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OBRA EN CONSTRUCCIÓN

De lo clásico a lo urgente

Entrevista a Patricio Ruiz: “A mí lo que más me interesa es romper con estructuras que ya existen”

“Siempre quise escribir una versión de Antígona porque todos los escritores y escritoras que me gustan tienen una versión; entre ellos y ellas, Griselda Gambaro y Leopoldo Marechal. También me pasa que es una reminiscencia a mi infancia porque mi hermana mayor es actriz y fui a verla actuar en Antígona Vélez. Tengo muy presente que a partir de esa obra quise pertenecer a ese universo”, dice Patricio Ruiz durante la entrevista realizada por ARGENTORES para la sección “Obra en construcción”, a propósito de “Antigonx impronunciable”, obra con la que, en 2021, obtuvo el Primer Premio “Potencia y Política 2021” .

Patricio Ruiz es egresado de Dramaturgia en EMAD (Escuela Metropolitana de Arte Dramático), bajo la dirección de Mauricio Kartun, y tiene una especialización en Dramaturgia en UNA (Universidad Nacional de las Artes). En el área, se formó con Alejandro Tantanian, Ariel Farace y Santiago Loza en Buenos Aires, Argentina; con Ximena Escalante y Fernanda del Monte en la Ciudad de México, México; y con Sergio Blanco en Montevideo, Uruguay. En performance, con Silvio Lang. En objetos, con Javier Swedzky. Participó de PANORAMA SUR, Buenos Aires, Argentina 2015; y de la residencia A Reinvençao do Cabaré, Curitiba, Paraná, Brasil, 2018. Participó del Programa BETSUD, Catania, Sicilia, Italia, 2020. Actualmente se encuentra trabajando en la residencia R-Evolution Project, Nápoles, Campania, Italia y Atenas, Grecia 2021/22

Es autor de las piezas Potencialmente Haydée (editada en la antología NUEVAS DRAMATURGIAS ARGENTINAS por la Universidad Nacional del Sur), Ceremonia sin flores, Cabalgar, Un vestido, Chancha Coraje, Testimonios para invocar a un viajante (estrenada en el Teatro Nacional Cervantes en 2019), Un pájaro cualquiera, Cosas pesadas caen (editada por El Rojas/UBA), Rubbish: recital para maricas, viejas divas y albañiles, Antigonx impronunciable (editada por la Cámara de Diputados de la Nación). Recibió el premio Tomás Terry a mejor dramaturgia latinoamericana por Potencialmente Haydée, Cuba 2016. Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes 2017 por su texto Testimonios para invocar a un viajante. Premio Germán Rozenmacher a la nueva dramaturgia 2018 por su texto Cosas pesadas caen. Beca de Movilidad del Fondo Nacional de las Artes por su proyecto Putite de mamá. Premio a Mejor Autor 2019 por ARGENTORES por Testimonios para invocar a un viajante. Premio Estímulo a la Escritura Todos los tiempos el tiempo de Fundación PROA, Bunge y Born y Diario La Nación 2020 por Rubbish: recital para maricas, viejas divas y albañiles.

Como performer y cantante es parte del grupo “Putite de mamá”. Desde 2018 participa de la Comparsa drag. Sus últimas instalaciones/performances son LAMA para el Festival internacional de Cabaret de Curitiba y Esquilo en Residencia para DoceVeinticuatro en Buenos Aires. Es director y conductor del programa “El Banquete” sobre población LGBTTIQNBP+ de la Provincia de BS AS. Su última participación como actor en largometraje fue en Corazón errante de Leonardo Brzezicki en 2019.

Dirigió sus obras También las cosas mueren en el Teatro del Pueblo, Potencialmente Haydée en el Centro Cultural de la Cooperación, La Tertulia Teatro, La Casona Iluminada y La Gloria Espacio Teatral en Buenos Aires. En Montevideo, Uruguay, en La Gringa Teatro, Centro Cultural España e Implosivo Espacio Escénico en sus tres temporadas. En España en El Umbral de Primavera. «Ceremonia sin flores» en Casa Actúm en el año 2016, una segunda temporada en el Teatro La Capilla, una tercera en La Teatreria y en 2018 estrena con su elenco original en el Foro APOCO NO del Sistema de Teatros de la Ciudad de México, México. En 2016 estrenó CABALGAR en la sala Zavala Muñiz del Teatro Solís de Montevideo, Uruguay. Chancha Coraje, en 2017, en La Gloria Espacio Teatral. Un pájaro cualquiera, en 2018, en el Teatro del Pueblo. Cosas pesadas caen, en el C. C. Rojas, en coproducción con FIBA en enero 2020.

“Hacía mucho tiempo que me acompañaba Antígona como un proyecto que yo quería hacer. De hecho, comencé a escribir en la adolescencia, gracias a una docente de la secundaria, llamada Olga Buey, que me dio Antígona y Antígona Vélez porque era una amante de la literatura dramática. Me acuerdo que cuando entré a estudiar a los dieciocho en la USAL tenía a Araceli Arreche como docente. Yo estaba escribiendo algo así como Antígona del bosque con algo de Sueño de una noche de verano y Antígona de Sófocles. Nunca prosperó, pero siempre quedó en el tintero, queriendo salir. El tiempo pasó y me volví a encontrar a Araceli en un taller en el Centro Cultural de la Cooperación. Entonces me propuse retomar Antígona en ese espacio. La idea era desarrollarla en cinco días, primero en un espacio de taller de uno a uno y después en otro espacio de a muchos. Trabajé sobre la Antígona de Sófocles y de a poco mi universo empezó a penetrar porque ya había pensado mucho en lo biodramático, en el falso documental, en la autoficcionalidad, ese contrato con la verdad y la mentira del que habla Sergio Blanco.

¿Y es ahí cuando te decís trasladar la obra al contexto de un pueblo?

Sí, quería desplegar un universo propio y el pueblo estaba presente en mí, porque soy de Azul. En algún momento, surgirá la idea de ponernos la peluca y los tacos en el pueblo, una obra que se vuelve performática por sí misma al caminar por el centro. Me pareció interesante ese universo junto con el de Antígona. También pensé en esta cuestión de masculinidad y feminidad con el pelo… El pelo históricamente en la tragedia y en el teatro, pero también el pelo como una condena. ¿Cómo apropiarse de esos pelos? Sobre todo por la mirada ajena que siempre masculiniza o feminiza. La tragedia de Polínices y de Eteocles tiene que ver con el personaje La Más Concha, esta expresión que usamos relacionada con la feminidad, y el personaje La Más peluda, esto que tiene que ver con lo peludo, con el campo. Entonces dije, la tragedia es esa: se va a enterrar a La Más Concha enalteciendo a un sistema que a veces adherimos, y a veces no, y, por otro lado, se va a dejar tirada a La Más Peluda que, supuestamente, era la más brava y la que menos recursos tenía. Esto es lo que más me interesaba de Polinices y Eteocles de Antígona, que en realidad no es Antígona genuinamente sino alguien que se apropia de esa identidad. En relación a Creonte, me puse a reflexionar sobre qué es esa figura, una disputa entre protagonismo y antagonismo que empieza a ser un tanto confusa: ¿De quién es la historia?, ¿quién es la o el protagonista?, ¿quién le hace el aguante a quién?, ¿quién se disputa el poder? El poder de lo que sucede acá entre nosotros y nosotras y entre quienes se disputan el poder a nivel estatal. Cuando la terminé de escribir, todos mis compañeros y compañeras me decían que estaba buenísimo lo que estaba haciendo. Como te dije, la desarrollé en uno de los cinco días del taller y ahí quedó. Yo siento que mis obras más ricas son las que han tenido un proceso similar al del vino: descansaron, han quedado, se han ido nutriendo de otra cosa… La obra quedó descansando desde el 2016. 

¿Cómo te planteaste esta tensión que surge en toda nueva versión como continuidad y ruptura?

Creo que pasa por muchos lugares. Primero porque estamos hablando de la palabra para ser dicha; la dramaturgia es poesía para ser dicha. Entonces también te estás basando en un lenguaje que ya existe, con estructuras que ya existen y en reglas que ya existen. Pero a mí lo que más me interesa es romper con las estructuras que ya existen; en la estética hay una política innegociable. En relación al nacimiento de la obra, tuvo su mini apofenia con las dragas en la sierra y el incendio con el que termina, incluso antes de que los incendios fueran un tema en la agenda mundial, pero para mí ya era algo importante. Eso quedó ahí, concentrado. En el 2020 durante la pandemia produje y escribí mucho, incluso aún sigo desarrollando mucho de lo que hice durante ese tiempo. Pasa la pandemia, fallecen mis padres por COVID, vuelvo a Azul y me quedo viviendo y trabajando allá. Empiezo a trabajar con maricas, disidentes, trans y trabas de Azul. Hicimos la primera marcha del orgullo. Una de las cosas que propusimos a nivel ocupación de la ciudad para la marcha fue draguear a las estatuas. A la estatua de San Martín lo dragueamos y convertimos al caballo en un unicornio. Eso derivó en una serie de intentos de denuncias penales que no prosperaron. Pero ahí se me abrió un mundo…

¿En qué sentido?

Me reencontré con la reflexión de por qué yo era artista o por qué creía que el arte o el trabajo cultural son herramientas de cambio y de disputa del poder. Pensé que eso que generamos tenía que ser una obra. Ahí vi que había un concurso de la Cámara de Diputados en el que había que poner el preámbulo de la Constitución y ponerlo en cuestión. Me puse a leer el preámbulo, a ver las estatuas. Entonces dije: “Ahora lo que tengo que hacer es hablar de nosotras”. Me puse a pensar en qué nos funda como argentinas, en los mitos y en cómo los contamos para generar identidad nacional. Ya tenía a Antígona como hito fundador del Estado y de la democracia; ya tenía el Cruce de los Andes y a ese San Martín dragueado como imagen de la Argentina moderna, como Estado moderno. Y me faltaban nuestras tragedias: la del pelo y la de la vergüenza del pueblo en relación a un sistema en donde este pequeño bolichín, este olimpo bailable, no encuentra esa democracia gigante que plantean los griegos y mucho menos la que plantearon los argentinos. Lo que empieza a entrar en cuestión, entonces, es qué entendemos por Estado y por democracia. Yo quería que la obra dialogara con algo que moleste, que incomode, que interpele a las personas. Sentía que esta línea de puntos venía hablando en singular cuando en realidad deberían hablar en plural, a cuerpos diversos. Me refiero a la noción de Estado, a la noción de género, incluso de feminismo. Son todas pluralidades, pequeños grupos, las democracias son pluralidades. Esta Antígona se empieza a plantear cuestiones en relación a estos que se draguean como los griegos pero que representan a San Martín en la sierra de Tandil con salamines en las pelucas. La imagen de San Martín montado sobre un unicornio dorado era lo que le faltaba a la obra. Creonte aparece primero en altavoz y después a través de San Martín, nunca como él en sí mismo. Uno empieza a reflexionar sobre los mitos con los que nos fundamos para poder repensarlos, obviamente que sí hay cosas increíbles de las cuales podemos enaltecernos, el problema es cuando quedamos encajados en algo. Quiero romper con la idea de identidad en singular para pasar a hablar de identidades, para que todos puedan encontrar la suya. Si nos seguimos encajando en una identidad vamos a hablar de la tolerancia, que es agua estancada, y me parece que tiene que fluir. Además de la idea de repensar la asimilación de las maricas, que es el grupo al que pertenezco.

Hay un trabajo con el humor muy interesante

Sí, por eso empecé a jugar también con los nombres en el coro de dragas, con mucho humor, porque no quiero ser solemne. Sófocles me gusta, pero mi favorito es Eurípides que logra hacer humor en la tragedia, por ejemplo, en las Las bacantes. Yo quería que mi obra tuviera humor. Me gusta mostrar las miserabilidades y me gusta entretener con la autoficción, que esté todo mezclado, la teoría de Sergio Blanco con el cabaret en el pueblo, ese degeneramiento de las cosas. Así nace esta Antígona. Participe en un concurso y gané el primer premio, también salió el libro. Esto fue en el 2021. Con el dinero que entró di plata para la marcha porque fue de donde saqué la última imagen, es una imagen que se construye de a muchas personas. Está bueno que esos hitos sean reconocidos incluso de manera material. Cuando gané el premio, en la devolución, dijeron que les gustó mucho la temática y el manejo del lenguaje, sobre todo en un momento en el que está prohibida la “e” acá, en un momento en el cual está en disputa el tema del lenguaje entre las diversas generaciones. Esta X de Antígonx, esta X impronunciable. El final de la obra me resultó difícil, ¿dónde podría terminar? Creo que justamente lo mejor es que no termina en una locura, sino en lo más mundano como es tomarse un colectivo. No sabía cómo terminar la disputa de ellos dos; entonces dije: “Como en la tragedia, grandes monólogos que dicen lo que va a pasar”. Pensé en una especie de cámara, de toma, que describa todo que está frente del que está dando el monólogo, que es el otro. Y viceversa. En relación a la palabra anagnórisis, me pareció muy divertida la aparición de esta palabra junto a otras como pete, chorizo colorado, etc. En el fin de la tragedia, debían irse en bondi las que sobrevivieron. Desdragueadas, chabones volviendo a sus vidas

Entre muchas reflexiones que permite la obra está la cuestión de la muerte

Esa es nuestra tragedia: se nos mueren. Tenemos un colectivo que sufre muertes muy tempranas, se nos mueren las compañeras y los compañeros, hay expectativa de vida muy baja. La asimilación nos mata mucho también porque hay quienes no logran entrar en los cánones de belleza. Los varones trans también están muy invisibilizados. Las maricas seguimos siendo muy golpeadas. La muerte es todo un tópico alrededor de mí, pero como la vida y la herencia, también. En Antígona es la muerte de toda una familia, de toda una forma de Estado para empezar en otra. Hay que dejar de legislar para lo general, para construir patrones porque va a ser muy difícil salir de esas generalidades, más allá de la estadística. En esa pequeña democracia falta afecto, por eso termina así. Como así termina Antígona

Patricio Ruiz y el Presidente del Consejo Profesional de Teatro de Argentores, Raúl Brambilla, durante la ceremonia de entrega de los Premios Argentores

30 / Dic / 2022