Revista Florencio
HITOS EN LA ESCENA DEL MUNDO
Se me ocurrió en esta nota hacer una síntesis –necesariamente mezquina- de los grandes exponentes del teatro y su influencia global disparada de todo localismo. Buenos Aires es una ciudad absolutamente teatrera, la segunda o tercera del mundo con Londres y Nueva York. En ella pienso cuando preparo este salpicón.
Al representar (re-presentar, presentar por segunda vez) acciones, emociones y represiones humanas, el teatro actúa como un espejo de la vida. Pero al mismo tiempo, cuando se pone en marcha, el público es su espejo, los actores –elementos básicos, ineludibles del hecho teatral- se miran en los espectadores. Esta interacción constante es su esencia. Cuando el autor siente la necesidad de hacer funcionar a esta rara máquina que mira y es mirada para desatar una catarsis de conductas, el teatro cobra una importancia muy grande, supera el contrato lúdico (jugar a ser otro ante personas que juegan a tomarnos por ese otro, según la afortunada definición de Borges) y entronca con el psicoanálisis, la filosofía y la política. “El hombre vive y no se ve vivir –escribía el desconcertante Pirandello-, si tuviéramos todo el tiempo un espejo delante para ver nuestro rostro descompuesto por la ira, la lujuria, la envidia y el dolor, se produciría una crisis: pues bien, esa crisis es mi teatro”. A lo largo de su historia contemporánea, el teatro siguió los vaivenes del mundo real y se adaptó a cada cambio con sus propios cambios. Iremos viendo quiénes articularon cada mutación. Estos son algunos hitos:

Ibsen. El teatro de ideas: los que se atreven a cambiar las leyes del juego y el poder tradicional resulta desafiado, como así también la ficción convencional. Como quiso Descartes: Pienso, luego existo. : Ejemplos, en el dramaturgo noruego: Casa de muñecas y Un enemigo del pueblo.

Strindberg. La angustia expresionista. La sustitución de máscaras: Espectros y La señorita Julia.

Pirandello. El teatro se desarma delante del público (Seis personajes en busca de un autor) para poder trasmitir sus turbulencias internas. La locura, instrumento sutil de una colosal dramaturgia (El gorro de cascabeles, Enrique IV). La duda ontológica (Uno, ninguno y cien mil).

Ghelderode. Los misterios medievales y la pintura de Breughel y del Bosco en un fresco social inquietante. La huella remota de los artistas flamencos para dibujar al hombre de hoy (Escorial, MagiaRoja y La balada del Gran Macabro).

Valle Inclán. La fantasmagoría gallega en su máxima expresión, el esperpento, un género recuperado. El modernismo en un escritor extremista: o santos o demonios (Tirano Banderas, Los cuernos de Don Friolera, Divinas palabras).

Anouilh. La permanente nostalgia de la pureza, el rayo de luz que nada puede ensuciar. Un teatro de la piedad (La salvaje, Ornifle, Elviajero sin equipaje, Eurídice).

Beckett, Ionesco y Adamov. Tres grandes exponentes de la vanguardia de mediados del siglo XX. La soledad infinita (Beckett), la burla onírica (Ionesco), la perplejidad (Adamov). (Esperando a Godot, La cantante calva).
Dentro de la dramaturgia norteamericana:

Eugene O Neill. Fragor de tragedia antigua para personajes actuales (El deseo bajo los olmos), la ruptura del drama convencional, casi Joyce en el teatro (Extraño interludio).

Tennessee Williams. El más grande poeta dramático (El zoo decristal, Un tranvía llamado deseo, Verano y humo)

Arthur Miller. Vuelve el teatro social de gran andamiaje y sólida carpintería (La muerte de un viajante, Las brujas de Salem, Panorama desde el puente).

William Saroyan: la pasión y la melancolía en historias locales y a la vez con un sino chejoviano (El momento de tu vida).
En el teatro argentino:los géneros sacros, sainete y grotesco. El orígen circense. La influencia europea, el apogeo y decadencia del costumbrismo, nombres como los de Armando Discépolo, Alberto Vacarezza y Roberto Cossa son fundacionales y proporcionan material no ya para una nota sino para varios libros…que los hay.
Rómulo Berruti
1 / Mar / 2023