Revista Florencio
TELEVISIÓN
La censura fue siempre, históricamente, una bajada de línea clara de la iglesia, del gobierno de turno y de otras instituciones con poder económico. Y más atrás, la censura explícita de los años verdes. Se veía, se escuchaba y había que ser hábil para eludirla.
Los avances de la tecnología y la aparente evolución de los pensamientos ya obsoletos del patriarcado y otros dinosaurios, pusieron en primer plano los temas sobre los que antes no se podía hablar: el divorcio, el aborto, la violencia de género, el abuso infantil, el maltrato infantil, la elección sexual, los colectivos, las travestis, el transgénero, el poliamor, las parejas abiertas entre otros.
Pudimos expresarnos en las redes sin miedo a nada, enarbolamos banderas con los colores de la libertad y le pusimos a los violentos nombres, caras y aplicaciones para hacer denuncias.
Se legitimó el aborto y agitamos el verde con alivio merecidísimo.
En algunos casos, no todos, se equipararon sueldos sin distinción de sexo.
Se aprobó el cupo trans. Mucho antes, el matrimonio gay.
Estamos aprendiendo a respetar la autopercepción de la sexualidad sin emitir juicio y llegado el caso es posible cambiarse el nombre en el DNI.
Todos logros que en un país con una sociedad tan perturbada como esta, computan doble.

Y hay más.
Entendimos que todos también es todas y todes y elegimos cómo decir o escribir el lenguaje a sabiendas que no incluir excluye, pero con la libertad de ser conservadores también porque es una elección personal y la respetamos. Si no digo todes no me cuestiones, porque digo todos y así todos contentos. Y todes contentes.
El Ni Una Menos atravesó la sociedad con una fuerza impensada y en el momento actual nadie cuestiona que una mujer reclame por su vida sin opinar cómo se viste o a los lugares donde va.
Frente a este panorama queda claro qué a los autores, a los responsables de la ficción en la televisión abierta nos llegó el momento de contar historias y aplicar los nuevos conceptos para naturalizarlos.
Porque hablar de lo que pasa, legitimiza lo que pasa. Base del psicoanálisis, eje de todo vínculo saludable.
Sabemos que el público toma como verdad el contenido, somos responsables de eso y sabemos que la televisión es formadora (para bien o para mal) de conductas sociales, tiene un peso, los temas “madre”.
Y entonces nos resulta imperioso hablar de estos temas, naturalizarlos desde nuestro oficio, abandonar estereotipos y conquistar nuevos escenarios. Y porque nos late el corazón a otro ritmo y también necesitamos ponerlo en palabras Contar otro cuento, porque la Cenicienta quiere un amor, pero también hacer negocios y ser parte activa del mundo laboral donde las mujeres siempre tuvieron que entrar a los codazos, dando examen permanentemente, poniendo el cuerpo con todo lo que eso implica.
Queremos deconstruir a esas Cenicientas y construirlas en esta nueva normalidad donde las oportunidades dejaron de ser only men.
¿Y por qué? Porque el pasado ya fue.
¿Ya fue? Parece que no.
En la anoréxica ficción nacional televisiva los colectivos están en la terminal y la mayoría no salieron. ¿Por qué? Porque no tienen la VTV que habilita, ¿quién? Las instituciones, che. ¿No era que los dinosaurios iban a desaparecer? Charly dixit. Pues parece que no todavía.
La censura no cambió, se disfrazó de “sí, vayan yendo”, “cuenten lo que quieran” y al mismo tiempo nos dejó mudos.
Otra vez.
Dicen que la mejor forma de callar a un intelectual es escondiéndole los anteojos. Hoy por hoy, la mejor manera de callar a un autor es diciéndole que escriba lo que quiera.
Pero.
A la hora de sentarnos a pensar una historia comienza este diálogo interior, un peloteo solitario contra the wall de Pink Floyd.
Nos ponemos a pensar en función de: podemos hablar de todo. De todo. Qué abarcativo, qué rico, qué abundancia de temas nuevos apenas desenvueltos de sus papeles crujientes, todo por contar.
Y entonces ahí vamos.
La historia de amor siempre es importante y el cimiento sobre el que podemos construir todo lo demás. Que emocione, que sea verosímil, que sea hot… pero de ahora, actual, con el color social que nos toca.
Entonces, repasamos en el diálogo interior: la pareja protagónica. Parejas homosexuales o trans, no es para el público de la tele abierta, es ridículo proponer eso.
Pero lo hicieron Julio Chávez y Benjamín Vicuña tuvieron una historia de amor en Farsantes con beso y todo.

¿Cis género entonces? Es una posibilidad. Hitchock decía que es mejor partir de un lugar común que llegar a él. Así justificamos el no animarnos a meternos en temas sobre los que no sabemos tanto si somos heterosexuales o, como mucho, homosexuales old school sin nada de género fluido.
Porque los colectivos se toman a mal ciertos encuadres y si uno no es, mejor no meterse. Como un no judío contando un chiste de judíos. Choca, ¿vieron?
¿Y por qué una pareja?
Si la pareja no es un condicionante para ser feliz, se puede ser feliz en soledad, hablemos de ser feliz en soledad y sin historia de amor. Pero si no hay historia de amor no tenemos historia. Entonces, ¿no importa el amor?
La ley social no escrita nos hizo creer históricamente que las mujeres sin pareja eran sospechosas: o putas o locas. Y los hombres sin pareja: o putos o peligrosos.
Más que nos hizo creer eso nos convenció de que era lo que nos convenía. Pero la verdad tras la mentira es que sí, el amor importa, a todos nos importa el amor, no seamos caretas.
O sea, la pareja como rescate para no ser estigmatizado y al mismo tiempo para ser estigmatizada.
Solos y solas reduce a casi cero los conflictos, no sirve.
Pero lo hicieron en El hombre de tu vida.

Otros tiempos.
Entonces mejor simplificar la historia de amor: dos heterosexuales tratando de salir de un castigo social para entrar en otro. Porque a la pareja hay que sostenerla y ser normal o de lo contrario se cae en condenas peores: el divorcio, la separación, a este/esta no le viene bien nada. Entonces sería un par de heterosexuales tratando de construir una historia de amor y los logros del feminismo diseminados por ahí en el decorado o en personajes secundarios sin que se note mucho. Lucecitas de colores en un living Luis XV.
Sigue el debate interno.
Pero entonces el tema no es hablar de los logros del feminismo y la caída del patriarcado. Y no. Porque hablar de eso es como decir que sigue el debate y mejor no. Porque se supone que ya pasó: deconstruimos y ahora hay que construir sin hablar de las ruinas del pasado y blablablá.
Mejor pensar la historia de amor sin hablar de géneros. Funcionó en Pequeña Victoria.
¿Funcionó?

Si decidimos historia de amor heterosexual, cis y somos conservadores, tropezaremos más temprano que tarde con un embarazo. No deseado, obvio. El deseado y concretado no nos sirve de mucho a nivel conflictos que hagan avanzar la trama. Y si es no deseado vamos a tener que hablar de aborto o como mínimo de la pastilla del día después. Y mucho antes del preservativo o el método anticonceptivo que falló y son temas interesantes para que el espectador se involucre, aprenda, debata en familia. Pero claro, no hay familia, hay dispositivos diseminados en una casa.
¿Y si deciden abortar? Já. Metete con ese tema. Mejor no.
Desean un hijo, pero no pueden tenerlo. Fertilidad asistida. Otro tema lleno de puntitas filosas porque hay que saber mucho y el debate moral y ético. Como contar un chiste de abogados sin ser abogado. No sos gracioso.
Abortado el tema del aborto, nunca mejor dicho.
Muy complicado pensar en una historia de amor con intereses enfrentados, conflictos, personajes secundarios que aporten. El autor o la autora anhelan crear contenido y no relleno. El relleno es para los ravioles y cuánto más, mejor.
Una remera que diga: no aclare porque oscurece. Y ninguna que diga: me la juego y pruebo cosas nuevas. Ojo, no porque nos dé miedo, es porque sabemos que nadie nos va a “comprar” esa historia.
Algo pasó porque veníamos avanzando bien y a linda velocidad hace algunos años.
La tuvimos en la punta de la lengua, pruebas al canto, hubo temas “delicados” que se abordaron y funcionaron divinamente bien.
Los machos
Para vestir santos
Locas de amor
Los Roldan (Flor de la V)
Mujeres asesinas

Y de pronto se detuvo todo y hay un vacío de contenido donde nos miramos de reojo y se nos detienen los dedos, los dinosaurios están lejos, pero hacen sombra, ergo: están. Fingen una derrota. Fingen. Se están recuperando del sablazo. Hay que apurar porque son de lograrlo. Estrategias de hombres a los que les gusta la guerra. Invisibilizó a soldados, los rasuró, les hizo algunos cambios de vestuario y están fortaleciendo el metadiscurso, o sea, el hilo de oro. Tú sabes.
Hoy el desafío para los autores es enorme y complejo, nos quedamos atorados en la transición, esa rotonda molesta, pero necesaria. Enfrentemos esa verdad, veamos por dónde se sale de este laberinto. Porque parece que con tantos cambios el futuro quedó en el pasado.
Y mientras tanto, ¿de qué hablamos?
Lee Strasberg ya lo respondió: “Hablen del mar”.
Belen Wedeltoft
6 / Ene / 2022