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OBRA EN CONSTRUCCIÓN

De la realidad a la ficción

Entrevista con Martín Méndez, autor de la serie policial “María Marta, el crimen del country”: “El documental te genera una foto desde afuera. La ficción, en cambio, te permite cierta intimidad”

“Los hechos reales como materia prima para la ficción, no son algo nuevo para mí. Tuve la fortuna y algún mérito de formar parte de varios equipos autorales que abordaron adaptaciones basadas en la realidad, pero sin dudas fue mi trabajo en “Historia de un Clan” (Telefe- Underground, 2015) el antecedente por el que me convocaron. Aquella era una serie basada en los secuestros y crímenes que el Clan familiar Puccio perpetró en los años 80 y tuvo una recepción notable en el público y la crítica”, señaló en una oportunidad Martín Méndez, haciendo referencia a “María Marta, el crimen del country” la serie policial de ocho capítulos por la cual lo convocamos en ARGENTORES para entrevistarlo en la sección Obra en construcción. La entrevista se complementa de manera intercalada con reflexiones ya publicadas por el propio autor. Martín Méndez: es guionista del thriller “Medusa” (Viacom – Paramount Plus, estreno 2023), también es guionista y showrunner de la docu serie “Selección Argentina, camino a Qatar” (Amazon Prime) y de la remake mexicana de la serie “Historia de un Clan” titulada “El secreto de la familia Greco” (Telemundo – Underground – Netflix). Es uno de los guionistas de “MARADONA, Sueño Bendito” (Amazon Prime), de “Los Internacionales” (Mediapro – Viacom – Flow), y de “El Presidente” (Amazon Prime). Es autor de “No Grites” (Cont.ar) y entre otros trabajos televisivos se destaca la serie “Historia de un Clan”, “El Regreso de Lucas” y de las series “Nafta Súper”, “Mosca & Smith”, “Televisión por la identidad”, “La Dueña”, “Santos y Pecadores”, “Vidas Robadas”, “Botineras”, “Caín y Abel”, “Graduados”, “Vecinos en Guerra” y “Viudas e Hijos de Rock n´Roll”, entre otras. Estas series han sido emitidas en plataformas VOD y en el prime-time de canales líderes de Argentina, obteniendo numerosos premios, entre ellos, Emmy Internacional, Martín Fierro y Premio Argentores.

Martín Méndez: Hace ya algunos años, tres o cuatro, Tomás Yankelevich y Marcelo Tamburri, que habían adquirido los derechos de la historia, me convocaron para hacer una ficción sobre el caso de María Marta García Belsunce. Yo venía con el antecedente, como te conté, de haber ficcionalizado a partir de casos reales y eso me abrió la puerta para el proyecto. En ese momento pusieron todos los recursos a disposición para que yo pudiera investigar en base a lectura de expedientes y a conversaciones y entrevistas con periodistas. Daniel Amoreo fue un gran colaborador. La idea era poder conocer a fondo el caso para después ver qué camino tomar en la adaptación.


Un evento histórico como punto de partida para construir un relato de ficción puede ser una ventaja, en este caso “la hoja en blanco” pesa menos, no abruma porque las imágenes ya existen, las heredás de los hechos; pero eso también se puede volver una dificultad: algo que ya pasó te acota, te genera límites y te levanta muros a la hora de hilvanar un relato. Y en ese sentido, nadie a mi entender expresó mejor que –de pie por favor- Alan Moore lo que significa adaptar un hecho real. En “From Hell” (Ed. Planeta – DeAgostini), posiblemente una de las mejores novelas gráficas jamás escritas, publicada originalmente en forma de serial de 1989 a 1998 Moore relata la historia del infame Jack el Destripador. El relato está ambientado en una ciudad de Londres sórdida y terrorífica, durante los asesinatos de Whitechapel a finales de la era victoriana especulando sobre la identidad y los motivos del icónico asesino serial. Moore nos presenta su propia obra escribiendo un prólogo donde señala que esa historia que vamos a leer es la autopsia de un hecho histórico, en la que usó la ficción como escalpelo. Luego indaga más en su propia metáfora y afirma que “si se puede diseccionar algo con la suficiente profundidad –con incisiones precisas, persistentes y metódicas- entonces se podrá revelar no solo el funcionamiento interno de ese algo sino, también, el significado que se oculta tras dicho funcionamiento”. Y finalmente concluye: “Pero esto no es historia. Es ficción. Aunque el asunto entraña en sí mismo un notable enigma de carácter histórico, mi propósito es quitarle el énfasis al “¿Quién lo hizo?” para trasladarlo al “¿Qué ocurrió?”. Que Moore hable de un hecho histórico como algo terminado, sin vida, es brillante. Literalmente diseccionar los eventos, acotando las líneas temporales, los recorridos de los personajes que hacen a esa historia para después organizar todo en una estructura narrativa o un esquema actancial es una ilustración precisa de este trabajo en donde uno termina sintiéndose mitad autor y mitad forense. Y por supuesto, siempre hay lugar para imprimir la impronta personal, es cuestión de ingeniárselas. Y vuelvo a citar a Moore, porque “naturalmente conviene recordar que toda historia es, hasta cierto punto, ficción; que la verdad no puede ser enunciada con propiedad una vez que los cuerpos se han enfriado”. Y agarro la posta del concepto; porque “el cadáver habla”, reza un dogma de la Criminalística, y en este caso, el cuerpo de María Marta García Belsunce dejó de “hablar” hace muchos años, aunque en su momento, los que “hablaron” lo suficiente fueron los medios de comunicación.


¿Hubo previamente un gran trabajo de investigación?

Martín Méndez–: Sí, es necesario tener un conocimiento profundo del caso para poder tener luego la libertad de decidir el enfoque que querés darle, para hacer vos tu propio recorte de esa historia. La base de la investigación fue muy sólida y me llevó casi dos años. Durante ese tiempo también se empezó un desarrollo con determinado camino. A mí me interesaba conocer a los protagonistas, tener charlas. Es un caso con mucha gráfica y mucho material visual porque tuvo mucha cobertura mediática. Justamente el caso vino bien para un momento del país en el que era mejor tapar con otras cosas la crisis del 2001. Veníamos de salir de todo ese lío y este caso vino muy bien para taparlo. Los medios de comunicación a veces operan de ese modo. También operaba el morbo que genera la clase alta, un poco el lema fue: “en este país también hay justicia para los ricos”. No importaba si eran inocentes o no, vino bárbaro contar esa historia con el condimento de torpezas y situaciones que rozaban lo bizarro que le dieron tanto alimento al público. Además ellos caían antipáticos, eso generó un ensañamiento y una demonización de los protagonistas que les costó muy caro. Cuando trabajás con un caso policial, hacés la autopsia como un forense, hacés la autopsia del hecho. Diseccionás cada cosita y, como si fuera un bisturí, operás como autor, tomás las decisiones a partir de las variables posibles de la historia que son básicamente dos: el espacio y el tiempo. Esta historia además tiene el extra de que ha pasado hace tiempo, hace poco se cumplieron veinte años. Con dos juicios encima, con condenas. ¿Cómo abordo estos años?, ¿cómo empiezo? Había todo un veredicto de la opinión pública, que después la Justicia absuelve al mayor sospechado, Carlos Carrascosa. ¿Cómo contar toda esa odisea? Aparecen los dos personajes, las bloggeras, que hacen todo un trabajo de investigación muy fuerte. Me parece entonces que el público puede ir de la mano de estas mujeres que entran al caso sin ningún interés en particular, ni siquiera como abogadas ni como parte interesada de nadie. Entonces creí que al público lo podés ir llevando desde este lado, proponiendo una perspectiva distinta a las conocidas. En el medio sale un documental de Netflix que en algún punto nos juega a favor porque instala el caso en una agenda mediática, pero al mismo tiempo creo que la ficción te abre una puerta muy distinta a la del documental porque el documental te genera una foto desde afuera. La ficción, en cambio, te permite cierta intimidad, te permite como espectador y espectadora, estar en determinados lugares.


Mientras me documento, devoro libros y expedientes, navego en Youtube y miro material de archivo, en paralelo, organizo la agenda para charlar con las personas a las que me dan acceso: los hermanos y hermanas de María Marta, sus grandes amigas, abogados y fiscales que han pasado y aún transitan la causa, periodistas allegados al caso y por supuesto al hombre que ha tenido todos los reflectores apuntados desde que todo comenzó: Carlos Carrascosa. Para escribir a un personaje tan complejo como Carrascosa, necesito escarbarlo, radiografiarlo emocionalmente. Tengo la posibilidad, no lo puedo desaprovechar. Quiero entender cómo piensa, cómo habla, quiero saber de su vida antes del crimen de su esposa, quiero saber cuáles eran los sueños que tenía y no pudo cumplir a causa de esto. No quiero hablar del caso, quiero que me hable de él. La producción ya está al tanto y tengo luz verde. Y él me da vía libre, entiendo que su entorno también aprueba el encuentro. Allá vamos. Tengo claro que no lo quiero juzgar, no me interesa, no estoy para eso. Quiero desentrañar la historia y contarla de forma honesta.


¿Cómo se establece el vínculo entre “la verdad” y lo estético?

Martín Méndez: Me parece que uno siempre debe pararse desde una hipótesis que te da la realidad, los hechos, las condenas, lo que se ha probado o no. Como autor, íntimamente, tenés que tener una hipótesis de “la verdad”. Te permite trazar un norte para ir en esa dirección, más allá de ciertos artilugios como la ambigüedad que, entre otras cosas, te permite contar una serie de ocho episodios. A mí me sirve tener una hipótesis de los hechos para poder darle verdad a los personajes. Llega un punto en donde no podés instalarte en grises para poder construir una ficción. Es necesario que el público pueda empatizar con la situación. La investigación permite dar cuenta de cómo fue lo del pituto, por ejemplo, lo del certificado de defunción. Permite que la gente pueda ponerle sentido común a la opinión. Los medios operaron en contra de la familia, creo que también fue una tragedia judicial. En ese sentido la serie es bastante actual. Todas estas decisiones las tomé yo con mi equipo y con la plataforma que me contrató, naturalmente. Pasaron cosas muy interesantes y fuertes, por ejemplo, ir a la casa donde ocurrieron los hechos y entrevistarme con Carrascosa. Por cómo era el baño era muy posible la hipótesis del accidente, yo mismo me golpeé la cabeza. El marido mismo tuvo un episodio en donde su propia madre tuvo un accidente en el baño que luego provoca su muerte. Todo esto permitió construir la historia. Hubo mucho acceso a todo y permitió dar mucha verdad. Aparte de, por supuesto, el trabajo de producción, dirección y del elenco.

¿Inicialmente cómo fue el proceso de escritura?

Hicimos una hoja de ruta para ver desde qué punto de vista íbamos a entrar en la historia, como te contaba, lo hicimos desde estas bloggeras que son un soporte ideal para el público y también permite elaborar esta suerte de camino del mártir que es Carlos Carrascosa y toda esa ambigüedad de no poder elaborar el duelo por la muerte de su esposa porque enseguida lo suben al banquillo de los acusados. Luego con estas variables de tiempo y de espacio empezamos a organizar los ocho episodios, en generar una macroestructura. En los primeros episodios, presentamos el caso, y, en los del medio, desarrollamos para ir a los hechos y generar un proceso de resolución de la hipótesis planteada. Se organizaron escaletas, cuadros de tramas, entre todo el equipo. Las cosas buenas surgen de las reescrituras, del replanteo, eso es lo interesante del trabajo en equipo. Me parece que lo mejor que le puede pasar al autor y autora es que el material sea interpelado constantemente, obviamente también tenés que saber darle un cierre. Me gusta trabajar con equipos que interpelen de manera constante. Esto hace que la historia sea más sólida. Fue un proceso muy largo, interrumpido en pandemia, pero esto permitió dejar descansar al material y luego retomarlo estando más fresco. Ahora hay que ver si no se suma un episodio más, una especie de epílogo que nos da la realidad. Me parece que puede ser un extra interesante, nos da la oportunidad de seguir contando sobre estos personajes que están atrapados en esta historia.

En el año 2002 yo tenía 25 años y hacía rato que intentaba ganarme la vida en este oficio. Recuerdo la cobertura mediática descomunal que tuvo el crimen, los giros en la causa, el morbo de la opinión pública, “el pituto”, la poca empatía que generaban Carrascosa y la familia en general. Recuerdo haber comprado “el relato” que vendía la tinta impresa en las tapas de los diarios más importantes del país. Dicen que el caso tuvo más portadas que el juicio de 1985 a las juntas de la dictadura militar. En una Argentina azotada por una de sus tantas crisis, “Corralito” mediante, los medios operaban para que se hablara de otra cosa, y por supuesto, la gente necesitaba leer o ver que había otros que la pasaban peor que uno, y mejor si eran gente adinerada, concheta y antipática; que se jodan. Esa era más o menos la coyuntura y lo que recordaba cuando esta historia llegó a mí. Los pormenores del caso aspiran a estar plasmados en la serie “María Marta, el crimen del country”, escrita junto a Germán Loza como guionista en colaboración y dirigida por Daniela Goggi.


24 / Feb / 2023