A partir del próximo miércoles 28 de julio, en el canal de YouTube de SADA se podrán ver las obra «Ana y las langostas», de Alicia Dolinsky, y «El pino de papá», de Julio Mauricio.
Este 28 de julio se cumplen cuarenta años del lanzamiento de Teatro Abierto. Ese movimiento de resistencia cultural que rompió el silencio impuesto por la dictadura más sangrienta que conoció nuestro país, y que se transformó en un ícono nacional e internacional.
Desde el 28 de julio, por el canal de You tube de SADA (Sindicato Argentino de Autoras y Autores) se podrán ver las lecturas dramatizadas de Ana y las langostas de Alicia Dolinsky, dirigida por Ana Alvarado, con las actuaciones de Sofía Nemirovsky, Leonardo Muría, Estela Garelli, Mónica Driollet, Jesús Catalino y Guillermo Aragonés; y El pino de papá de Julio Mauricio, dirigida por Enrique Dacal, con las actuaciones de Amancay Espíndola, Anahí Martella y Virginia Lombardo.
Así SADA homenajea aquella gesta iniciada en 1981, que continuaría en 1982 y en 1983, con la participación de más de quinientos artistas, y que se prolongaría hasta el advenimiento de la democracia.
Aída Bortnik, Carlos Gorostiza, Griselda Gambaro y Roberto «Tito» Cossa, autoras y autores de Teatro Abierto
Organizado por Argentores, el Sindicato Argentino de Autoras y Autores (SADA) y el Instituto Nacional del Teatro, se lanzó el 23º Concurso Nacional de Obras de Teatro – Obras Breves “Teatro Abierto a nuevas miradas”, destinado a autoras/es teatrales, que apunta a potenciar la capacidad social del teatro, cualidad que se encarnó en Teatro Abierto.
La convocatoria fue anunciada en el marco de la conmemoración del 40º aniversario de Teatro Abierto. De acuerdo a las bases, se seleccionarán cuatro obras dramatúrgicas por cada región del país, y la inscripción estará abierta desde el 23 de julio hasta el 23 de septiembre. Las 24 obras seleccionadas serán publicadas en formato papel y digital por la Editorial INTeatro y se otorgarán seis premios de 120 mil pesos, uno por cada región, a las obras seleccionadas de acuerdo al orden de mérito nacional.
El lanzamiento se realizó durante el acto homenaje al Teatro Abierto que se realizó en el Teatro del Pueblo, con la presencia de Tristán Bauer, ministro de Cultura de la Nación; Maximiliano Uceda, secretario de Gestión Cultural; Sebastián Berardi, director de Organismos Descentralizados; Gustavo Uano, director ejecutivo del INT; Ariel Molina, secretario general del INT; el presidente de Argentores, Miguel Ángel Diani, y el Presidente del Consejo Profesional de Teatro de Argentores, Roberto Perinelli; Marina García Barros, representante del Quehacer Teatral Nacional; María Marta García Scarano, directora de Canal Encuentro; ; Tato Tabernise y Néstor Sabatini, por el Sindicato Argentino de Autores (SADA); y Roberto Tito Cossa, integrante del Teatro del Pueblo y protagonista del ciclo Teatro Abierto, entre otros referentes.
El anuncio se realizó en Santa Rosa, con la presencia del Delegado Cultural de Argentores en La Pampa, Omar Lopardo (derecha)
En la Sede de Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Santa Rosa, Provincia de La Pampa, el jurado integrado por Dora Battiston y Alejandro Arias anunció los ganadores del Certamen V Fiesta del Cigomático Mayor, organizado por la Fundación Solarys, la Secretaría de
Cultura y Educación de la Municipalidad de Santa Rosa, ARGENTORES, el Instituto
Nacional del Teatro y la Cooperativa Popular de Electricidad.
La V Fiesta del Cigomático
Mayor contó en esta edición con una participación récord de 72 obras enviadas
desde todos los rincones del país. Sus evaluadores destacaron la altísima calidad de escritura en las obras presentadas.
Este concurso de obras de
teatro de humor, que lleva cinco ediciones, entrega a los tres primeros
premios, una recompensa en metálico ($30.000, $20.000 y $10.000), además de las
3 menciones de honor. La totalidad de las obras serán publicadas en un libro
que editará la Editorial Voces de la
Cooperativa Popular de Electricidad. También serán puestas en escena por
elencos pampeanos, antes que finalice el año, siempre y cuando las condiciones
de la pandemia lo permitan.
Los ganadores son:
1º
Premio: Una noche
con Sandro. Seudónimo ‘Erdosain’. De
Pedro Nicolás Gundensen, Adolfo Gonzáles Chaves, Prov. de Bs. As.
2º
Premio: El santo de
las bochas. Seudónimo ‘Camalote sensei’. De Gabriel Cosoy, Paraná, Entre
Ríos.
3º
Premio:Caravana. Seudónimo ‘Fundar’. De Sandra
Ester Franzen, San Jerónimo Norte, Santa Fe.
1ra. Mención: El estornudo milagroso. Seudónimo ‘Caetana’. De Paula Echalecu, Las Flores, Prov. De Bs. As.
2da.
Mención: Cuestionario
Proust. Seudónimo ‘Papageno’. De Víctor Hugo Cortés, Tucumán.
3ra.
Mención:Berisso.
Seudónimo ‘María Braun’. De Julia Di Ciocco, Ciudad Autónoma de Bs. As.
A pesar de las dificultades que atraviesa el sector autoral en el marco de emergencia sanitaria –entre las que se incluye la suspensión de la actividad en gran parte de las áreas de trabajo–, Argentores ha decidido continuar apoyando y promoviendo la labor de las autoras y autores de nuestro país y, en este sentido, anunciar una nueva edición de los Premios Argentores con la que distinguirá a la producción autoral anual de las obras estrenadas en 2020 y declaradas en nuestra entidad entre el 1° de enero y el 31 de diciembre del año 2020.
Este año los géneros y rubros que se premiarán son:
Teatro
Rubro Texto teatral para adultos.
Rubro Texto teatral para público infantil.
Rubro Texto para teatro musical.
Rubro Coreografía original para obra estrenada.
Rubro Música original para obra estrenada.
Televisión
Rubro Guion de programa unitario.
Rubro Guion de telenovela episódica
Rubro Sketch
Rubro Documental o micro documental
Cine
Rubro Guion original de largometraje
Rubro Guion adaptado de largometraje
Rubro Guion de Documental
Radio
Rubro Guion para radio ficción unitaria y/o adaptación
Rubro Guion para radio ficción en capítulos
Rubro periodismo de autor (editorial/ programa de autor)
Rubro Guion para microprogramas
Rubro guion para sketch
Rubro Documental
Rubro Artística
Rubro contenidos de radio on demand (Podcast)
Es importante recordar que los Premios Argentores a la producción autoral otorgan a los socios dos actos en su cómputo de producción autoral.
Los premios de Radio, Cine y Televisión son determinados sobre los datos de la producción estrenada, mientras que para los premios de Teatro se convoca a los autores a remitir sus obras estrenadas y declaradas en la entidad.
Convocatoria a los autores de textos, coreógrafos y músicos de teatro
El Consejo Profesional de Teatro invita a los autores de teatro a que participen del Premio Argentores a la Producción 2020 con sus obras declaradas y estrenadas en el año 2020. Para ello deberán:
1) Enviar el texto vía mail a premioargentores2020@argentores.org.ar, aclarando el rubro: Texto teatral para adultos, Texto teatral para público infantil o Texto para teatro musical.
2) En el caso de Coreografía original para obra estrenada se debe enviar la obra completa por YouTube, con contraseña privada o Google Drive.
3) Para Música original para obra estrenada, se debe enviar la música por archivo mp3 o la partitura por PDF.
4) Agregar en el mismo cuerpo del envío los datos personales: nombres, dirección, documento de identidad, teléfono de contacto. Aclaración: para todos los casos y rubros, la autoría puede ser compartida.
5) Se puede participar con más de un trabajo.
El material se recibirá en la dirección de correo electrónico mencionada desde 2 de agosto hasta el 30 de septiembre de 2021. Se aclara que sólo entre estas fechas estará en servicio esa dirección de correo destinada a recibir los trabajos.
Profundo dolor causó la muerte del actor, productor y autor Carlos Bacchi, quien también era socio de nuestra entidad. Desde Argentores lamentamos su fallecimiento y enviamos nuestras condolencias a sus familiares, amigos y colegas.
Bacchi, figura muy reconocida en el ambiente artístico y valorado por su constante apuesta al teatro nacional, era dueño de la productora ID Producciones Teatrales S.A y pertenecía también a la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales.
Entre los títulos que produjo a lo largo de su carrera en el medio se encuentran: Segunda vuelta (Director general), Aeroplanos (Productor), Adictas a vos (Productor ejecutivo, Productor general), Buenas noches Buenos Aires (Productor general), Panam y sus princesas (Productor), La jaula de las locas (Actor) y La mesa de los galanes (Actor, Productor), entre otras.
Homenajes y reflexiones para conmemorar a uno de los movimientos de resistencia cultural más significativos del siglo XX
Osvaldo Dragún en el cierre del ciclo 1981 de Teatro Abierto (foto: Julie Weisz)
“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”, escribió Bertolt Brecht. Y es el propósito de esta nota rendir un homenaje, o más que un homenaje manifestar un profundo agradecimiento, a quienes hace cuarenta años, exactamente un 28 de julio de 1981, llevaron a cabo un acto de resistencia y lucha, “dispuestos a reafirmar la existencia de la dramaturgia argentina” frente a la censura promovida por la última dictadura cívico-militar, creando un movimiento sin parangón no sólo en nuestro país sino a lo largo de toda Latinomérica: Teatro Abierto.
“Nuestras obras no estaban en los teatros oficiales, no éramos convocados por la televisión ni por el cine.”, afirma el dramaturgo Roberto “Tito” Cossa [1], uno de los fundadores de Teatro Abierto y actual Presidente de la Fundación Carlos Somigliana. “Nos eliminaron de los programas oficiales de las escuelas de teatro. Uno de los detonantes de Teatro Abierto fue que una funcionaria eliminó la cátedra de Teatro Argentino Contemporáneo. También un funcionario dijo: ´No, yo no hago teatro de argentinos porque no existen’”. Se llamaba Kive Staif, el funcionario en cuestión, y era por entonces director del Teatro San Martín.
La historia detrás de los dichos de Kive Staif es señalada de manera magistral por Roberto Perinelli [2], en un escrito donde también reflexiona sobre otros asuntos de suma importancia. El actual Presidente del Consejo de Teatro de Argentores hace hincapié en que ninguno de los autores que jerarquizaron Teatro Abierto (con excepción de Eugenio Griffero) tuvieron cabida en los escenarios del San Martín durante la dictadura militar iniciada en el 76, y que la desdichada respuesta de Staif era la única posible para justificar la aberración, ya que la condición de “autores prohibidos” no podía ser pronunciada por el funcionario. Por otra parte, sostiene Roberto Perinelli, para entender el nacimiento de Teatro Abierto habría que reconocer otros antecedentes, tal vez de mayor peso, tal como el cuadro de situación de la escena porteña que, entre 1979 y 1980, había logrado éxitos que la ponían en condiciones de aspirar a metas ambiciosas. Los estrenos casi simultáneos de Marathon, Siete locos, Boda blanca y El viejo criado, precedidos de una alta respuesta del público y de beneplácito de la crítica, se constituyeron en una suerte de demostración de fuerzas del teatro independiente local.
Roberto «Tito» Cossa, uno de los fundadores de Teatro Abierto, junto a la placa que recuerda el movimiento en la confitería de Argentores
También habría que hacer otros agregados a este despertar del teatro porteño. Entre ellos la iniciativa del Teatro Payró de ofrecer funciones de teatro al mediodía, en apariencia solo un inédito proyecto empresario independiente, inocuo políticamente, pero que sin embargo alteró a las autoridades castrenses, que prohibieron una de las obras del ciclo, Telarañas, de Eduardo Pavlovsky, por ejemplo.
Pavlovsky fue inmediatamente amenazado y debió exiliarse para proteger su vida. Cuando Chacho Dragún, a quien todos le asignan el rol de mentor de Teatro Abierto, amplió la iniciativa frustrada por los recelos de la gente del IFT, involucrando a un mayor número de autores, se encontró con un medio teatral envalentonado. Y que Argentores, la casa de los autores, haya sido la sede donde se efectuaron los largos preparativos iniciales, da mayor veracidad a esta afirmación.
“Del resto fui testigo”, concluye Roberto Perinelli: “Asistí la tarde, luminosa en el balcón terraza de Argentores, en que Tito Cossa leyó la fantástica Gris de ausencia y la tarde (las funciones comenzaban a las 18,30 hs.) en que abrimos por primera vez las puertas del Teatro del Picadero, luego incendiado por la horda, para inaugurar el ciclo con una ‘función para amigos’, donde caímos en la cuenta de que Teatro Abierto había despertado expectativas aún mayores que las del más optimista de nosotros”.
En noviembre de 1980, durante una reunión en la confitería de Argentores –que contó, entre otros, con la presencia de Carlos Gorostiza, Elio Gallípoli, Roberto “Tito” Cossa, Oscar Viale, Jorge García Alonso, Ricardo Monti, Carlos Somigliana, Roberto Perinelli y Máximo Soto– se comienza a materializar la idea de realizar veintiún obras de autoras y autores, es decir tres obras por día en el curso de una semana. “Pensamos que éramos nosotros mismos, las víctimas de estos problemas, los que debíamos producir un ámbito donde reencontrarnos a través de lo mejor de nosotros mismos” señaló Osvaldo Dragún [3]. “Y demostrar la existencia y la vitalidad de un teatro argentino muchas veces negado”.
Por su parte, Carlos Gorostiza [4], afirmó: “Vivíamos en un país cerrado y teníamos necesidad de encontrarnos, mirarnos, conversar. Empezamos a reunirnos semanalmente porque nos empezamos a dar cuenta de que nos estaban separando y la única manera de sobrevivir era estar juntos. Acá aparece una idea de Dragún y fuimos entendiendo que era posible”.
El apoyo del público fue notable (foto: Julie Weisz)
En un primer momento sólo se contaba con cinco directores para el ciclo, señala la periodista Hilda Cabrera [5]. Y que al divulgarse el proyecto se postularon treinta y seis. Y agrega: “Después aparecieron músicos, escenógrafos y técnicos. En cuanto al dinero, hubo aportes varios, además del que provino de la venta de abonos. El libretista Abel Santa Cruz, entonces en la comisión de Argentores, entregó un cheque. El anuncio a la prensa lo hizo Dragún junto a otros pioneros, el 12 de mayo de 1981. En julio comenzó la venta de abonos y el 28 de ese mes tuvo lugar el acto inaugural con la lectura de un texto de Somigliana. El encargado de dar a conocer el manifiesto fue el actor Jorge Rivera López, entonces presidente de la Asociación Argentina de Actores. Se iniciaba así una etapa de reafirmación de la existencia del teatro argentino, del derecho a opinar sin ataduras y del propósito de mantenerse unidos a pesar de la diversidad de opiniones y caracteres. Se decidió que las funciones comenzarían a las 18 para dar oportunidad a que los protagonistas del proyecto, que trabajaban gratuitamente, pudieran cumplir con sus otras tareas. El escenario era el Teatro del Picadero, donde se vieron Decir sí, de Gambaro; El que me toca es un chancho, de Alberto Drago; y El nuevo mundo, de Somigliana”.
El día 28 de julio, en el marco de los ensayos generales, comienza el ciclo de representaciones y tan sólo una semana después se produce un incendio intencional (no es casual que el fuego se haya producido desde el escenario) nunca esclarecido por parte del gobierno de facto aunque sí endilgado como accidental, sospechosamente. En relación a dicho incidente, señala Hilda Cabrera: “El hecho le dio un cariz más político a lo que hasta entonces era ante todo un acto de resistencia ético-cultural. Se imponía rearmarse. Frente al Picadero destruido se reunieron técnicos y artistas: Dragún, Cossa, Somigliana, Gorostiza, el actor Alberto Segado, los directores Antonio Mónaco, Omar Grasso y muchos más. Hubo asamblea en el salón de Argentores y una conferencia de prensa en el Teatro Lasalle. El ciclo debía continuar. Hubo adhesiones, entre otras del escritor Ernesto Sábato; Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz; y Jorge Luis Borges, a través de un telegrama. Entre los ofertados se optó por el Tabarís, destinado por la noche al género revisteril. La etapa en la sala de la avenida Corrientes se inició el 18 de agosto y concluyó el 21 de septiembre. Las veinte obras ofrecidas fueron expresión de libertad, aun cuando no se refirieran de modo directo a la realidad política”.
Hay una cuestión que no debe ser soslayada y nos permite darle una dimensión aún mayor a las y los imprescindibles que conformaron el movimiento del Teatro Abierto. Un punto de encuentro entre lo ideológico y lo estético como una fuerza vital que trasciende su contexto para convertirse en ejemplo de futuras generaciones. O, para decirlo en los propios términos de Perinelli: “Cuando algunos de sus organizadores se encontraron con la pregunta acerca de qué significó Teatro Abierto, tomaron por la cómoda tangente de calificarlo de fenómeno político. Teatro Abierto fue, por encima de cualquier otra circunstancia, un movimiento político. Pero también es verdad que sus organizadores pusieron en juego valores estéticos, porque se trataba de atacar al régimen mediante el teatro, y el teatro es un arte”.
[1], [3] y [4]. Extracto del documental País cerrado (1990), Teatro Abierto, dirigido por Arturo Balassa. [2] “Teatro abierto. Condiciones de gestación”. [5] TEATRO ABIERTO, UN MOVIMIENTO QUE DESAFIO A LA MORDAZA DE LA DICTADURA“ Para mirarnos a la cara sin vergüenza” [6] «Teatro abierto, ¿una incógnita?»
Hasta el 16 de agosto, los autores y autoras de todo el país podrán inscribir sus proyectos inéditos en las categorías serie de ficción y serie documental
La Secretarías de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina (SEDRONAR), y de Medios y Comunicación Pública de la Nación prorrogaron la fecha de inscripción para el «Primer Concurso para Guionistas Profesionales», organizado junto a Argentores, a través del cual se busca incentivar la creación de contenidos originales sobre la temática de los consumos problemáticos, desde una perspectiva de derechos humanos y del cuidado de las personas.
Hasta el 16 de agosto de 2021, los autores y las autoras de todo el país podrán inscribir sus proyectos en las categorías serie de ficción y serie documental. Estos guiones deben ser inéditos, de cuatro capítulos de una hora de duración para ficción y de ocho capítulos de media hora para documental.
Para participar en este concurso se deben cumplir dos requisitos: ser socio o socia de Argentores y realizar una capacitación dictada por SEDRONAR sobre abordaje y tratamiento de consumos problemáticos en los medios de comunicación.
En julio del año pasado, la SEDRONAR y la Secretaría de Medios y Comunicación Pública lanzaron una guía de buenas prácticas para el tratamiento de contenidos sobre consumos problemáticos en los medios. El documento se puede descargar de la web de SEDRONAR, en el siguiente link: Protocolo para Medios
Para quienes deseen participar del Concurso para Guionistas profesionales, ingresar al link: Guionistas Profesionales
A diez años de la muerte del destacado dramaturgo Hugo Saccoccia, ocurrida el 24 de julio de 2011, deseamos recordar la obra y la personalidad de un gran autor y hombre de teatro de nuestro país.
Cordobés de nacimiento, Hugo Saccoccia se radicó en Zapala, provincia de Neuquén, donde llegó a ser considerado un ícono de la actividad teatral y donde fue designado delegado de Argentores.
Fue autor de Las
González, exitosa comedia que rinde homenaje a la mujer y afirma el derecho
a vivir libres de mandatos y prejuicios.
Saccoccia fue además el gran motor de la biblioteca y el
grupo teatral “Hueney”. Desde su gestión se instauró el Festival Nacional de
Teatro de Humor, evento que reunía a las piezas ganadoras del certamen nacional
donde participaban cientos de escritores.
Por otra parte, Saccoccia tuvo una extensa y destacada
trayectoria como fiscal de Instrucción y juez Correccional en Neuquén.
La destacada productora audiovisual cordobesa Paola Suárez falleció a los 41 años, luego de un desvanecimiento repentino. Desde Argentores lamentamos profundamente su partida y enviamos nuestras condolencias a sus familiares, amigos y colegas.
Paola Suárez era licenciada en Comunicación Social (UNC) y tenía un máster en Dirección de la Empresa Audiovisual (Universidad Carlos III, Madrid).
Entre 2005 y 2012, realizó documentales y ficciones a través de dos productoras que ella misma creó: Oruga Realizaciones y Oruga Films.
Actualmente se encontraba al frente de Jaque Content, productora que creó luego de años de recorrido por mercados internacionales y de promoción de contenidos locales.
Con esta productora realizó en 2017 La chica que limpia, ficción que se transformó en un éxito de ventas internacionales. Esta producción (la serie más vista de la plataforma Cine.ar del Incaa durante 2017) fue versionada en México por Turner Latin America y BTF Media para Space, y adquirida por la productora Fasten Films de Barcelona para su adaptación en España. También tendrá su versión en inglés realizada por Warner para Estados Unidos.
Paola Suárez también fue fundadora de la Asociación de Productores Audiovisuales de Córdoba (Apac) e impulsora de la Cámara de Productoras Audiovisuales de Córdoba (Capac)
Otras ficciones producidas por Suárez fueron El otro verano (2018), RRPP (2018) y Atlántida (2014), y en el documental En el nombre del pueblo (2018 y 2019, temporada 1 y 2, respectivamente).
José Ignacio «Chascas» Valenzuela, autor de la exitosa serie ¿Quién mató a Sara?, producida por Netflix, habló en exclusiva para la web de Argentores sobre la forma en que creó esta serie, la nueva realidad de los autores en las grandes producciones de plataformas internacionales y la figura del «showrunner»
Durante la entrevista exclusiva con los integrandes del Consejo Profesional de Televisión de Argentores, José Ignacio Valenzuela se refirió a la nueva figura de «showrunner» en la producción de las principales plataformas audiovisuales, como Netflix.
José Ignacio
“Chascas” Valenzuela es el creador de ¿Quién
mató a Sara?, una de las más exitosas producciones de Netflix que se
estrenó pocos meses atrás. Nació en Chile pero desarrolló su carrera en
diversos países del continente americano. Inició su carrera muy joven en su
Santiago de Chile natal y luego vivió 8 años en Puerto Rico, 2 años en Nueva
York y casi 10 años en México. En la actualidad reside en la ciudad de Miami,
desde donde conversó a través de la plataforma Zoom con los integrantes del
Consejo Profesional de Televisión de Argentores Jorge Maestro (Presidente) y
Ricardo Rodríguez (Secretario) para la sección “Obra en Construcción” de
nuestra web.
Valenzuela es un
autor prolífico que ha trabajado en televisión (telenovelas y series), cine,
teatro y más de cuarenta libros de narrativa (novelas y cuentos).
Sin dudas, ¿Quién mató a Sara? significa el punto más alto de popularidad debido a la repercusión mundial de la serie y la diversidad de regiones en las que impacto. Realizada en México y rodada originalmente en español, la serie conquistó mercados como el norteamericano, el europeo y el asiático.
¿Cómo fue tu metodología de trabajo a la hora de
escribir una serie?
Yo vengo
trabajando como guionista profesional desde que tengo 19 años. Fue en Chile,
donde, por azares del destino, literalmente, terminé frente a la secretaria del
área dramática del Departamento de Ficción del Canal 13 de la Universidad
Católica de Chile. Le dejé mi currículum que no era nada: “Estudiante de literatura. Primer año”, para ver si podía ser el
ayudante de algún ayudante de algún ayudante, porque necesitaba trabajar para
pagarme la carrera. Y me enteré ahí, frente a ella, que estaban buscando
guiones de telenovelas. Entonces dejé escrita a mano una idea de telenovela y a
los tres días me llamaron porque les había gustado, y a la semana estaba
escribiendo una telenovela para Canal 13.
Así empezó mi
carrera. Entonces, desde muy temprano, no me quedó más remedio que forjarme una
rutina de trabajo porque decidí que la inspiración no iba a jugar un rol
importante en mi carrera, porque si jugaba un rol importante yo iba a quedar a
merced de algo que yo no sabía siquiera si existía. ¿Cómo voy a dejar en manos
de un fantasma algo que necesito entregar todos los días? Porque pasé de no
haber escrito un guion en mi vida a tener que escribir seis capítulos a la
semana de una telenovela que se empezó a grabar y que iba a salir al aire en
tres meses. No puedo quedarme sentado a esperar a las musas. Entonces partí de
la base de que no todos los profesores tienen ganas de serlo todos los días,
pero si son buenos profesores, sus alumnos no se van a dar cuenta de que no
tienen ganas. Así que decidí que lo mismo sería para los escritores. Yo no
tengo ganas todos los días de escribir, de hecho nunca tengo ganas de escribir (risas),
pero la audiencia no tiene por qué darse cuenta, por lo tanto debía
profesionalizar eso. Por lo tanto, lo que hice fue ponerme horarios que es la
mejor manera que tengo de ordenarme. Así que yo escribí todos los días desde
las 9 de la mañana hasta las 10 de la noche hasta hace dos años cuando mi hija,
y ahora lo hago de 9 a 7 de la tarde. Lo que pasa en ese tiempo es rigor y
disciplina pura, donde si tengo que escribir algo por contrato o porque estoy
en mitad de un proyecto, dedico las primeras horas a revisar lo ya escrito, a
releer lo que escribí el día anterior, a entrar calor… en el fondo, a llamar a
las musas, de alguna manera. Diagramo, corrijo, lleno libretas con ideas, me obligo,
me siento y no me levanto hasta que llega la hora de terminar la jornada de
trabajo. Esa es básicamente mi rutina como escritor.
Hasta hace muy
poco, todo lo hacía solo. Desde hace un par de años, por un asunto netamente de
tiempo, empecé a explorar cómo sería trabajar con alguien más. Y la primera
persona a la que llamé para trabajar fue mi hermana, escritora y actriz, con
quien nos entendemos muy bien, y de esa manera, en estos últimos tres o cuatro
años, fui ampliando un poco el círculo de escritura. Pero mi rutina, mi cuerpo
laboral diario es el mismo que tengo desde los 19 años.
Escena de ¿Quién mató a Sara?
¿Cómo planeas un proyecto de serie cuando no tenés
idea si constará de una, dos o tres temporadas?
Antes de ¿Quién mató a Sara? ya tenía contratos
con Sony y con Telemundo para desarrollar proyectos seriados. Entonces ya me
había tocado enfrentarme a ejecutivos que me habían pedido ideas para streaming. Y lo que aprendí muy
rápidamente es que una manera de dejar muy tranquilo a los productores (y esto
es como un consejo a mis colegas) es que cuando presentaba la idea, en todos
los proyectos presenté siempre al menos tres temporadas. Eso no significaba que
se fueran a hacer, pero en el fondo yo presentaba una macro historia que
involucraba al menos 3 temporadas. Eso tranquiliza a los productores porque esa
idea que les llevaba tenía paño para cortar, pero también me dejaba tranquilo a
mí que no me iba a quedar sin gasolina a mitad de camino.
«Lo que aprendí muy rápidamente es que una manera de dejar muy tranquilo a los productores (y esto es como un consejo a mis colegas) es que cuando presentaba la idea, en todos los proyectos presenté siempre al menos tres temporadas».
José Ignacio Valenzuela
Entonces, cuando
me llamaron de Netflix (que no se me olvidará nunca) en enero de 2019 y me propusieron
hacer una serie de suspenso para ellos, yo dije inmediatamente que sí, por
supuesto. Colgué el teléfono y me arrepentí, obviamente, porque me empezó a
ganar la angustia. Pensaba: “¡Me está
llamando la gente que hizo ‘The Crown’, ‘Stranger things’, a cuyos autores no
les llego ni al tobillo!”. Entonces lo que hice fue lo mejor que uno puede
hacer en la vida: me puse a estudiar. Me metí en la Universidad, aquí en
Estados Unidos, en la UCLA, y estudié Guion
de series para el streaming. Ahí, lo primero que te enseñan es hacer
proyectos para 3, 4 ó 5 temporadas. Entonces cuando presente ¿Quién mato a Sara?, presenté un
proyecto largo, completo. Por eso me da mucha risa cuando escucho comentarios
como “claro, van inventando en el camino”… ¡Si supieran el año que me pasé
encerrado en mi casa, sin escribir una letra, pensando solamente en esas
temporadas!
Aquí no hay nada
inventado en el camino, sobre todo en una serie de este tipo tan particular
donde todo es una pista de algo, donde cada escena está relacionado con lo que
se verá tres capítulos más adelante, etcétera. Es imposible improvisar cuando
se tiene una estructura de este tipo.
Jorge Maestro: Cuando llegó el momento en que te
llamó Netflix para hacer una serie de suspenso, ¿vos tenías una idea o material
relacionado con este género o fue una premisa desde la que tuviste que empezar
a trabajar de cero?
No tenía nada
armado. De hecho, no estaba en mis planes hacer una serie en ese momento. Esto
fue en enero de 2019 y en marzo de ese año nació mi hija. Mis planes de vida
eran tener un año sabático, estaba empezando a escribir un libro, algo a lo que
en general le destino los jueves y los viernes, o solamente los viernes, porque
al no tener entregas que hacer, al trabajar sin plazos, podía manejar mis
tiempos. Ese era mi plan: ser papá 24 horas, cambiar pañales, etcétera. De ahí,
corte a: ¡Escribir una serie para Netflix, en la universidad y siendo papá!
La propuesta de
Netflix era escribir una serie de suspenso. Quien me convocó, Roberto Stopello,
había sido mi jefe en Telemundo, para quien había hecho dos telenovelas muy
exitosas que se llamaron La casa de al
lado y Santa diabla, que eran
telenovelas de suspenso. Y que llamaron mucho la atención porque en la historia
nada era lo que parecía. Me plantearon algunas ideas sobre lo que querían de la
serie pero no había nada muy claro. Yo soy un gran fanático de Agatha Christie,
he estudiado mucho su método para pasearnos entre los sospechosos sin que nunca
descubramos quién es el verdadero. Entonces tomé todas las ideas y recursos que
había sobre la mesa y armé un cóctel. Pero la verdad es que partí de cero, lo
que fue mucho mejor en el fondo, porque me permitió armar este traje a la
medida desde el principio sin tener que desarmar algo ya hecho.
EL ROL DEL SHOWRUNNER
Jorge Maestro: ¿Cómo se produce la ampliación de
tu rol de autor de los guiones al de showrunner,
como se dice ahora? Es decir, el último responsable ante Netflix de la
historia.
Fue progresivo.
Yo, desde la temporada 1, tuve crédito de productor ejecutivo, pero no fui el showrunner desde el inicio. En la
temporada 1, mi rol fue escribir la serie y, por supuesto, participar de todas
las reuniones de producción, dirección, etcétera. Yo empecé a darme cuenta de
que Netflix empezó a depositar en mí cada vez más confianza como a mitad de la
primera temporada, cuando ya estábamos trabajando en la grabación.
Los directores y
productores mandaban preguntas por mail –ya había comenzado la pandemia–,
entonces la respuesta de Netflix era “Que lo conteste Chascas”. Al principio
eran consultas simples, sobre locaciones o detalles por el estilo. Pero luego
la cosa comenzó a ponerse más seria y empezaron a dejar en mis manos decisiones
como quién será el actor que interpretará determinado personaje. Y de pronto,
un día me di cuenta de que estaba contestando un montón de preguntas que nunca
me había tocado contestar. ¿Será eso ser productor ejecutivo? Y descubrí que
sí, que de eso se trataba.
Ximena Lamadrid encarna al personaje de Sara Guzmán en la exitosa serie de Netflix escrita por «Chascas» Valenzuela
Jorge Maestro: ¿Sobre la administración del
presupuesto también eras consultado?
No, no… no tengo
nada que ver con eso. ¡Por suerte! (risas)
Jorge Maestro: ¿Y cómo siguió ese camino de showrunner?
Bueno, ahí
comenzó todo otro proceso. Durante la grabación me instalaron un programa en mi
computadora para que pudiera ver en línea, inmediatamente, todas las
grabaciones del día. Entonces advertí que tenía que empezar a ver todo el
material, todos los días, y empezar a opinar sobre él. Y un día comprendí que
realmente estaban pendientes de mis devoluciones porque comenté que uno de los
personajes no estaba en la emoción que tenía que estar para que la escena
funcionara y lo dije. ¡Y bastó que lo dijera para que instantáneamente se
reprogramara la misma escena y a los dos días se volviera a grabar con las
indicaciones que yo había dado! Ahí me di cuenta de cuán grande era la
responsabilidad que estaba teniendo. Eso me hizo tomar conciencia de que tenía
que ser muy cuidadoso con mis aportes porque no puedo rehacer escenas a tontas
y a locas porque simplemente no me gustaban. No pasa por ahí. A partir de ese
momento, la cosa se puso mucho más seria para mí.
«Comer, dormir, escribir… repetir», dice la remera del «Chascas» Valenzuela, y no podría describirse mejor su compromiso con el oficio de autor
Jorge Maestro: Por tu conocimiento, tanto práctico
como teórico, ¿creés que ese rol de showrunner
lo ejercen más los autores que los directores o los productores?
Sin dudas, el que
ejerce ese rol es el creador de la serie. Obviamente, ese rol lo ejerce el que
mejor conoce la historia, el que mejor puede contestar cualquier pregunta sobre
ella, y ese es el creador de la serie.
Ricardo Rodríguez: Es admirable hacer el trabajo
de escribir al mismo tiempo que ejercer ese rol de showrunner o productor ejecutivo, porque es muy demandante…
Exacto. Además,
lo aprendí de golpe. No fue un concepto que tuviera en la teoría y luego lo
implementé en la práctica, sino que me vi haciendo eso, sin haber tenido una
experiencia previa, con un temor infinito a no arruinarlo todo por mi falta de
experiencia. Temía hacer preguntas que fueran demasiado obvias y me dejaran
expuesto como inexperto. ¡Me podría morir de vergüenza! Por eso mi primer
acercamiento a este rol fue de mucho respeto, mucha cautela, para no meter la
pata. Pero es cierto que fue muy demandante escribir la segunda temporada
ejerciendo ese rol mientras se grababa la primera.
«YO AMO LAS TELENOVELAS»
Ricardo Rodríguez: ¿En cuánto te ayudó en esta
nueva etapa el hecho de haber tenido la experiencia de escribir seis capítulos
por semana de telenovela?
Yo amo las telenovelas.
Encuentro que no existe género más noble que el melodrama. Es un género,
además, imbatible. Tú inyectas melodrama a cualquier historia y crece tres
pisos. Al mismo tiempo soy muy agradecido del melodrama y siempre he estado muy
orgulloso de la telenovela porque es el único género que hemos inventado los
latinoamericanos. Y cuando hay una buena telenovela, se puede llegar a hacer
productos de altísima calidad. Por lo tanto yo nunca he renegado de eso, todo
lo contrario, me encanta. Y siempre he sido muy crítico de las personas que se
ponen en una posición de superioridad con respecto a este género. Para mí,
escribir seis capítulos a las semanas de una telenovela y que te quede bien, es
casi más valioso que escribir una película con la que te ganaste el Oscar.
Porque ciertamente es muy difícil hacerlo, sobre todo con todos los
condicionamientos que conlleva: que no haya exterior nocturnos; que haya un
equilibrio de 70% interior y 30% exterior; que los protagónicos no salgan en
más de diez escenas pero que esas escenas sean importantes; que corte a los
comerciales; que buscar un buen final de capítulo que haga que la gente vuelva
24 horas después; etcétera, etcétera.
Escribir
telenovelas es ir a la guerra. Y cuando uno ha ido a la guerra, volver a tu
lugar y tener que enfrentar un conflicto menor, se te hace “pan comido”. Por
eso sostengo que la disciplina, el rigor y las herramientas que a mí me dio la
telenovela, para mí son invaluables. Y no podría haber hecho lo que hice en ¿Quién mató a Sara? ni ejercer el rol de
showrunner si no tuviera sobre mis
espaldas 25 años de telenovelas en México, Chile o Estados Unidos. Por eso para
mí es fundamental haber pasado por esa escuela.
«Yo amo las telenovelas. Encuentro que no existe género más noble que el melodrama. Es un género, además, imbatible».
José Ignacio Valenzuela
Jorge Maestro: ¿Vos creés que, a pesar de los
cambios en la industria y las nuevas formas de consumo de ficción, la clásica
trama o el clásico formato de la telenovela permanecerán?
Yo creo que la
telenovela no va a morir nunca. Ha cambiado, está cambiando de piel, se han
inyectado nuevas temáticas… Si ves series como la misma ¿Quién mató a Sara? o Bridgerton,
son telenovelas. Bridgerton es
una novela magníficamente bien hecha: hay un triángulo, hay un secreto, hay una
familia poderosa, están los ricos, los pobres… es una telenovela exquisita.
Ahora, yo tengo
una teoría personal y puedo estar totalmente equivocado, pero tengo la teoría que
en los países latinoamericanos tradicionalmente telenoveleros como Chile, Argentina, México, la renovación
generaciones de ejecutivos (no de creativos) no estuvo a la altura. Creo que
estos nuevos ejecutivos que llegaron hace unos ocho o diez años a reemplazar a
monstruos de la televisión que levantaron los imperios televisivos en los
respectivos países, no eran animales de televisión, venían de otras áreas, del
mundo comercial. Entonces no llevaban en su ADN a la televisión. Ellos
programaban, elegían, diseñaban la televisión desde una planilla Excel y no
desde la vida televisiva. Entonces empezaron, por ejemplo, con la parrilla
flexible: “vamos a estrenar la novela de la seis de la tarde el domingo para
que haya más audiencia; y después, si no le va muy bien a las seis la podemos
pasar a las siete y media; y los viernes no damos telenovela porque baja mucho
la audiencia”. Y empezó este desastre que vive la telenovela en nuestros
países. Además, vos hablabas con ellos y notabas que les daba vergüenza el género.
Pero yo estoy convencido que si haces una telenovela, la pones en un horario,
te apegas a ese horario, y la tratas respetuosamente como se hacía antes, ese
producto va a funcionar sí o sí.
Ricardo Rodríguez: En Chile hay una relación muy
fuerte entre el policial y la telenovela. Algo que también se ve en ¿Quién mató a Sara? ¿De dónde crees que
viene esa particularidad?
La verdad es que
no sé muy bien de dónde viene. Hay grandes hitos de thrillers en Chile. Uno de los más famosos es la Madrastra, de Arturo Moya Grau, de hace
40 años, cuya frase más recordada es “¿Quién
mató a Patricia?”. En esa época, con otros formatos, toda la telenovela se
estructuró en torno a esa pregunta y recién en el último capítulo descubrimos
quién lo hizo. Hoy en día descubriríamos al asesino en el capítulo 5; en el
capítulo 10, nos daríamos cuenta de que el asesino no era el que creíamos; en
el 15, se revelaría que Patricia era un hija de puta que merecía que la
mataran; y en el 25, Patricia está viva, simuló su muerte y ¡ella termina
matando a todos!
Ricardo Rodríguez: Volviendo a ¿Quién mató a Sara?, con respecto al
armado de una historia compleja, ¿cómo la trabajaste? ¿desarrollaste las líneas
por separado y después las ensamblaste, o la fuiste trabajando sobre la marcha?
Me encantaría dar
una respuesta que me haga quedar bien y explicar que primero desarrollé todas
las líneas de la historia y luego las fui entrelazando… pero no fue así. Fue
intuición. Aunque parezca absurdo lo que te voy a decir, esto fue así: escribí
los capítulos de Sara tal como vos lo vez al aire. Escribí el desorden.
Intuitivamente. Después, claro, a los efectos de la producción y dirección, una
vez que había escrito la primera temporada, me tocó sacar de cada capítulo
todas las escenas del pasado y ordenarlas cronológicamente para que se pudieras
desglosar bien los capítulos, con los vestuarios, etcétera. Pero mi trabajo de
escritor fue en desorden, porque la única manera que yo tengo de medir la
intensidad del capítulo es escribirlo tal como va a salir al aire. Como autor,
no puedo responder por la intensidad de un episodio si no lo trabajo así.
«Netflix, como modelo de negocio, deja en claro desde el primer día que ‘el dueño de la historia es el creador‘. Y en este sentido, en Netflix la estrella es el guion».
José Ignacio Valenzuela
Jorge Maestro: En la serie se ve una continuidad en
la manera de contar, en la estética. ¿Cómo es el trabajo con los directores?
En la primera
temporada de ¿Quién mató a Sara?
fueron tres directores –David “Leche” Ruiz, Bernardo de la Rosa y Alfonso “Poncho”
Pineda– que fueron los mejores cómplices de la historia. Se pusieron al
servicio de la historia, cada uno desde sus propias miradas pero con esta
perspectiva más amplia, un poco definida por la propuesta original planteada
por Netflix. Yo mismo tuve que acomodar mi talento, mi mirada y mi escritura
para encausar la historia en lo que Netflix esperaba de esa serie, y los
directores también se sumaron a esa propuesta.
Hay una anécdota
que ilustra muy bien esto. Cuando mandé los primeros seis capítulos de la serie
(yo no conocía a ninguno de los directores), recibí un mail en el que ellos
planteaban algunas dudas sobre la historia… ¡eran 20 páginas de dudas! Entonces,
con Roberto Stopello lo charlamos y entendimos que teníamos que hablar sobre el
tono… porque evidentemente estaban leyendo el guion en otro registro. Entonces
me tomé un avión, me reuní con ellos en México, nos encerramos durante dos días
y en ese tiempo les leí los capítulos. Porque ¿Quién mató a Sara? es un híbrido entre thriller gringo y melodrama
latinoamericano. El esqueleto de la serie es el clásico thriller, con una
estructura anglosajona tradicional: un teaser
y cuatro actos. Pero este híbrido en el que se mezclan The Killing, por poner un ejemplo, con Cuna de lobos, la única manera que tenía para explicarlo es
diciéndolo, porque no tenía otra serie que se pareciera o que pudiera servir
como referencia. Este híbrido es algo que llevaba diez años dando vuelta en mi
cabeza.
Una vez que
comprendieron el tono, las 20 páginas se redujeron a cero, y a partir de allí
los directores se convirtieron en mis mayores cómplices para transmitirles la
idea a los actores en el set.
«EN TRES O CINCO AÑOS, NO HABRÁ DUDAS SOBRE EL ROL DEL SHOWRUNNER»
Creo que en tres o cinco años más, no va a haber duda de lo que es un showrunner, sobre todo en Latinoamérica. En Estados Unidos está muy claro, no hay ni que decirlo, no hay ni que explicarlo. Showrunner es “creador + productor ejecutivo”. Esta es la definición a la que, honestamente, nunca antes me había enfrentado y terminé con ese título de productor ejecutivo exclusivamente porque mi agente es estadounidense. Por lo tanto, cuando a ella le tocó negociar el contrato con Netflix, Estados Unidos, obviamente, al ser el creador se incorporó la figura de productor ejecutivo y yo me enteré cuando el contrato ya estaba firmado. Eso implicaba que mi nombre figuraría tres veces en los créditos: “Creada por”, “Escrita por” y “Productor ejecutivo”. ¡Me dio un gran pudor porque me imaginé que todos iban a pensar que estaba acaparando todos los créditos!
En Latinoamérica todavía no está claro quién es el showrunner. De pronto está la discusión: ¿son los directores? ¿los productores? ¿los escritores? Y esto se plantea porque todavía es muy nueva la figura y porque, además, históricamente en Latinoamérica el director siempre tuvo mucha fuerza y mucho poder. Esto no está mal que pase pero creo que va a quedar cada vez más clara la figura del creador. Y si ese creador, como debiera ser, tiene además funciones de productor ejecutivo, entonces la figura de showrunner va a ir quedando cada vez más clara y vamos a tener que explicarla menos.
Netflix, como modelo de negocio, deja en claro desde el primer día que “el dueño de la historia es el creador”. Y en este sentido, en Netflix la estrella es el guion. Allí están las respuestas, por lo tanto, si hay dudas hay que consultarlas con el creador. Debo confesar que la primera vez que escuché esto me dio una especie de vértigo porque, como autor, en Latinoamérica, uno es hijo del maltrato. Entonces cuando participé de un Zoom con sesenta personas y Roberto Stopello dijo “aquí el dueño de la historia es el Chascas”, lo primero que pensé es que acababa de ganarme cincuenta y nueve enemigos. Pero fue todo lo contrario y eso es algo que agradezco y que disfruto. Y no lo digo por una cuestión de ego sino porque finalmente el guion está teniendo la relevancia que siempre debió haber tenido. Porque el guion es el origen, antes de él no hay nada. Es el vacío y la nada. Todo lo demás son artes interpretativas del guion. El único proceso original es la escritura del guion. Es decir, me parece que son grandes tiempos para por fin darle el valor que se merece al guion.
La soberanía audiovisual argentina está atravesando un momento crítico.
Muchas plataformas extranjeras que brindan servicios, tanto de video como de audio, en nuestro país, desconocen las leyes nacionales, entre ellas, el derecho de autor.
La excusa que esgrimen es que, al no tener domicilio legal en la Argentina, no están obligadas a cumplir con sus leyes y siguen moviéndose en un limbo legal que pretenden eternizar porque resulta muy conveniente a sus intereses. Subidos al carro de lo que ellos llaman -engañosamente– “libertad sin fronteras”, rechazan cualquier clase de regulación por parte del Estado que implique una pérdida de beneficios económicos.
A raíz de esta falta de regulación, son muchos los creadores y creadoras que no
reciben pago alguno de estas plataformas por la comunicación pública de sus obras.
Así, injustamente, estas empresas internacionales multimillonarias, con miles de usuarios premium que les permiten remitir a sus países de origen ganancias fenomenales contadas en millones de dólares anuales se nutren, gratis, de los contenidos de nuestros creadores y creadoras, empobreciéndolos, apropiándose indebidamente de su trabajo y obturando la posibilidad de que se fortalezca la industria nacional audiovisual.
Consideramos que el Estado debe tomar como política pública la defensa de las obras argentinas y sus creadores, haciendo cumplir las leyes nacionales a las plataformas extranjeras, a las que debe exigirles tener domicilio en el país.
Se hace fundamental propiciar nuevas leyes y marcos regulatorios que permitan desarrollar, fomentar y proteger la industria local, dado que la situación actual produce daño tal como si se abriera, indiscriminadamente y sin gravamen alguno, la importación de productos que se fabrican en el país.
Regular a las plataformas significaría, en primer lugar, eliminar las asimetrías que existen entre los distintos actores de la cadena de valor del audiovisual, impidiendo a los más poderosos imponer su voracidad e implicaría, en consecuencia, otorgar a los creadores las herramientas necesarias para que puedan ejercer su legítimos derechos.
Cabe aclarar que esta situación no sólo comprende lo económico y legal, también afecta la identidad cultural de nuestro pueblo. No proteger a quienes son más vulnerables es, en sí mismo, un atentado a la cultura de hoy, pero sobre todo a la que nos espera en el futuro. Nada quedará si el Estado no cuida a sus artistas.
ARGENTORES, firme en la defensa de los derechos morales y económicos de autoras y autores argentinos, está empeñado en conseguir, de manera urgente y necesaria, esta regulación por parte del Estado Nacional.
Sabemos que ese es el camino para lograr que autoras y autores puedan cobrar por la utilización de sus obras -que no es otra cosa que su salario por ser trabajadores y trabajadoras de la cultura- como les corresponde por ley y así terminar de una vez por todas con la ilegalidad a que nos vemos sometidos.
El jurisconsulto romano Ulpiano dijo hace más de diecisiete siglos “Justicia es dar a cada uno lo suyo”. Regular a las plataformas internacionales para que cumplan las leyes a las que estamos sometidos todos los argentinos y argentinas, no es ni más ni menos que eso.