Revista Florencio
ACERCA DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Este quizá resulte ser uno de los artículos más desafiantes que me tocó escribir en este último tiempo, y debo dejar en claro, bajo juramento, haberlo escrito yo y no una inteligencia artificial.
Puedo afirmar que lo realicé con ayuda de los dedos de mi mano golpeando un teclado de computadora, pero también les aseguro que ni la notebook ni ningún otro artificio digital ejercieron injerencia alguna sobre las líneas que siguen, orientadas a un tema que desde hace meses hace furor en distintos ámbitos de la actividad humana: las inteligencias artificiales
La ocurrencia aclaratoria del inicio, sobre la autoría del texto por parte de un humano y no de una máquina, se me ocurrió para distender y romper el hielo, si bien en estos tiempos creo que dicha aclaración se convertirá pronto en una forma cotidiana de formalizar y distinguir ciertas creaciones humanas de las no-humanas. ¿Será esto posible? ¿Creatividad de la mano de la inteligencia artificial?
Bienvenido Chat GPT
Una de las aplicaciones que se usan para conversaciones y creaciones de textos y narrativas es la llamada Chat GPT, que es furor desde comienzo de este 2023 y que se ha instalado en las agendas de distintos espacios laborales y educativos. Conviene brindar algunas acerca de la terminología que usaremos en el artículo.

El universo de la tecnología dispone de un lenguaje de siglas y abreviaturas, por ejemplo, Chat, un derivado del inglés que significa “charla”, en el caso de Bot, se trata de la abreviatura de robot y AI, es la sigla de Artificial Intelligence. En nuestros días, estas palabras lograron establecerse en el vocabulario habitual de mucha gente, incluso de aquellas poco familiarizadas con los conceptos que las avalan.
Ahora retrocedamos brevemente en el tiempo para comprender mejor el futuro: el concepto chat bot no es algo nuevo, es un invento del siglo pasado, más precisamente de la década del sesenta. Surgió en el Centro de Investigaciones del Massachusetts Institute of Technology (MIT); se trataba de un programa llamado Eliza, que les otorgaba a los usuarios la posibilidad de chatear con la PC. Desde aquel primer paso, la evolución en tener una asistente artificial con quien se pueda conversar no se he detenido. Muy por el contrario, ha evolucionado a destacable velocidad; a resultas de lo cual hoy en día muchas de las App de Chat tienen una versión mejorada que, junto a la proliferación de redes, y sumando la ayuda de inteligencia artificial, llegan en un formato reforzado.
El Chat GPT 3 de la empresa OpenAI, es una inteligencia artificial entrenada para generar conversaciones humanas naturales. Es un prototipo avanzado de chatbot que logra textos complejos en base a datos y consignas que se le establecen previamente.
Pero la IA no solo está para mejorar aplicaciones de “conversación”. La inteligencia artificial también opera en distintos programas de diseño, de estadísticas, de dibujo y música. Las artes, en la mano de algoritmos y sistemas con gigantescas bases de datos. Un nuevo campo que se expande, segundo a segundo.
¿Y el factor humano?
Ahora bien: tanto autoras como autores audiovisuales conocemos nuestras mañas y estilos de escritura, sabemos el arduo trabajo que conlleva investigar, pensar y re-escribir. Pensar cincuenta veces y llegar a las mil sinapsis para desarrollar ideas que se transformarán en historias invirtiendo mucho tiempo. Ahora bien, todo esto al parecer, una app logra realizarlo también en una velocidad menor y con parámetros certeros si tiene la información adecuada y detallada.

Pero claro, y según una especie de opinión generalizada que con el paso del tiempo cobra cada vez más cuerpo, la IA carece de emociones; en otras palabras, carece de humanidad, lo que queda evidenciado en el resultado de ciertas pruebas a las que se ha visto sometida. El resultado de estas pruebas arroja, a la fecha, diálogos superficiales, pobre verosimilitud en la construcción de personajes y limitaciones afines, que llevan a pensar que la IA, al menos al servicio de nuestro oficio de escribir, transita aún un estadio primitivo. De cualquier forma, el objetivo del presenta trabajo no es el de establecer o afirmar criterios; muy por el contrario, me lleva mucho más a la necesidad de establecer interrogantes que ayuden a pensar el tema, que a limitarlo con afirmaciones infructuosas. Hecha esta salvedad, comencemos.
Un cambio (uno más), paradigmático
Las llamadas nuevas tecnologías (denominación también en crisis), y la inteligencia artificial específicamente, están cambiando la naturaleza de los procesos creativos, eso es un hecho. Hoy en día, el mundo del software, tal como adelantamos, desempeña un papel significativo en las creaciones de música, la arquitectura, las bellas artes y la ciencia.
De hecho, estas nuevas aplicaciones se han convertido en muchos casos en una herramienta indispensable en los ámbitos educativos y laborales. Así, las distintas pantallas digitales se han transformado en instrumentos musicales, salas de edición, lienzos, etc. Sin embargo, hay quienes creen que se debe aspirar a relaciones más ambiciosas entre máquinas y la creatividad. En lugar de considerar una computadora como herramienta de ayuda a los creadores humanos, insisten en considerarla una entidad creativa en sí misma.
Este punto de vista ha dado lugar a un nuevo concepto y sub-campo de la inteligencia artificial llamado “Creatividad Computacional”. ¿Pero, es posible hablar de proceso creativo al 100% de la mano de una inteligencia artificial? ¿Hasta dónde llega la autoría humana cuando se utiliza esta tecnología?
Hasta donde se sabe, las máquinas recopilan y seleccionan datos, muchos de esos datos están ya establecidos y son creaciones humanas, el proceso las recorta, transforma y edita; ese trabajo es realizado por una pregunta o pedido previo del usuario humano. El resultado se parece a un conjunto de piezas de un gigantesco rompecabezas, que cambia y encaja en diferentes versiones. ¿Pero, y las piezas originales? En la mayoría de estos sistemas el insumo es humano. Casi como la emblemática y apocalíptica escena del filme Matrix, donde las personas eran el insumo energético y funcionaban como “baterías” para las grandes computadoras.
Las preguntas son: ¿existe autorización sobre el uso o aprobación para la transformación de aquellas obras preexistentes o estilos proporcionados por autores humanos, acaso no es un proceso de creación compartida o colaborativo, ¿quién controla la autoría de la materia prima, de quién es la autoría final de la creación?
Lo expuesto someramente en las líneas que preceden no hace sino generar numerosas y complejas problemáticas de diversos órdenes: desde éticos a legales, sólo por mencionar aspectos particular y potencialmente conflictivos. El primero o central a mi modo de ver es precisamente el ético. ¿Cuál sería el límite del uso que las personas pueden darle a esta herramienta, sin afectar los derechos del prójimo? Es la pregunta clave de toda tecnología, podemos destruir o crear, matar o salvar vidas con un mismo avance tecnológico, el resultado radica en el uso que haga la humanidad de dicho adelanto. Conviene aquí recordar el paradigma tan bien formulado por Humberto Eco en su libro Apocalípticos e integrados.
Muchos asistimos a cursos y talleres sobre el análisis del impacto que ejercen las herramientas que basan su funcionamiento en la AI. En el caso del cada vez más popular Chat GPT, a nivel educativo se lo analiza y se lo aprueba como un aliado en la enseñanza, siempre y cuando sea una herramienta de consulta y apoyo, sin prescindencia de la evaluación de los procesos humanos de enseñanza y aprendizaje. Entre las cuestiones positivas, que podríamos agrupar bajo el hipotético el título de “los Integrados piensan que”, estas app resultarían algo así una herramienta superadora de los buscadores web (exploración, traducción, búsqueda de información). También podría resultar una un buen generador o plataforma de lanzamiento para generar “brainstorming” (“tormenta de ideas”), y potenciar de ese modo tanto la creatividad como la reflexión, ayudando de ese modo a agilizar el trabajo intelectual. Y el mayor uso, como asistente para simular situaciones y evaluaciones.
También sería posible detallar sus aspectos negativos, bajo el título de “los apocalípticos piensan que”, en cuyo caso deberíamos recordar que generan una ilusión de verdad absoluta, pero al mismo tiempo cometen errores que generan desinformación, desplazando peligrosamente al trabajo intelectual, generando en su lugar pereza creativa. De esta manera queda clara la grieta (¿otra más?) originada en la aparición de la AI en las aplicaciones de conversaciones y diseño.
Pensando en el futuro
Quizás en un futuro inmediato resulte posible -y hasta necesario- el uso de leyendas del tipo: “made in human” o “made in AI” en distintas obras. En cualquier caso, nada de lo expuesto lleva a pensar en la desaparición absoluta y terminante de los “creadores humanos”, que se manifiesten como autores de creaciones generadas por AI.
En otras palabras, la aparición y presumible crecimiento de la IA no implica en modo alguno el fin de la mentira y la falta de ética que suele ensombrecer los orígenes de no pocas creaciones. Sin perjuicio de ello, y de la mano de este este conflicto ético, viene el problema legal; no existe norma ni legislación alguna que regule el uso ni los derechos originados en las creaciones nacidas del uso de la IA. Se parece un poco a como inventar un vehículo y no contar normas de tránsito, o ni siquiera vías de tránsito para su buen uso. La utilización de una nueva herramienta se vuelve caótica sin normas claras o actualizadas, y peor aún, si la aparición de lo nuevo rompe las reglas establecidas. Hay un vacío legal para la protección de obras ante el uso que realizan las AI.
Entonces… ¿el futuro ya llegó?
La amenaza del reemplazo de una tarea (o miles, o incluso millones de ellas) por procesos mecánicos o digitales, siempre ajenos a la mano del ser humano, dista de ser nueva; la era industrial, sólo por citar un ejemplo contundente, lo ha dejado demostrado. En tal sentido, la revelación sustancial de las habilidades y horizontes que abren las inteligencias artificiales es de carácter abrumador. ¿Entonces el trabajo humano está en peligro? Es otro interrogante que merece un análisis singular y profundo, que insumiría por su gravedad un análisis que excede los objetivos de este trabajo. Sin embargo, vale la pena destacar que numerosos/as especialistas a nivel mundial vaticinan que las tareas de orden mecánico y/o rutinaria serán reemplazadas; así como también que la tecnología AI viene a evitar el error humano en ciertos sistemas; y que la demanda que habrá para crear y sustentar las nuevas tecnologías será parte de la creación de nuevas profesiones. Advierten, sin embargo, que las actividades humanísticas no podrán ser sustituidas.

La capacidad de reacción ante el avance vertiginoso de la tecnología sigue siendo clave. El conocimiento sobre los temas y el análisis de las nuevas experiencias nos ayudan a entender mejor el panorama, pero el factor velocidad es fundamental. Lamentablemente las reacciones no viajan a la misma velocidad que los adelantos, generándose por esta razón nuevos problemas y riesgos. Actualmente se están lanzando distintas versiones pagas de varias aplicaciones con mejoras importantes en la AI. Chat GPT por ejemplo en su última versión (4) agrega también la capacidad de manejo de imágenes. Es decir, la optimización de la herramienta crece de manera vertiginosa, aun cuando aún no están en claro sus alcances y utilidades.
No hay acciones certeras ni soluciones inmediatas ante las apariciones de las AI. Se abrió el debate, discusión que autores y autoras mantienen hace décadas, exponiendo en cientos de películas futuristas, quizás allí encontremos claves para vislumbrar hipotéticas soluciones. La ciencia ficción como herramienta de la ciencia real actual. Adelantos tecnológicos que nos ayudan a pensar nuevos paradigmas, en este caso, el desafío de trabajar con una suerte de nueva especie digital, una especie artificial creada por el hombre y que tiende a aprender de lo humano mejorando sus capacidades intelectuales, pero que también aprende de sus malos hábitos. El nuevo Prometeo camina, aun a tientas, mientras su creador, el Dr. Frankenstein, se desvela en la incertidumbre de contar con medios futuros para controlar su —por ahora— impredecible desarrollo y crecimiento acelerado.
Ramiro San Honorio *
Presidente del Consejo Asesor Nuevas Tecnologías de Argentores
5 / May / 2023