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Inolvidable creador radial y televisivo y titular de Argentores
El 10 de marzo de 2006, y mientras ejercía la presidencia de Argentores, falleció Alberto Migré. Irrepetible autor popular televisivo y radial, porteño de ley, agudo observador de los sentimientos, su llegada a la máxima responsabilidad de nuestra entidad en tiempos convulsionados se constituyó en una muy eficaz prenda de unidad. Aquí lo recordamos. Pasan por este breve informe el testimonio de autores que mucho lo conocieron, una apretada biografía, una recorrida por los iniciales tiempos radiales y luego por sus trabajos en la pantalla chica y sus propias opiniones sobre distintos temas, extraídas de múltiples entrevistas concedidas a lo largo de sus últimos años.
Escribe Miguel Angel Diani, presidente de Argentores
Migré, el único
“Allá por el año 2004 integré por primera vez la Junta Directiva de Argentores.
Aún estábamos atravesando una grave crisis institucional que nos había dejado al borde del abismo.
Mis compañeros eran notables autores. Muchos de ellos admirados por mí. Gente respetable que estaba trabajando para levantar a la entidad. Pero a mi izquierda, casi al otro lado de la mesa, y en la cabecera, había una figura distintiva. Un hombre que había hecho posible que esa Junta existiera.
Nuestro presidente.
Yo no podía dejar de observarlo. Tranquilo. Afable. Pero duro y enérgico cuando era necesario.
Él supo tomar las medidas justas para comenzar a sacar a la entidad de la oscuridad.
Alberto Migré era el único, que en ese momento histórico, podía hacer eso posible. Porque Alberto tenía empatía con todos los socios. Era respetado y querido. Y con una capacidad innata de crear confianza. Sin lugar a dudas él fue el primer responsable del Argentores que hoy tenemos.
Gracias Alberto.”
Miguel Angel Diani
Emocionado recuerdo de Mabel Loisi, titular del Consejo de Radio
Inolvidable
“Querido Migré: una vez dijiste que el amor y la muerte modifican nuestra vida.
Tu amor y tu muerte modificaron la mía.
Sólo mueren los olvidados.”
Mabel Loisi
Inés Mariscal también reivindica su memoria
Maestro y amigo entrañable
“Cuando Alberto Migré pasó por Mar del Plata en aquella bellísima primavera de 2005, impulsó la actividad societaria que Argentores realizaba en la zona atlántica.
Como delegada de la entidad tuve el privilegio de compartir su encuentro con socios y autores al dejar abierta, por aquel entonces, una nueva sede cultural, en la avenida Luro. Su mensaje inaugural priorizó la necesidad de unidad societaria para continuar en la defensa profesional del autor.
Cordial, sencillo, apoyó la ficción en la radio, porque es-dijo-“generadora de imágenes y emociones, brillante como medio para contar historias de vida y mejorar vínculos en todas las épocas.”
Recuerdo que el Consejo Profesional de Radio llevaba adelante en Mar del Plata, por aquel entonces, el concurso “Mar y sierras” para promover a los nuevos autores de radio. Migré acompañó la gestión y recibió aplausos de su público de la costa atlántica.
Participó de la entrega del premio Argentores, “Estrella de Mar” , en el Teatro Auditorio y los asistentes lo ovacionaron.
Maestro y amigo entrañable, llegó hasta el corazón de mi familia y pude escucharle dar el apodo de “solcito” a quien seguramente registraba al haberle conocido, como nuevo personaje. Su percepción era maravillosamente conceptual.
Alberto Migré disponía de un lenguaje en plenitud para contar la vida.
Vuelvo a su recuerdo. Admiro su entrega profesional y maravillosa obra autoral.
Inolvidable Maestro…¡gracias!”
Inés Mariscal
La autora Ivonne Fournery también recuerda al autor y amigo
A diez años de cuando Migré se fue sin irse
“A diez años de la partida de Alberto Migré, su figura sigue creciendo cada vez más.
No deja de llamar la atención, porque Migré fue sin duda un innovador, y a lo largo del tiempo las vanguardias suelen perder su rebeldía y su frescura para dar espacio a los nuevos sublevados. Si bien tenemos el privilegio de contar con escritores extraordinarios que en todos los tiempos nos han conmovido con su talento, no nos sobran los autores que escapan de esa alternancia e iluminan a muchas generaciones devolviéndonos nuestras propias inquietudes bajo la forma de historias.
Así como los juglares medievales aprendían de sus ancestros la magia de emocionar a todos los que se acercaban a escucharlos, más allá de su condición social, Migré contaba con ese privilegio. Y continúa haciéndolo, porque sus obras siguen tan vivas como cuando las escribió. Quizá por aquel hallazgo de Terencio que trasciende todas las épocas: “Soy humano, y nada de lo humano me es ajeno”, todos los personajes que creó están dentro de sí; sus grandezas y sus pequeñeces; sus broncas y sus capacidades de perdonar.
La llegada de Alberto a la presidencia de Argentores tuvo el mismo efecto que sus obras. Por esos laberintos de las asociaciones humanas, es más difícil resucitar a una institución que a miles de Lázaros. Él lo sabía, y a costa de su vida supo sortear precipicios, resolver la contradicción entre poner la otra mejilla y echar a los mercaderes del templo y apostar a la nobleza por sobre las mezquindades.
El puente ya estaba tendido. Sólo nos cabe apostar a que entre todos sepamos transitarlo y expandirlo.”
Ivonne Fournery
La autora radial María Mercedes Di Benedetto también lo recuerda
Nos enseñaste el valor de las palabras
“Adorable maestro Migré: alguna vez dijiste que una de las más hermosas definiciones que habías escuchado era que, desde que se creó la radiofonía el hombre estuvo menos solo.
Hoy siento que desde que fuiste creado, todos hemos estado menos solos.
Escritor angelado, nacido para contarnos el amor en todas sus formas, desplegaste tu propio amor universal para dar cobijo y alas a quienes ibas cruzando en el camino.
Nos enseñaste el valor de las palabras, su color , luminosidad, textura y sobre todo, su poder. Muchos llevamos en el alma el sello de haber sido rozados por tu ala entusiasta, noble y generosa. No hay manera de decirte adiós.
Para siempre buena vida, Alberto.”
Maria Mercedes Di Benedetto
El testimonio de Pedro Patzer
Migré, nuestro Shakespeare cotidiano
“Migré hizo lo que Homero Manzi: “Antes de ser un hombre de letras, prefiero hacer letras para los hombres” Así, el autor de Esos que dicen amarse consiguió lo que muy pocos: ser popular. Migré se metió en los taxis, las casas, los bares, los hospitales, las escuelas, las prisiones, en los burdeles y en los monasterios, pero sobre todo se metió en el deseo del pueblo. La gente deseaba que llegara la hora del radioteatro o del teleteatro de este gran autor.
En México apodaron a Roberto Gómez Bolaños como “Chespirito” una manera de decirle que era un pequeño Shakespeare. Nuestro Migré era un gran Shakespeare, un Shakespeare cotidiano, que le ofrecía al pueblo: Hamlet taxistas, Ladies Macbeth amas de casa, Reyes Lear oficinistas, etc.
Un crítico mexicano, se refirió al cine argentino de los años treinta, diciendo: “los argentinos iban al cine a aprender a ser argentinos” Migré, a través de su obra audiovisual, también nos enseñó a ser más argentinos. A vestir, a hablar, a gesticular, a llorar, a reír, a amar, a resolver el mundo, argentinamente.
Ya en una época colmada en especialistas en “teorías de comunicación” en “formatos”, en “rating” y en “productores autores” y otros bla bla bla…Migré ideó un radioteatro llamado “Permiso para imaginar” Ese fue su último programa, tal vez su último manifiesto.”
Pedro Patzer
Una vida, un oficio, un destino
Biografía esencial
Alberto Migré (Felipe Alberto Milletari Miagro, nacido en Buenos Aires el 12 de septiembre de 1931 y fallecido el 10 de marzo de 2006) fue un autor y productor de televisión argentino, autor de varias de las telenovelas y radioteatros más exitosos del medio. Alberto fue el hijo mimado de una familia de «entrepreneurs» piamonteses, la familia de su padre Don Milletari llegaba a Buenos Aires desde Italia cuando conoció a su esposa la joven de los Miagro, establecida en Córdoba quienes llegaban de Italia desde Brasil. Alberto pasó una infancia agradable, rodeado de libros de historia y filosofía, una pasión de su madre, y la gran influencia emprendedora de su padre le dieron una educación adecuada la cual le fue muy útil al momento de iniciar su vida profesional. Al comienzo de su carrera literaria, por aviso de sus colegas y mentores, decidió cambiar su nombre de nacimiento «Felipe Alberto Milletari Miagro» y adoptar el seudónimo de «Alberto Migré» adoptando su segundo nombre y un derivado piamontés del apellido de su madre «Miagro», lo cual le ha dado muchos éxitos. Comenzó su carrera en radio, donde intervino en numerosos radioteatros; debutó como autor a los 15 años de edad, con una obra en Radio Libertad interpretada por Chela Ruiz y Horacio Delfino. Seguiría activo en este medio hasta su muerte. Cobró enorme popularidad en los años sesenta, con otros consagrados autores del género teleteatral como Abel Santa Cruz , Nené Cascallar y Alma Bressan. Entre los mayores éxitos de su carrera (más de 700 libretos) se destacó Rolando Rivas, taxista (que se emitió entre 1972 y 1973 con Claudio García Satur y Soledad Silveyra en los papeles protagonistas) y Pobre diabla, al siguiente año con Marilina Ross, Arnaldo André y China Zorrilla. Durante sus últimos años Migré fue presidente de Argentores, la asociación que nuclea a los autores en Argentina. En el 2001 fue nombrado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires. Gravemente enfermo del corazón, a los 74 años falleció de un paro cardíaco mientras dormía, en Buenos Aires.
Migré y un afecto que sería permanente
La radio, ese primer gran amor
En setiembre de 2003, así hablaba el autor en un reportaje efectuado por el diario La Nacion. Ante la pregunta “Si hacemos historia, ¿podemos recordar sus inicios?, decía Migre: “Fui un chico que creció en un hogar donde se escuchaba radio todo el día. Hoy pienso, que ésa fue mi academia, sin dejar de señalar lo que aprendí, como integrante de las pandillas «artísticas» de Juancho y Marilyn. Puedo mencionar a los pioneros del género: Juan Carlos Chiappe y a Héctor Bates, pero fundamentalmente a los grandes maestros que marcaron estilos: Abel Santa Cruz, María del Carmen Martínez Paiva, Sergio De Cecco, Alma Bressan, Celia Alcántara, Laura Favio, Rafael García Ibáñez y esa maravilla que fue Nené Cascallar. Y esos radioteatros además, desfilaban por diferentes teatros, porque en esos años existía uno en cada barrio Y allí estaban Julia de Alba, Carmen Valdez, Blanca del Prado, Nelly Hering y Susy Kent, entre otras. Yo me sentía tan identificado con la actuación que no vacilé en presentarme en Radio Libertad, para interpretar un personaje junto a Osvaldo Pacheco, Idelma Carlo y Marta Moreno. Se dieron casi consecutivamente dos situaciones que me permitieron vislumbrar que tenía mayor facilidad como escritor que como intérprete. En esa suerte de casting inicial (yo era un adolescente), en plena década del 50, el director de la emisora dijo que no tenía dinero para convocar autores. Recuerdo que salí casi corriendo y adapté distintos capítulos de «Corazón», el libro de Edmundo D´Amicis. Y de allí en más seguí en esa tarea de adaptador de textos, mientras desarrollaba todo tipo de trabajos en la radio: locutor, sonidista, atendía el teléfono y era el asistente de todos los que solicitaban mi colaboración, además de escribir textos para los ciclos como «La hora francesa, portuguesa, italiana, etc.». Hasta que en una oportunidad no pude contener la risa al escuchar un texto muy malo, que debían interpretar Chela Ruiz y Horacio Delfino. Ella me dijo: «No critiques hasta que no seas capaz de escribir algo mejor». Al día siguiente llegué y le entregué mi trabajo. Con gran sorpresa preguntó: «Jurame que lo escribiste vos. Y si es así, ¿te animas a escribir otros?».
“¿Ese fue el inicio de la gran aventura radial?” fue la siguiente consulta. El creador de Rolando Rivas, apuntó: “Fue algo increíble. Comencé a escribir para Excelsior el «Radioteatro Virtus» (como de medida lo más perfecto al servicio de una dama), que se prolongó durante 12 años y se emitía de 17 a 17.30. Eran sus protagonistas José Canosa y Mabel Paz, siguieron entre otros Alfredo Suárez Serrano, Atilio Marinelli y Graciela Araujo y debía plasmar hasta 4 o 5 historias por día. Fue la primera vez que escuché hablar de rating. Y así llegó el traslado a Radio El Mundo, donde se lucía Hilda Bernard con Fernando Siro o Eduardo Rudy y por la noche Jorge Salcedo, Elcira Olivera Garcés y en otras Elcira con Alfredo Alcón. Y aquí -dice con tono casi emocionado- quiero dedicar una mención especial para el relator que resultó esencial a la hora de hablar del éxito de estos ciclos: la voz maravillosa de Julio César Barton. Al parecer la medición de otros programas en esos horarios oscilaba entre 12 y 14 y el nuestro era de 30 puntos. Y el radioteatro siguió su derrotero por emisoras como Belgrano, Splendid y en Mitre en los años 70.”
Quien realizara el reportaje, Alicia Petti, le preguntó luego cuáles fueron los títulos más resonantes de esos años. Migré dijo: «Las solteronas», «El hombre equivocado», «Esos que dicen amarse» (hasta se representó en el Liceo) «Altanera Evangelina Garré», que en la TV, fue «Adorable profesor Aldao»; y esencialmente «0597, da ocupado», que resultó impactante porque su protagonista era una mujer en presidio. La repetimos en más de una oportunidad y en televisión se convirtió en otro éxito: «Una voz en el teléfono». Pero sin duda -lo señala casi con fervor- el fenómeno es de la radio, que es uno de los medios más completos y más nobles, porque es la palabra que va creando todas las imágenes que la gente puede imaginar. Ayuda al público a recuperar la hermosa costumbre de escuchar y en más de una oportunidad reemplaza al libro que no lee, a la película que no puede ver y a nosotros los autores nos permitió crear un estilo. Estoy convencido que el público fiel de este género cuando escucha determinados textos u observa ciertas imágenes puede señalar, por ejemplo, «esto es de Nené Cascallar» o «esto es Migré». Pareciera que ahora todo vuelve a su cauce. Y lo hago con el mismo entusiasmo: 15 horas para escribir y otras tantas para musicalizar.”
Mucho, mucho más que “Rolando Rivas”
La hora de la tevé
Cuando falleció, se editaron innumerables crónicas que analizaron su vida y obra. En La Nación, en un tramo de una nota, se hizo foco en su relación con la pantalla chica y lo mucho que participó en este medio.
“Era inevitable que a este hombre inquieto, de enorme poder de observación, trato cordial y risa fácil -aunque no tardaba en enojarse contra quienes menospreciaban a la telenovela- le llegara la hora de hacer TV, a la que aportó Esos que dicen amarse, con Fernando Siro e Hilda Bernard, en 1959, como primer título digno de consideración. En el libro «Estamos en el aire», Migré dijo que aprendió televisión a partir de los consejos del recordado director Martín Clutet: «Escribía, corregía, iba a los ensayos y grabaciones, observaba los movimientos de cámara, trataba de captar los secretos del videotape. Miraba, miraba y así aprendía».
Con el tiempo y todos los cambios y avatares experimentados por la telenovela, Migré queda en la memoria como cultor de un estilo clásico y generoso en la afirmación de los sentimientos amorosos puestos al servicio de las reglas imperecederas del género: pasiones, suspenso, traiciones, engaños, los buenos y los malos, el romance más allá de las diferencias de edades o de clases sociales. Pero además de llevar a la pantalla referencias radiofónicas (como el aporte del histórico relator Julio César Barton en varias ocasiones), un repaso a algunos de sus grandes obras muestra a Migré como un creador tan sensible al gusto popular como capaz de encarar giros sorprendentes.
En tiempos de su definitiva afirmación como autor televisivo (con el éxito de Su comedia favorita», con Guillermo Bredeston y Nora Cárpena, en 1964), ensayó para En casa de los Videla un escarceo entre un hijo legítimo y una hija adoptiva del matrimonio central. Y en Rolando Rivas, taxista (1972), verdadera bisagra de la historia de la telenovela que paralizaba al país cada martes por la noche, se anticipó al costumbrismo hoy en boga con una auténtica historia de sabor barrial porteño y acercó la realidad al melodrama (un hermano del protagonista, guerrillero, muere en un enfrentamiento con la policía).
Desde allí, gracias a su olfato para elegir parejas protagónicas, a la fidelidad a un grupo de actores y actrices secundarios de raza (China Zorrilla por sobre todo, pero también Susy Kent, Antuco Telesca, Dora Ferreiro, Paquita Más, Mabel Pesén y María Elena Sagrera, entre muchísimos otros) y a la pintura de villanas antológicas (como la Matilde de Leonor Benedetto en Rolando Rivas) fue amo y señor del rating en las décadas de 1970 y 1980.
En Dos a quererse, con García Satur y Thelma Biral, sumó los poemas de Julia Prilutzky Farny casi como un personaje más; en Piel naranja, con Arnaldo André y Marilina Ross, abandonó el final feliz con un desenlace trágico que pocos olvidan; en Pobre diabla, con André y Soledad Silveyra, aportó toques de comedia brillante.
Vivió más tarde otros éxitos (Sin marido, que identificó como el mejor trabajo de toda su vida, La cuñada, Pablo en nuestra piel y Una voz en el teléfono) y algunos fracasos como Fabián 2, Mariana 0, con André y María Leal, que en 1980 fue señal de un cambio de época. El teleteatro clásico semanal (formato en el que Migré se sentía más cómodo) perdió su lugar en el horario central y se afirmó como tira vespertina, lo que conspiraba contra un método de trabajo indelegable: Migré prefería trabajar solo y nunca simpatizó con la idea del equipo autoral, hoy afirmada.”
Definiciones extraídas de distintos reportajes
Migré, por Migré
Adaptar radioteatros a la tevé, sus dificultades:
“Sí, es difícil, porque son dos medios completamente diferentes. La televisión es otra cosa. En radio había prioridad de la palabra, no importaban tanto las acciones. Si bien es cierto que había acción en un radioteatro. Y después estaba la magia del relator que era donde uno se floreaba. Floreaba el verbo, el adjetivo, el sustantivo, todo.”
El valor de los relatores:
“Para mí los relatores tenían belleza literaria. Es decir, al contar un lugar, uno hablaba de la luz del verde, del cielo, de los edificios. Más que ubicar. Y a veces, podían definir un estado anímico.”
Las dos cosas más importantes:
“Sólo el amor y la muerte modifican nuestra existencia.”
La misma historia, siempre:
“Yo no he escrito más que historias de amor. Creo las mismas historias de amor con distintos protagonistas.
A partir de una idea, cómo arma un argumento:
“Hago una página y media, como mucho. y sobre eso recreo todo el tiempo; no puedo hacer una síntesis de diez páginas porque las traicionaría. No armo una línea argumental de hierro. Tampoco puedo trabajar en base a escaletas. Lo podría escribir, pero después lo cambio.”
Condicionamientos actorales:
“Los que hicimos televisión sabemos que a veces determinado actor podía grabar hasta las cuatro de la tarde, después se tenía que ir a ensayar al teatro, o tenía una filmación. Siempre vivimos muy condicionados los autores de televisión.”
¿ Qué es, en definitiva, un teleteatro?:
“Es un género. Yo diría simplemente que el teleteatro es una historia de amor bien contada.”
La telenovela y sus “leyes”:
“El “espectro” cambió. Hay una gama de matices mucho más grande comparada con aquella época donde la protagonista tenía que ser la chica inmaculada del primero al último capítulo. Cambió la sociedad, cambiaron las reglas del juego. Pero sí creo que en las telenovelas los personajes deben tener una relación de principio a fin. No creo que el éxito pueda estar determinado por actores que entran en determinados capítulos y con los que se prueba un golpe. Por ejemplo, cuando entra una persona que tiene SIDA para ver si levanta el rating. No levantó el rating, bueno, entonces se saca y viene una madre que no sabe que su hija está viviendo aquí, que la abandonó cuando era chica y se prueba con eso. Si no da resultado porque ya se usó, se prueba con otra cosa. Son cincuenta personajes, sesenta, setenta y no conducen a nada.”
Algunos actores para algunos personajes:
“No hay nada más redituable como el que haya una muy buena relación entre el actor y el autor, porque entonces usted sabe con qué elementos está trabajando ese actor. Yo tenía una excelente relación con Raúl Rossi, conocía todos sus «resortes». Sabía dónde podía gritar, dónde se podía enojar, dónde se podía arrepentir. Me pasó con Marilina y también con Arnaldo André. Pero especialmente con Rossi. Teníamos los mismos códigos. Igual que con María del Carmen Valenzuela. Solamente nos mirábamos para resolver una situación, sin que estuviera escrita. Es que yo tenía un elenco fijo, donde estaba Susy Kent, Mario de Rojas, Antuco Telesca, Elsa Cruceiro, Paquita Más, Ana Ferreiro. Eramos una banda.”
Recuerdos de Rolando Rivas:
“El 70% de la novela pasaba en la calle. Fue una revolución. Además no había cámaras para realizar tomas exteriores de televisión. Se filmaba con cámaras de cine . Muy al final de Rolando Rivas se hicieron exteriores con las primeras cámaras de televisión que fueron llegando, que eran muy pesadas y costaban mucho. Incluso todo lo del taxi era «Proyecting». No era la calle como pensaba la gente. Tenía un chroma key. Como en esa época todavía no había televisión en color, pasaba inadvertido. Cuando empezó a pesnar el programa el teleteatro estaba pasando un momento trágico. Como el radioteatro. Entonces yo fui al Canal 13 y comenté que tenía esta idea. Me dejaban hacer Rolando Rivas si yo hacía una tira. La tira duró cuatro meses y la telenovela duró cerca de dos años. Era un programa semanal, los martes y duraba dos horas al aire. Hubo una cosa muy especial y es que el teleteatro como el radioteatro se había convertido en un híbrido, porque se hablaba un poco de «tú» para poder exportar y todas las situaciones ocurrían en lugares que no eran nuestros. No ocurría en el café de la esquina ni en la calle de acá la vuelta. Y con Rolando uno vuelve al barrio, vuelve a lo que hizo Suar con ¨Gasoleros¨ veinticinco años después. Entonces la gente se sentía tan reflejada…. Fue algo maravilloso.”
El autor y sus conflictos:
“El autor está muy maltratado en la actualidad. Y no sólo en la televisión. En todas partes. El mundo corre en estos días a una velocidad vertiginosa y no todo lo que trae es bueno. Algunos de los hábitos que se han incorporado últimamente son muy perversos. Entre esos hábitos está el de alguna gente que se hace la distraída e ignora el derecho de autor. Por eso, el solo hecho de que Argentores muestre presencia y preocupación por ese desconocimiento crea otra situación. El derecho de autor no es un impuesto. Es, si se quiere decir de una manera directa y simple, el salario de los creadores. Y una de las funciones que le da razón de ser a esta entidad es precisamente evitar que ese derecho sea pisoteado. El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. Pero a mí me parece además que, detrás de ese supuesto desconocimiento, hay una actitud aviesa, una mala picardía. Si un empresario me dice a mí: “¿Cómo, hay que pagar derecho de autor?”, yo le diría que se está haciendo el tonto y que pretende además tomarnos por tontos a nosotros. Argentores hacía mucho tiempo que no tenía un verdadero diálogo con el afuera. Nos reuníamos acá, pero no discutíamos con ATA, con ARPA, con los exhibidores de cine, con los representantes de los teatros. Esto es verdad, no reclamábamos nada, estábamos aquí quietitos. Hoy es todo lo contrario: hay una junta de lujo y muy trabajadora, que pugna para que esta situación se revierta.”
Vida y obra de un autor
Imágenes
Los años iniciales
La radio, un afecto inalterable
García Satur y Silveyra dieron vida a su -acaso- mayor éxito: Rolando Rivas, taxista.
Postal de un autor: la máquina de escribir, el cigarrillo, el trabajo solitario…
Producción periodística: Leonardo Coire.
9 / Mar / 2016