 y 2021 debido a las restricciones que impuso la pandemia, Argentores organizó durante una semana la ceremonia de entrega de esas distinciones, entre ellas la del mencionado Premio Federal Hugo Saccoccia. El de 2021, correspondió justamente al citado dramaturgo tucumano Carlos María Alsina, quien en ese momento había pasado por Buenos Aires en vuelo desde su provincia hacia Italia, donde reside la mitad de cada año dedicado a su labor pedagógica, que combina con la escritura de libros sobre teoría teatral, la elaboración de nuevas obras en su prolífico catálogo de producción y también montando cuando puede obras suyas y de otros autores.

Carlos inició su actividad como persona dedicada al teatro alrededor de 1975 y lo hizo precisamente en su ciudad natal. Fue por entonces cuando fundó, junto a otros compañeros de esa época, el grupo independiente llamado Dos de Teatro, que ya reunía las entusiastas, aunque todavía escasas y juveniles experiencias teatrales de dos realidades provenientes de colegios experimentales de la Universidad de Tucumán: el Gymnasium Universitario y la Escuela Sarmiento. Su participación en ese grupo fue como actor. Luego del golpe de 1976, el conjunto se disolvió y ese mismo año se incorporó a otro grupo independiente, el Teatro Hystrios, también disuelto a causa de las persecuciones de la dictadura a sus fundadores, que debieron exiliarse. En 1977 ingresó al espacio independiente más emblemático de la época en Tucumán, Nuestro Teatro, en una época muy difícil, pero a la que el grupo, cuya sala estaba ubicada en la casa de la actriz Rosita Ávila, logró sobrevivir. En 1981 fundó junto a Gustavo Geirola y otras dos colegas, “Cuca” Navaja y Gabriela Abad, la agrupación Teatro de Hoy con el propósito prioritario de estrenar textos de autores tucumanos. Fue allí que estrenó su primera obra teatral el 1º de abril de 1982, Contrapunto, y, como ha dicho el propio autor, desde entonces ha considerado la escritura teatral como la actividad que más lo apasiona.

A principios de diciembre de 2022 me comuniqué con Carlos a su dirección de correo electrónico en Milán proponiéndole una entrevista a la que accedió gentilmente. Para ello le mandé un cuestionario en el que le pedía que nos hablara de lo que significó haber recibido el Premio Federal Hugo Saccoccia, de aspectos de su obra y su actividad actual como dramaturgo y docente y algunos temas más que se fueron enhebrando y creciendo a medida que aparecía una nueva pregunta para incluir en la lista inicial y él, con la mejor de las disposiciones, me las iba contestando. Lo que sigue es la entrevista tal como quedó finalmente.

¿Fue importante para vos haber recibido el premio Hugo Saccoccia de parte de Argentores? ¿Y cómo fue tu relación con él?

El Premio Federal Hugo Saccoccia significó algo muy importante para mí. El hecho que el reconocimiento proviniese de nuestra entidad, es decir, de mis colegas de profesión, significó un “plus” de inmensa alegría. Me parece muy importante la existencia de este premio que posee, además, el nombre de “federal”, lo que supone una mirada totalizadora del quehacer autoral de nuestro país. Y está dedicado a un amigo del espesor de Hugo Saccoccia, una persona excelente y generosa a quién recuerdo siempre y a quién tengo como ejemplo de generosidad, honestidad y tenacidad. Conocí a Hugo en uno de los encuentros entre dramaturgas y dramaturgos de las provincias que se realizaron en la sede central de Argentores, si no recuerdo mal a fines de los años noventa o comienzos de los 2000. Simpatizamos enseguida. Yo ya tenía conocimiento de esa iniciativa extraordinaria que Hugo había tenido de fundar una biblioteca teatral en Zapala, con la ayuda de su querida esposa. Antes de conocerlo personalmente le había mandado por correo algunos textos míos. Él tenía la generosidad de enviar, a costo propio, textos solicitados por teatristas de todo el país. La Biblioteca, que había fundado Hugo en una ciudad situada en medio del desierto neuquino, era una de las más importantes del país y, seguramente, lo debe seguir siendo. Hugo no solo clasificaba las obras editadas por género teatral, cantidad de personajes, actos, etc., sino también lo hacía con los textos manuscritos que le enviaban desde todo el país y que, a veces, él mismo solicitaba cuándo se enteraba de algún estreno.

Había ideado, además, el Concurso de Teatro de Humor (con publicación de las obras premiadas) que se hizo conocido a nivel nacional en sus diversas ediciones y contó con la participación siempre creciente de colegas de todo el país. Su actitud generosa es un ejemplo extraordinario que preservo. Pero, además, ser huésped de Hugo en su casa de Zapala, era una experiencia hermosa. Cuando falleció, en julio de 2011, recuerdo que escribí unas palabras que se publicaron en nuestra entidad y que titulé “El Gran Anfitrión”. Hugo era precisamente eso: una persona que, junto a su grupo de colaboradores y colegas de Zapala, se prodigaban por atender al visitante con grandes y “pequeños” gestos que demostraban su delicadeza y su atención hacia quien lo visitaba. Preveía todo, cocinaba, organizaba, compartía… bastaba un comentario menor sobre algún deseo expresado por la visita para que él apareciera, sorpresivamente, concretándolo. Era, simplemente, un ser extraordinario. Lo frecuenté seguido cuando integramos la Comisión de las Provincias que, por iniciativa de Roberto “Tito” Cossa, presidente entonces de Argentores, se puso en pie en la entidad, y que logró realizar, creo yo, una tarea muy importante (como la de publicar obras de colegas de cada región del país) aunque compleja por la extensión de nuestro país y las diversas características de cada región.

Hugo era el integrante ideal para conducirla pues, a su talento organizativo, se le sumaban sus conocimientos jurídicos (Hugo había sido juez en Zapala) lo que le permitía sistematizar las ideas propias y la de los demás de una manera fluida y eficaz. El fallecimiento de Hugo, siendo aún una persona joven, fue una pérdida enorme para Argentores, para todo el teatro argentino en general y para los autores y autoras de las provincias en particular pues habíamos encontrado en él un representante talentoso, honesto, generoso y eficaz. Espero que el tiempo no esfume el ejemplo de Hugo. Es por ello que el Premio Federal Hugo Saccoccia debe preservarse y por lo que me sentí tan honrado en recibirlo.

Carlos Alsina recibe el premio de manos de nuestro Secretario Guillermo Hardwick

¿En qué fecha fundaste el teatro El Pulmón y cómo ha sido su actividad en los últimos años?

El teatro independiente El Pulmón fue inaugurado el 29 de diciembre de 2002. O sea, hace exactamente 20 años. Durante estas dos décadas hemos producido 31 espectáculos. Hasta la pandemia el ritmo de producción de nuestras obras era muy alto ya que yo lograba, alternando mis trabajos en Europa (en dónde lograba ahorrar lo suficiente como para sobrevivir e invertir en el mantenimiento de El Pulmón durante mi permanencia de la mitad del año en Argentina), con los que hacía en nuestro país. La pandemia cortó la “cadena” que, en los últimos años, se concretaba con mi regreso anual al país, la reposición de la (o las) obras estrenadas en la temporada anterior y el ensayo de un nuevo espectáculo que, una vez estrenado, permanecía en cartel al menos dos meses con funciones los viernes, sábados y domingos. Tal continuidad ofrecía la posibilidad que el espectáculo creciera en cuánto al trabajo de los actores y actrices.

Lamentablemente no pude regresar al país durante los años 2020 y 2021 y esa cadena virtuosa se rompió, no solo por los problemas y peligros sanitarios que trajo consigo la pandemia, sino también porque mi trabajo en Europa se redujo notablemente y, por ende, mis ingresos. El Pulmón, que es también mi vivienda (se trata de una casa que va a cumplir 100 años y por lo tanto necesita constante atención), permaneció cerrado durante ambas temporadas. En El Pulmón siempre trabajamos en forma cooperativa. Todos ganamos igual, tanto el director como quién interpreta un personaje menor. Ese modo de producción nunca fue alterado. En todas las producciones (pensadas para que, económicamente, sean posibles de ser concretadas con facilidad) la cooperativa de trabajo consiguió los medios económicos para estrenar sin deudas y repartir lo poco o mucho que cada espectáculo nos deja.

¿Tuviste también participación en la fundación de otros teatros?    

Mis experiencias anteriores en relación a la construcción de espacios teatrales fueron con El Galpón, en 1988, en Tucumán, que duró unos pocos años, pues se trataba de un lugar alquilado (un galpón de amplias dimensiones) que sufrió las hiperinflaciones de los años 1989 y 1990. En ese lugar logramos hacer ciclos de poesía, cine, charlas, música y, por supuesto, teatro, con una intensidad increíble. Recuerdo que los sábados, en particular, llegamos a representar cuatro obras diferentes: una para niños a la tarde, y tres para adultos a la noche (21, 23 y en trasnoche a las 01 de la mañana) además de las funciones de los viernes y domingos. Lamentablemente, el espacio no pudo sobrevivir debido a las dificultades económicas mencionadas y también a miradas diferentes que empezaron a surgir internamente sobre las características del trabajo en el teatro independiente. Comenzaba, en esos años, el fenómeno del post-modernismo y la “licuación” de la historia. Mis otras experiencias “fundacionales” de espacios teatrales, tuvieron que ver con mi rol director del Teatro Alberdi de la Universidad Nacional de Tucumán (2000-2003) pues logramos construir una sala para grupos de teatro independiente (la Sala Sótano, ubicada debajo del escenario de la sala principal y con ingreso independiente) y en los años 80 con la fundación de la sala Ángel Quagliatta (en honor a un importante hombre del teatro y del radioteatro tucumano) como miembro de la comisión directiva de la Asociación Argentina de Actores, Delegación Tucumán. Ambas salas, Sótano y Quagliatta, por motivos diversos, no existen más.

El Pulmón, quizás por tratarse de una propiedad que me pertenece, logra hasta el momento mantenerse en pie y es de esperar que logremos recuperar el ritmo de producción que habíamos logrado antes de la pandemia. Lo que me gustaría destacar es que jamás trabajé como empresario teatral. Y no es que afirme esto como una desvalorización de tal profesión, sino que siempre consideré al sistema cooperativo como el que mejor permite a los constructores del hecho teatral expresarse con mayor libertad siendo propietarios de la totalidad del proceso productivo. Desde ese punto de vista, continúo afirmando y defendiendo las características productivas artesanales del hecho teatral.

Este año, 2022, estuviste en Tucumán durante varias semanas. ¿Qué actividades desarrollaste allí en ese tiempo? ¿Estrenaste alguna obra tuya o realizaste otra actividad que quieras resaltar?

En verdad, Alberto, este año 2022 pude estar muy poquito en el país: sólo tres semanas. Por diversas limitaciones, de todo tipo, pude regresar por tan breve espacio de tiempo. Sin embargo, en ese lapso logré reponer una obra mía del 2017, El discreto encanto de la compraventa (no logré reponer la obra estrenada en el 2018-2019, Las manos del tiempo, pues algunos integrantes del elenco no estaban disponibles por otros compromisos), presenté una reedición de Limpieza, publicada esta vez por Libros Tucumán; y el libro Teatro para hacer con dos centavos. 20 obras nuevas, editado por el Instituto Nacional de Teatro. Creo que, de alguna manera, este último libro reúne mi dramaturgia pre-pandémica más relevante y continúa, de alguna manera, la publicación anterior del INT, Hacia un teatro esencial. 20 obras, editado en el 2006. Y, en cuánto a la sala en sí de El Pulmón, logré refaccionarla y abrirla ya que durante mi ausencia se había deteriorado bastante. Fue un trabajo muy exigente para el poco tiempo que tenía, pero pude hacer todo lo que me había propuesto. Y, como “frutilla del postre”, me llegó la noticia desde Argentores, estando en Tucumán, de la adjudicación del premio Hugo Saccoccia.

¿Cuántas obras de teatro tuyas montaste ya en El Pulmón? ¿Has hecho también obras de otros autores?

Hasta el momento monté 14 obras de mi autoría en El Pulmón. Las otras 17 fueron de otros autores como Darío Fo, Franca Rame, José Sanchís Sinisterra, “Tito” Cossa, Rainer Fassbinder, Santiago Serrano, etc.

Me gustaría que me cuentes, ¿desde cuándo pasas medio año en Milán y medio año en Tucumán? ¿Cómo surgió esa posibilidad?

Yo viví prácticamente diez años fijos en Milán (1990-2000) regresando siempre una vez al año (a veces, dos) al país para hacer algún montaje, dar seminarios, etc. En el 2000 me ofrecieron la dirección del Teatro Alberdi de la Universidad Nacional de Tucumán. Un teatro de aproximadamente 1.000 localidades. Acepté pues pensé, quizás ingenuamente, que podía ayudar –en la medida del accionar cultural- a desactivar mecanismos autoritarios muy internalizados en Tucumán. En 1999, el hijo del genocida Bussi había perdido la elección a la gobernación por muy pocos votos contra un candidato del peronismo. Entonces invertí el “dosaje” de tiempo de estadía entre ambos países. Para hacer adecuadamente mi tarea en el Teatro Alberdi, viajaba una vez al año a Italia, durante enero y me quedaba hasta mitad de febrero, pues era el momento en el cuál el Teatro Alberdi estaba cerrado por vacaciones. En diciembre dejaba toda la actividad del año sucesivo programada en aquella sala universitaria y partía para Italia. En el año 2003 renuncié al Teatro Alberdi pues resultaba agotador luchar contra múltiples factores que tenían que ver con la burocracia universitaria y con el conflicto de intereses que significaba cambiarle la cara al teatro para que pasara de ser una sala de alquiler, a una “fábrica teatral”. Pese a la crisis del 2001, y a todas la dificultades habidas y por haber, el Teatro Alberdi logró producir entre marzo del 2000 y octubre del 2003, 17 obras de construcción propia y priorizó la coproducción con numerosos grupos independientes locales. O sea, que pasó de 0 a 17. Yo dirigí sólo una obra y codirigí otra. Abrí las posibilidades de trabajo para otros colegas del medio, tanto directores, como actores, vestuaristas, escenógrafos, etc. Fueron años en los que no escribí una línea pues la actividad militante en el Alberdi era tal que no me daban las fuerzas para otra cosa que no sea para luchar contra un “monstruo de mil cabezas” que se alojaba en todos los estamentos de aquella institución y en la misma Universidad.

Luego de tal desigual batalla, tal vez vencido porque no había otra posibilidad en ese contexto, renuncié, y fue allí que decidí, vivir la mitad del año en Italia (en dónde conseguía los fondos necesarios) y la otra mitad en Tucumán, en dónde había construido El Pulmón. Es decir… hice todo lo contrario a lo que suelen hacer algunos argentinos: en vez de “sacar la plata” para especular en otros países, yo trabajé duramente en Europa, para invertir el poco dinero que lograba ahorrar (que por la diferencia cambiaria rendía y rinde y, me permitía -y me permite- mantener El Pulmón) y regresar cada año a nuestro país. Espero que pueda continuar con ese plan. La pandemia fue un duro golpe para ese cometido a lo que se suma la inestable situación internacional producto de la guerra y la crisis económica de un sistema en evidente decadencia.

Describime por favor, ¿cómo es tu actividad artística y pedagógica en Italia?

Actualmente estoy trabajando un 50 por ciento menos de lo que hacía antes de la pandemia. Muchas realidades teatrales italianas se han fundido o se han debilitado exponencialmente. Como en todos los ámbitos, la pandemia (que es una consecuencia y no una causa) ha concentrado, aún más, el poder económico en las compañías comerciales o en los teatros estables de algunas regiones italianas. Esto me permite apreciar la fortuna (conquistada luego de años de lucha) que tenemos en Argentina de poseer un Instituto Nacional del Teatro (que no fue para nada indiferente a la situación de los colegas durante la pandemia) o un Argentores, o una Asociación Argentina de Actores, que ayudan y defienden a sus socios. Aquí esto no existe como concepto, con lo cual los teatristas italianos fueron duramente golpeados y la pandemia fue un “sálvese quien pueda”. Yo me “defendí” concentrando mi actividad en Milán pues las realidades en las que antes trabajaba (Verona, Padua, Vicenza, Pavía, Venecia, etc.) desaparecieron o se debilitaron tanto que recién se están recomponiendo con mucha dificultad. Pedagógicamente estoy dando dos seminarios al mes en Milán. Antes trabajaba todo el mes en modo continuado, tanto en Milán como en las otras ciudades mencionadas.

Mi propuesta pedagógica se estructura en seis etapas de creciente complejidad: 1) La descripción de los fundamentos metodológicos de la última fase de Stanislavski, o sea del Método de las Acciones Físicas, 2) El teatro de Tennessee Williams, 3) Autores de los siglos XX y XXI (Ibsen, Pirandello, De Filippo, García Lorca, Osborne, Fassbinder, Arthur Miller, “Tito” Cossa, Ricardo Talesnik, Diana Raznovich, Marsha Norman, Sam Shepard, etc.) Se trata de una fase en la cual se pone el acento en el criterio de “verdad escénica” condicionada por los diversos géneros teatrales. Los alumnos, espero, comienzan a entender cómo aplicar un procedimiento técnico a otros géneros teatrales que no sea, solamente, el realismo sicológico. 4) El teatro de Chejov. Indispensable. 5) El teatro de Shakespeare y la construcción poética y 6) El Teatro de Bertolt Brecht y el realismo dialéctico. Para estructurar ese recorrido me he basado en el indispensable aporte de Raúl Serrano a la técnica actoral y en mi propio trabajo de investigación sobre los puntos de contacto entre el método de las acciones físicas y el teatro de Bertolt Brecht, tarea que comencé a realizar en el año 1988 en el Berliner Ensamble, a partir de una beca del Fondo Nacional de las Artes obtenida por concurso en aquel año.

Adriana Tursi, Susana Torres Molina, Carlos Alsina Guillermo Hardwick, Daniel Dalmaroni y Mecha Fernández

Desde el punto de vista artístico he puesto en escena últimamente tres obras mías: De sueños, revelaciones y tres disparos, Visita en tiempos de peste y El desafío de las tres hermanas (crónica de una lucha urgente). Estos espectáculos, que creo que interesaron bastante, fueron y son muy condicionados por el contexto que impuso la pandemia y el actual momento “post-pandémico” (lo escribo entre comillas pues este flagelo no ha desaparecido, aunque se ha visto muy limitado por las campañas de vacunación. De todos modos, mucha gente sigue infectándose así sea de un modo mucho más leve que en los años 2020 y 2021)

7. El Instituto Nacional de Teatro te ha publicado ya dos libros de obras teatrales tuyas, cada uno con diez textos cada uno. ¿Cuál es la cantidad de obras de tu producción has escrito ya y cuántas has estrenado?

En realidad, esos libros contienen 20 obras cada uno. Como dije, el INT me publicó 40 obras. En el 2006 lo hizo con Hacia un teatro esencial. 20 obras. Y el 2021, con Teatro para hacer con dos centavos. 20 obras nuevas. Y también publicó, en una antología llamada Teatro de la Post-Dictadura, recopilación a cargo de Mauricio Tossi, una reedición de Limpieza. Y en otra antología: Selección Premios en modo Aspo NOA, la obra Visita en tiempos de peste. Escribí, hasta el momento 64 obras teatrales, de las cuáles se estrenaron 54.

Hablando de Limpieza, esa fue una de tus obras con mayor repercusión. Trataba un famoso caso de expulsión de mendigos de la provincia de Tucumán, ¿no?

A Limpieza la escribí durante los años de la dictadura. La obra toma como punto de partida un hecho real sucedido en Tucumán en julio de 1977. El entonces gobernador de facto (y más de 30 años después condenado genocida) Antonio Domingo Bussi, ordenó que la ciudad fuese “limpiada” de seres humanos que mostraban, por su condición, la miseria, o presentaban rasgos de “incapacidad” sicológica o por otros motivos que “alteraran” el “vivir ciudadano” (como pedir limosna, por ejemplo). En esos oscuros años, y luego de haberse consumado el llamado Operativo Independencia (febrero de 1975 en adelante, que sirvió para aniquilar y hacer desaparecer a dirigentes obreros y estudiantiles más que a las minúsculas organizaciones armadas que ya se habían, prácticamente, retirado de los montes tucumanos), Bussi ordenó amurallar las villas miserias para que no se las vieran y pintar esos murallones con los colores de la bandera argentina. Dejaba, a todo un barrio, con una minúscula puerta por la que los vecinos entraban o salían (¡sólo por ser pobres!), como así también instauró la obligación de pintar, en toda la ciudad, los tanques de agua con los colores celeste y blanco. En ese contexto, el deambular de mendigos, “ensuciaba” la ciudad.

Fue así que, en la fría noche del 14 de Julio, camiones militares y policiales, juntaron a los mendigos y los arrojaron, dispersos, en las heladas montañas limítrofes con la provincia de Catamarca. La intención era que esa gente muriera de frío y de hambre. La gran mayoría de ellos, o no poseían familiares o no tenían contactos con ellos. En su mayoría se trataba de gente en situación de calle. El operativo se cumplió (la “limpieza” humana) y al día siguiente la ciudad amaneció sin la presencia de estas personas algunas de las cuales eran muy conocidas por los vecinos. Nunca se supo cuántos se llevaron pues el operativo genocida aconteció en toda la ciudad y no solamente en el centro, o sea el lugar más visible. Muchas de estas personas carecían de documentos por su condición de vida.

Yo tomé ese hecho real como punto de partida (me dediqué a investigarlo con mucho cuidado durante la dictadura) y escribí Limpieza, que no repite el final de la historia, sino que intenta ser una metáfora sobre el genocidio, las desapariciones y el exterminio provocados por la dictadura. Desde ese punto de vista, los mendigos tucumanos adquieren, creo yo, la cualidad de símbolos. Tal vez por eso la obra se representó en Alemania en los años 90 y los excluidos no eran mendigos tucumanos, sino turcos inmigrantes. Creo que el sistema ha exasperado su precisa capacidad de exclusión de “los que sobran” y, por lo tanto, espero que la obra mantenga toda su actualidad y no se limite a un caso puntual. Una vez que terminó la dictadura, a comienzos de 1984, envié el texto a un concurso de dramaturgia organizado por la Municipalidad de Salta, en dónde obtuvo un premio.

En 1985 se organizó en Tucumán un ciclo llamado Teatro Libre, integrado por 8 obras de autores y autoras de Tucumán. Muy similar, como estructura, a Teatro Abierto. Yo participé como autor con Limpieza y, además, la dirigí. Fue una conmoción total en el público. La obra se mantuvo en cartel durante cuatro temporadas y participó en Festivales de Teatro Independiente en Mendoza, Córdoba y Capital Federal. En 1987 ganó el primer premio del Fondo Nacional de las Artes. Se representó en muchos lugares del país y del extranjero. Es una obra que quiero mucho a pesar de la tragedia que representa. Creo que, habiendo pasado 37 años de su estreno en Tucumán, el 30 de noviembre de 1985, mantiene toda su actualidad. Limpieza, además, se representó constantemente en la plaza central Independencia de Tucumán en apoyo a la lucha por los derechos humanos y repudio a la reaparición de Bussi como personaje político renacido después de la aprobación de la ley de obediencia debida.

¿Qué libros, ensayos, o trabajos pedagógicos has escrito en los últimos años? ¿Y si estás escribiendo algo en la actualidad?

Los libros que se publicaron en los últimos años, en cuánto a obras teatrales, fueron: Limpieza (reedición: en Libros Tucumán y en la antología Teatro de la Post-dictadura;  La guerra de la basura (reedición de Libros Tucumán); El sueño inmóvil (reedición de Libros Tucumán); Por las hendijas del viento (Pachamama, kusiya, kusiya… una obra nuestra)”, reedición de Libros Tucumán); Visita en tiempos de peste, ya mencionada más arriba. En cuanto a ensayos de técnica teatral, publiqué en Roma (Dino Audino Editor) El método de las acciones físicas (2015) y Acciones físicas y géneros teatrales (2021). Durante la pandemia, y en este período “pos-pandémico” escribí seis obras teatrales y el ensayo sobre los géneros teatrales. Veremos qué “sale afuera” ahora.

¿Cómo viste la actividad teatral en la provincia mientras estuviste?

En verdad, pude ver muy poco teatro porque estaba abocado a todo lo que te conté más arriba. De todos modos, estoy al tanto de la actividad de los grupos teatrales tucumanos y de la producción de sus autores y autoras. El teatro tucumano posee una vitalidad extraordinaria y una diversidad estética que lo hacen siempre interesante. Espero regresar con más tiempo la próxima vez para poder ofrecer una opinión más profunda.

¿Cómo ves la situación en Europa y en Italia en particular en este momento? ¿Te preocupa?

Sí, me preocupa mucho la situación que vive Europa y todo el mundo. La guerra actualmente en curso en el territorio de Ucrania es, en verdad, una contienda entre la OTAN y Rusia (con China como indirecto oponente del imperialismo occidental) cuyas consecuencias afectan a todo el mundo. En realidad, en Ucrania se está combatiendo una suerte de guerra mundial de características muy peligrosas por las armas nucleares que los contendientes poseen y la existencia de importantes centrales nucleares en ese país. Bastaría un error (ni siquiera la intención) para provocar consecuencias tremendas para toda la humanidad. La situación de Taiwan es otro peligro latente Y, también hay en curso una guerra económica mundial entre EEUU y China, que viene acentuándose en los últimos años en todo el mundo. Nuestro país no es para nada ajeno a esa situación de competencia económica y de expoliación de sus recursos naturales. A todo esto, se suma, negativamente, una avanzada de la ultra-derecha en varios países del mundo que han comenzado a reivindicar el fascismo y el nazismo y, en algunos países (de un modo diferente a los años previos a la Segunda Guerra Mundial), han tomado el poder como en Suecia o en Italia, a lo que se suman los gobiernos de Polonia, Hungría, Bulgaria, etc. Tampoco la Argentina es ajena a este proceso de crecimiento de la ultra-derecha. Habrá que ver qué consistencia posee y cómo se desarrolla la situación internacional.

En Italia, en particular, la situación es muy preocupante. La ultra-derecha llegó al poder con Giorgia Meloni como representante de una alianza de derechas que no excluyen grupos muy bien organizados de fuerzas declaradamente fascistas como Forza Nuova o Casa Pound, en extremo violentas y agresivas, como también lo es Vox en España o la organización de Marine Le Pen, en Francia. Me parece una época muy compleja y adversa. Una época de guerras, rebeliones y pandemias. Quizás, en nuestra América Latina, sobrevive una resistencia a este proceso reaccionario y de degradación de la humanidad, aunque con diversidades y fortaleza relativa. Pero lo que es innegable, a mi juicio, es que el sistema capitalista está en una crisis que puede llevar a la autodestrucción de la humanidad y del planeta.

Hace poco tiempo falleció Juan Antonio Tríbulo, una figura muy querida y respetada en el teatro Tucumán. ¿Qué nos podés decir de él?

Con mucha tristeza recibí la noticia de la muerte de Juan. Trabajamos en muchas obras juntos y siempre lo hicimos en un clima de armonía, amistad y respeto. Juan fue un tipo muy gentil, muy amable y cortés, además de ser un excelente actor.Fue en ese rol que conocí más a Juan, como actor. Era muy generoso y humilde. El teatro tucumano perdió a una persona que, desde su Entre Ríos natal, aportó mucho a la actividad teatral en Tucumán. Recuerdo que cuando participamos, en el Primer Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires con mi texto El sueño inmóvil, en 1999, con Juan encarnando a uno de los personajes, minutos antes de una función en el Teatro San Martín, una empleada se me acercó y me dijo que habían llamado desde Tucumán para comunicarle a Juan el fallecimiento de su madre. Yo no dudé en que mi deber era comunicárselo de inmediato y, si él lo decidía, se suspendería la función. Recuerdo que, detrás de las bambalinas, se lo dije. Nos abrazamos. A Juan se le humedecieron los ojos. Le pregunté si quería que suspendiéramos. Él me señaló que no con la cabeza, se recompuso y dio la función con la solvencia de siempre.

Me parece que la triste anécdota dice mucho sobre Juan y su pasión por la vida y por el teatro.

Alberto Catena


9 / Ene / 2023